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No todo en él es malo

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No todo en él es malo.

Detrás de ese hombre frío y sin escrúpulos capaz de asesinar a sangre fría, hay un muy diminuto destello de calidez en su corazón de hielo.

Lo sé. Llevo años a su lado, mirando su comportamiento promiscuo de cerca, aunque no lo parezca es respetuoso, tiene modales que no suele usar con nadie, exepto conmigo.

No quiero sonar engreída pero, a mí era la única que saludaba en las mañanas, de la única que se despedía al salir y la única con quién no era tan idiota.

¿Por qué? No tengo la menor idea, suelo hacerme esa pregunta cada vez que miro sus ojos. Un azul intenso, muy oscuro. Miraban a todos y todo, alerta, como un lobo acechando a su presa y cauteloso de lo que lo rodea. Eso lo comprendo, siempre está atento por cuestiones de su seguridad.

Si, es engreído, posesivo, déspota, gruñón y un sin fin de adjetivos negativos más pero, no era tan malo.

Me ayudó, salvó mi vida y me dió de su protección y estaré eternamente agradecida con él. Sigo sin entender la razón de por la que me salvó, nunca e tenido el valor de preguntarle o siquiera sacar a relucir el tema de lo que sucedió ese día, él tampoco lo ha hecho y se lo agradezco en el fondo, hay cosas que sucedieron ese día que prefiero tenerlas enterradas y sepultadas bajo llave.

Aunque, en la mayor parte de nuestro tiempo compartido se comporta como un idiota, lo admito, le tengo cierto aprecio. Razón por la cual me desvelé toda la noche para prepararle su postre favorito. Todavía me sentía culpable por lo que de dije ayer, si bien era verdad no era ni el modo, ni la manera correcta de decirlo. A veces me hacía perder los estribos pero debía controlarme y mantenerme profesional.

Llegué más temprano de lo que llegaría usualmente solo para organizar su oficina que para variar estaba repleto de botellas vacías, deje su café y, claro, una rebanada de pastel de fresas.

Terminé de organizar algunos documentos y me senté e la soledad de mi escritorio, segundos después él hizo su aparición. Y como si el mero pensamiento de su llegada lo llamara, apareció.

Las puertas del ascensor se abrieron, revelando su confección formidable, imponente y peligrosa. Él era como porno para la vista, guapo, sexy, atractivo, peligroso y misterio. Todo un cliché. Su altura intimida a cualquiera, su sola presencia lo hace. Hasta su perfume confabula para dominar todo el lugar con su escencia.

Solo que todo eso queda arruinado cuando abre esos bonitos y apetecibles labios. Cómo lo hizo ahora.

—Cierre la boca, Larsen, le entrará un insecto —dice rompiendo el cómodo silencio, con voz demandante, acercándose a mi escritorio. Su perfume se hacía más fuerte con cada paso—. Buenos días.

—Buenos días, señor —me recompuse alzando mis escudos para cualquier comentario sarcástico que pudiera decir.

—¿Por qué tan temprano aquí? —indagó, un dejo de curiosidad surgió en su tono.

En La Mafia No Hay Final Feliz [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora