Grayson
La muerte es poco para lo que pienso hacerle a ese maldito hijo de puta que piensa que puede robarme y vivir para contarlo.
Él se equivocó si cree que puede entrar al infierno y salir ileso.
Encendí otro cigarrillo, era el sexto que fumaba en menos de una hora. Era lo único que me mantenía despierto aparté del whisky, pero el segundo no era una opción que pudiera considerar ahora mismo.
No podía darme el lujo de embriagarme cuando tenía que atrapar a una rata, pero a este punto ya estaba lo suficientemente cabreado como para no ser razonable.
Soy consiente que en este círculo de ilegales la lealtad es escasa y que los traidores son ilimitados, me confíe de el infeliz de Jake y como consecuencia el hijo de puta me robó.
No es el robo lo que me cabrea en su totalidad pero me pone a hervir la sangre que me vean la cara de estúpido. ¿Que dirían? Si un don nadie fue capaz de salir ileso después de hacer eso, ¿Que impediría que otros más quisieran hacer lo mismo o incluso algo peor? No, no puedo dejar que esto quede así y que otros quieran imitar su ridiculez.
Al demonio.
Pienso mejor cuando tengo la cabeza caliente.
Me levanté y camine hasta uno de los muchos gabinetes con alcohol que tenía en la oficina y serví una cantidad razonable de whisky en un vaso, bebí todo el contenido de un trago haciendo que lo caliente del licor añejo quemara mi garganta. Golpeé el vaso sobre la mesa y luego miré al maldito gobernador.
—¿Entiendes la magnitud de esto? Nos están viendo la cara de idiotas, Kidman —dijo Peter.
Di otra calada al cigarrillo, sino quería quedarme sin socio tenía que calmarme pero este maldito vejete me estaba tentando a buscarme otro aliado.
—Entiendo tu punto —respondí tallando en puente de mi nariz—. Pero no podemos actuar impulsivamente, eso sería estúpido. Necesitamos un plan.
—¿Qué sugieres, Grayson? —indagó.
—Necesitamos ser estratégicos
—apagué el cigarrillo en el cenicero—. Localizar su escondite. Usar tus contactos para obtener la ubicación.—¿Y una vez que lo encuentres? —preguntó—. ¿Que harás con él?
Casi rodé los ojos ante su pregunta tan estúpida.
—Le invitaré un café —dije con sarcasmo—. ¿Que demonios se supone que haga? Me robó —resalté—. Una vez esté en mis manos me aseguraré de que no vuelva a ver la luz del día otra vez.
—No quiero sangre en mis manos, Kidman.
Puto cobarde.
—No tendrás que mancharte las manos. Yo me encargaré de ello. Solo necesito que te encargues de lo simple: información, logística, los contactos.
—Entiendo. Lo tendré lo más pronto posible —respondió.
—Bien, quiero a ese maldito bajo tierra.
—Confio en que lo harás vivir un infierno, Kidman.
—Eso es una certeza, Peter. No debió amenazarme, mucho menos robarme —bebí más del whisky—, las deudas y los errores se pagan con sangre, no lo olvides.
Dicho esto el vejete de Peter abandonó mi oficina, dejándome solo con la dulce compañía de una botella de whisky casi completa y una cajetilla de cigarrillos.
Tengo la mejor vista de la ciudad desde la comodidad de mi silla. Cuando follaba en la oficina siempre tenía una vista espléndida.
La noche estaba lúgubre pero siendo franco lo que estaba tétrico y vacío era la oficina. La luz estaba escasa, gélida y sombría. Todo lo contrario a cuando Larsen está aquí esparcimiento su aroma a frutas tropicales que me vuelve loco, toda ella me enoja y agrada a la vez; me gusta lo cervical que es con mis demandas, me gusta hacerla enojar con mis comentarios sarcásticos y vulgares, me gusta verla sonrojarse ligeramente aunque trate de ocultarlo y por supuesto me complace cuando me trae de ese delicioso pastel de fresas que prepara. Me cabrea en segundos cuando me deja con la palabra en la boca o cuando destila veneno por esa boca suya y me deja como un imbécil. Detesto esos kilos de ropa de anciana que usa y esas gafas espantosas que ocultan esos brillantes ojos cafés.
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En La Mafia No Hay Final Feliz [+18]
Teen FictionDicen que cuando el diablo llega tocando a tu puerta, lo hace disfrazado de ángel para que lo dejes entrar... Yo sabía que era el diablo, un mounstro capaz de destruirme con facilidad y, aún así, le abrí. Me dejé arrastrar a su mundo, retorcido, lle...