[30] Duro como una piedra

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Tener un territorio bajo tu liderazgo, como noble, no es un asunto tan sencillo como muchos podrían pensar. No basta con soltar una buena cantidad de monedas y esperar a que la gente te visite constantemente por arte de magia, sin importar quién seas o qué linaje ostentes.

El atractivo de un territorio depende de diversos factores. El primero es qué tienes para ofrecer. Luego vienen otros, como tu fuerza militar, el conocimiento que posees, tu reputación en ciertos círculos, la calidad de tus productos, tus alianzas, tu posición política... y así podría seguir.

Es verdad que al ser el esposo de Cadillean Astroemeria, muchos asumen que seré poco más que un trofeo de adorno, el típico marido ocioso que se pasea embutido en joyas, perdiendo el tiempo en frivolidades y embriagándose de vanidad mientras ocupa el lugar más alto en la sociedad. Sin embargo, los Vivaldi, mi familia, no son precisamente eso. Al menos, la historia familiar no lo ha sido. Aunque estoy seguro de que Urish y Valentian se encargarán de perpetuar esa imagen llena de esnobismo.

También hay que considerar que los conflictos territoriales son raros aunque no imposibles. Por eso, el número de guardias es crucial, así como la ubicación estratégica del territorio. En mi caso, estoy en una posición bastante privilegiada, o al menos lo será en unos pocos años, y cuento con solo dos guardias asignados, aunque mi abuelo me haya enviado un total de quince. Es un número modesto en comparación con otras familias, considerando que en el territorio del abuelo hay veinte guardias en el exterior y más de cuatrocientos distribuidos por el pueblo junto con sus familias.

Pero todo esto no es más que un problema a largo plazo, por lo que de momento, esta noche en concreto, mi preocupación es Grec y esas ganas de tomarme como inferior sólo porque tengo dieciséis años y el casi treinta y dos.

Kalos ya ha traído la botella, que no es más grande que un tarro de mermelada, junto con dos vasos de cobre, y luego se retiró para vigilar la puerta. No sin antes dedicarle un gruñido enfadado al hombre, que solo le respondió con los ojos en blanco y los brazos cruzados.

—Como quiero hablar de algo serio, y quizás sea un tema pesado, es mejor que bebamos un poco y tengamos una charla ligera para calentar —tomo la botella y quito el tapón. El aroma ácido, con un toque de vainilla, se despliega inmediatamente, y apartándome de las etiquetas propias de las diferencias de casta social, sirvo primero un poco para mí y una generosa cantidad en el vaso de Grec—. No soy bueno bebiendo, pero tengo entendido que los caballeros tienen una resistencia envidiable al alcohol.

Grec parece aburrido al principio cuando hablo, pero al verme servirle alcohol, algo inusual, su rostro adquiere un aire insolente, como si se sintiera privilegiado o superior a mí. Toma el vaso justo en el momento en que "halago" esa habilidad de beber alcohol, y su pecho fornido se hincha bajo la ropa.

—Absolutamente todos los caballeros tenemos un buen estómago, tanto para la comida como para la bebida —confirma muy orgulloso conforme me lo cuenta—. Estamos demasiado acostumbrados a la cerveza negra o el "Tagum", aunque este último lo bebemos más cuando hay celebraciones importantes. El vino me resulta propio de mujeres u hombres de la nobleza que desean tomar algo ligero.

—Vaya, parece que eres todo un experto en el tema —comento, ocultando mi verdadera opinión sobre su preferencia de bebidas—. Me sorprende tu conocimiento sobre el "Tagum", no es una bebida que muchos de tu clase suelan mencionar.

En realidad, el "Tagum" era algo que sólo podían permitirse aquellos con cierto poder adquisitivo, y sus efectos en el cuerpo eran bastante peculiares. Pero debo mantener la conversación en un tono ligero, aunque cada vez me resulte más difícil contener mi frustración ante la arrogancia de Grec.

—Supongo que tener un buen físico es una ventaja en tu profesión —añado, tratando de no revelar mi verdadero desagrado—. Ninguno de los guardias, caballeros o guardaespaldas de mi abuelo es de complexión delgada o baja. De hecho, la estatura media alcanza el metro ochenta, y el entrenamiento abarca todos los aspectos del cuerpo. Es curioso, considerando que la altura promedio en el territorio de mi abuelo es de metro setenta y cinco.

Cuatro de corazones  [COMPLETADO en INKITT]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora