[20] Dos tipos de invierno en primavera

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—¡AMO!

Kalos corre una vez la puerta de la biblioteca se abre, como si hubiera tenido verdadero pavor de no verme nunca más. En lo que yo dejo el libro y me levanto de la silla, abro mis brazo y él me caza para levantarme del suelo, mezclando sus gruñidos con unos quejidos leves que intentan parecer aullido consecutivos. El agarre es fuere, sus brazos tiemblan, y yo solo rodeo su cuello para acariciar ambos rostros como lo harían dos lobos.

Estoy seguro que ha olido el sudor de Allistair en mi ropa, pero nada más. Eso, sumado al miedo de no volverme a ver, es lo que le hace ser tan brusco.

—Ese perro estúpido ha querido tomar algo que no se merecía, así que lo puse en su lugar —le murmuro en voz baja, escuchando que sus sonidos de garganta no se detienen—. ¿Te molestó el humano rubio?

—No, amo —responde como mejor puede—. Anciano Alfa dijo que si era bueno, me llevaría hacia el amo. Y no mintió. Amo está aquí. Amo está en brazos de Kalos, apestando a perro estúpido.

Kalos me mantiene en sus brazos, en lo que veo al abuelo cerrar la puerta tras de sí y camina con calma en nuestra dirección. No está enfadado, y ni siquiera sabría decir si alguna vez lo estuvo cuando Allistair le dijo que me encontraría aquí.

—Tu abuelo sabe que serás una buena araña. —Esas son las primeras palabras que salen de sus labios, hasta transformarse en una orgullosa sonrisa—. Quizás ahora no sea un buen momento para decírtelo, pero tengo que admitir que estás haciendo cosas bastante inusuales para tu edad. Veré si sigues sorprendiéndome en el futuro... a ser posible... no elijas a hombres que no sepas manejar.

Y tras decir eso, da media vuelta y se larga por la puerta sin siquiera voltear ninguna vez.

—Amo... —musita Kalos.

Shhh... —susurro—. Bájame y te llevaré a un sitio donde nadie nos molestará.

Le cuesta, pero lo hace. Al hacerlo, tomo su mano y lo llevo entre las estanterías para dirigirnos en lo que en mi vida pasada había sido mi fea habitación. No hay nada especial en ella en esta oportunidad que tengo de estar vivo. Hay un montón de cajas de madera cerradas, amontonadas en las paredes, y algo de polvo que habrá entrado entre idas y venidas desde a fuera. De momento, las ventanas no están clavadas.

Cierro la puerta tras nosotros, siendo sólo iluminada su interior por el pequeño ventanuco rectangular en la parte superior de la pared central y, directamente, le ordeno a Kalos que se arrodille con la mano libre. Lo hace al instante. En ese momento sólo me inclino para colocar dicha mano en su rostro para observar su preocupación.

Realmente este hombre tiene sentimientos tan intensos que no sabría decir si eso no genuino, pero no puede ocultarlo delante de mí. Su simpleza y honestidad, pese a su vago lenguaje, es algo que valoro porque lo hace serme fiel digan lo que digan los demás.

—Amo...

—Dentro de poco las cosas se volverán más difíciles, Kalos —le informo aunque él no lo entienda a lo que me estoy refiriendo—. Puede que ahora no le encuentres sentido, pero pronto te enseñaré cosas nuevas que tendrás que aprender. Muchas cosas cambiarán, y a lo mejor te costará mucho aprenderlo, pero seré paciente.

—Kalos promete aprender mucho.

Inclino levemente mi espalda hacia adelante y llevo los labios hacia el lobo, el cual alza su cola toda recta, para después empezar a moverla frenéticamente de un lado a otro. Abre los labios para respirar un poco, y ahí es cuando yo introduzco la lengua mientras le impido que se aleje pese a la sorpresa.

Es torpe, y esto es algo que deberé de enseñarle con cuidado. Tampoco quiero que sólo nos estanquemos en acercamientos, sino que deberá de aprender etiqueta y leer el ambiente. Complejo para su mentalidad, desde luego, aunque confío en que mis esfuerzos valdrán mucho la pena.

Cuatro de corazones  [COMPLETADO en INKITT]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora