Capítulo 9 *Sintiéndose vivo*

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*Gabriel*
No dormí en toda la noche. Pasaban miles de cosas por mi cabeza, y no podía pensar en nada que me hiciera sentir mejor. Intentaba que lo más importante para mí fuera el que David me hubiera expulsado, pero cada vez que quería dedicarme a torturarme a mí mismo por ello recordaba a Elías, que no dejaba de interrumpir mis pensamientos.

Elías no es importante. Elías no es importante. Elías no es importante. Elías no es importante. Elías no es importante. Elías no es importante.

Normalmente no esperaba mucho para escuchar a mi madre llegar a casa porque yo siempre me iba tarde de Océano, pero aquel día yo ya estaba en casa a las once (cosa que nunca antes había pasado) y su jornada de trabajo no terminaba hasta las cinco.

Cuando la escuché hice lo que siempre hacía; tirarme en la cama y fingir que ya estaba dormido.

A la escuela no fui en toda la semana, preferí quedarme todo el día encerrado en mi cuarto haciéndome sentir miserable a mí mismo.

El vacío que sentía era inmenso, como si alguien me hubiera arrancado el corazón del pecho y me hubiera dejado con el hueco. Tenía una inmensa necesidad de volver a estar en Océano con David y los otros. Pensé incluso en ir a su casa para rogarle que me disculpara, pero sabía que si lo visitaba, lejos de lograr una reconciliación, haría que mandara a golpearme o algo peor.

Mi mamá ni siquiera se dio cuenta de todo esto, con su segundo trabajo y lo cansada que siempre estaba le era casi imposible saber si yo estaba o no en casa. Aunque tampoco es que ella se fijara mucho.

Regina estuvo la semana entera mandando mensajes. En la mayoría de éstos se disculpaba por lo que había pasado en Océano, en otros seguía reprochándome por no corresponderle a Elías, también se quejaba porque no le contestaba y la dejaba en palomitas azules. Me llamó varias veces durante la semana, pero yo sólo dejé que mi teléfono sonara.

De Elías no supe nada, y eso era lo que más me dolía. Yo tenía la esperanza de que él me hablara a mí. Pasé la semana fantaseando con que él me marcaba o mandaba un mensaje y yo le respondía. No sé qué, pero le respondía.

No fue hasta el martes de la semana siguiente que decidí salir de mi casa. Necesitaba distraerme con algo, hablar con alguien.

Me entretuve un buen rato hablando con la vecina sobre las flores de su jardín. Ella me hizo el trabajo fácil, yo sólo me acerqué a saludarla desanimadamente y ella se encargó de seguir parloteando un buen rato. Después seguí caminando por la calle, y quise entablar conversación con unos niños que jugaban a la pelota, pero ellos corrieron.

Seguí caminando por algunas horas, y después de varios intentos de socializar, que no salieron tan bien como la conversación que tuve con la vecina, llegué a la zona de los niños ricos, como solía decirle David.

La calle estaba pavimentada con ladrillos y las jardineras de las banquetas estaban muy bien podadas. Las casas, que estaban hechas en serie, eran del doble o el triple del tamaño de la mía, e incluso tenían espacio para cochera. Todas estaban muy bien pintadas y arregladas, no se veía ni un solo grafiti por ningún lado.

Fugazmente, vi a un chico cargando él solo con una televisión plana bastante grande. Pensé en ayudarlo cuando salió a la calle, pero no me apetecía mucho la idea de hablar con los niños ricos. Seguí caminado hasta que estuvimos muy cerca y él chocó conmigo, habría tirado la televisión hasta el suelo si yo no lo hubiera ayudado antes de que se cayera.

–Con cuidado –le advertí, con muy pocas ganas.

–Gracias –suspiró él aliviado –. Te juro que no sé qué habría hecho si... ¿Gabriel?

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⏰ Última actualización: Aug 05, 2015 ⏰

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