Capitulo 1: La Escuela.

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Los ligeros rayos del sol se daban paso atreves de las pequeñas separaciones de las cortinas, eliminando poco a poco la oscuridad que reinaba en la habitación, en la cama se encontraba un bulto bajo las cobijas que se removía ligeramente de izquierda a derecha empezando a ser molestado por la luz que poco a poco llenaba la habitación.

Cuando la luz fue demasiado intensa, el bulto debajo de las cobijas empezaba a incorporarse en la cama dejando por descubierto unos despeinados cabellos oscuros. Permaneció sentado sobre la cama unos momentos mientras bostezaba, se cubría la boca con su mano izquierda y con la otra se frotaba un poco los ojos tratando de acostumbrarse a la nueva iluminación de la habitación.

Después de unos escasos segundos un desconcertante ruido lo alteró provocando que se pusiera pronto de pie, eran como golpes contra madera. El ruido en realidad era más leve de lo que fue en un principio, tal vez se debía a que sus sentidos no estaban despiertos del todo. Le prestó más atención al ruido descubriendo que éste provenía del armario, caminó a un paso lento hacia el armario y lo abrió lentamente.

—¿Qué diablos es esto? —sonrió al descubrir el intento de travesura que le realizó su hermano menor.

Bajó las escaleras sonriendo con el carrito a control remoto que encontró en el armario, su hermano siempre le intentaba hacer bromas pero siempre eran tan tontas que daban ternura o simplemente nunca le resultaban, al parecer no tenía ninguna pizca de maldad para realizar alguna bien.

—Buenos días, Tahiel —saludó su mamá al verlo entrar a la cocina.

—Buenos días, madre —correspondió al saludo y pronto giró su atención a su hermanito el cual estaba sentado en la mesa—. ¿Me puedes explicar qué es esto, Pane?

—Sí, un carrito de juguete —respondió hundiendo la vista en su plato de cereal.

—¿Y qué hacía encendido dentro de mi armario? —preguntó fingiendo falsa molestia

—No lo sé.

—Yo creo que sí sabes... —le dijo acercándose un poco a él.

—Cariño, ¿has puesto tú el juguete en la habitación de tu hermano? —le cuestionó su mamá quien se había mantenido al margen hace unos momentos.

—No.

—¿Seguro?

—Sí.

La madre volteó a ver al mayor y éste le sonrió torciendo los ojos, ella se fue a seguir lavando los platos y Tahiel comenzó a servirse un poco de cereal en un plato. Todo estaba en completo silencio.

—¡Está bien! Lo confieso fui yo —gritó el pequeño al no soportar el prolongado silencio que reinaba.

Tahiel y su madre sólo soltaron una leve carcajada ante la tierna acción del niño.

—No es bueno que molestes a tu hermano cuando duerme, Pane —le dijo la mamá aún riendo un poco.

—Descuida, ya estaba despierto. Una vez más fallaste, enano —se burló Tahiel revolviéndole los cabellos a su hermano—. Lo único qué no entiendo es cómo congelaste las llantas de esta forma tan redonda.

—¿Congelar qué? —preguntó el menor realmente confundido.

—Las llantas, están congeladas. ¿Ves?

Tahiel le mostró las llantas del carrito dejándolo sobre la mesa, estaban congeladas de una manera perfectamente uniforme.

—Yo... yo no hice eso.

Tahiel: HideAwayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora