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Dos años antes…

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Dos años antes…

El mejor invento de Dios fue la mujer, no hay lugar a dudas.

Estoy seguro que no hay otra cosa en este maldito mundo que me haga estar más satisfecho que estar enterrado en el coño de una mujer.

Bendito placer tan divido.

Aunque ahora mismo el coño que estaba usando no era tan apretado como me gusta, me estaba haciendo sentir bien. No me importaba demasiado. Ella estaba cumpliendo su función de darle placer.

Como movía sus caderas encima de mí. Se balanceaba sobre mi pene como si fuera un columpio y me cabalgaba como si fuera un puto caballo.

Hundí mis dedos en la carne de sus nalgas y afincando su coño aún más contra mi miembro, a un punto tan fuerte en que casi mis bolas entraban en su hendidura. Se quejó y afincó sus uñas en la piel de mi pecho.

Maldita zorra.

Se me insinuó tanto que acepte cogérmela y ahora se estaba ganando un tiro en la cabeza. Tome sus manos y las aparte de un manotón, no quiero sus jodidos dedos ensuciando mi piel. La mire molesto.

—En cuatro, ahora —ordené—. Quiero tu cabeza enterrada en la almohada y tú culo en lo alto, voy a follarte así.

Odio escuchar los asquerosos gemidos de puta que suelta, hasta su voz me molesta.

¿Por qué la estoy follando? Porque es el único coño que estaba cerca en este momento.

Ella me obedeció, flexionó sus rodillas y se levantó, sacando mi falo de su húmedo y un tanto estirado coño.
A un lado de la cama apoyó sus rodillas y abrió sus piernas, inclinando su cuerpo hacia delante y enterrando el rostro en la almohada como le había pedido.

Me levanté, concentrándome en su culo expuesto y empinado, tome sus caderas y la acerque a la orilla de la cama, quedando mi pelvis a la altura correcta. Agarre sus manos y las junte en su espalda, manteniéndolas inmóvil y atrapadas entre mis dedos.
Con mi mano libre separé más sus piernas y tuve una mejor vista de su coño, presioné mi pene ahí y lo deslice hasta llegar al orificio de su culo, presioné en ese lugar mi glande hinchado. Bajo mi cuerpo ella intento enderezar la espalda pero la empujé más fuerte contra la cama.

—No te di permiso de moverte —dije dándole un fuerte azote—. No voy a follarte el culo, solo el coño.

Guíe mi miembro duro a su intimidad y me deslice con fuerza, entrando de una sola embestida. No espere a que se acostumbrara o me diera permiso de empezar a moverme. Empecé a mover mis caderas e impactar mi pelvis con sus nalgas a un ritmo que yo disfrutará y me sintiera satisfecho con él.

Quería mi placer, no el de ella.

La embestí una y otra vez, entrando y saliendo de su húmedo coño, bañando el preservativo con sus fluidos. No estaba muy apretada lo que me facilitaba más el movimiento en su interior pero si estaba cálido y eso enviaba descargas de placer a mi pene.

En La Mafia No Hay Final Feliz [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora