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Aegon siempre pensó que sería rey y lideraría los siete reinos bajo el ala de su madre y abuelo; bueno, pensó eso hasta que su segundo género se presentó a la edad de quince años

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Aegon siempre pensó que sería rey y lideraría los siete reinos bajo el ala de su madre y abuelo; bueno, pensó eso hasta que su segundo género se presentó a la edad de quince años. Desde aquel día los discursos de su madre de cómo había arruinado todo no cesaron, argumentando que los había condenado a todos a la muerte, porque su hermana no los quería, y los mataría porque odiaba a Alicent, y por ende, los odiaba a ellos.

Haelena nunca fue una opción, nació mujer, su madre y abuelo tampoco querían a una mujer como gobernante, aunque fuese alfa. De todas formas Haelena resultó ser beta.

Aemond aún era muy joven como para presentarse, apenas tenía once años, y parecía tan normal que no había ni signos de un imponente alfa.

Su último hermano, Daeron, fue enviado a la Antigua, a la tierna edad de seis años. Aegon no sabía mucho de qué eran sus días, pero ciertamente su abuelo no planeaba poner a un cuarto hijo en el trono.

Se supone que dependía todo de él, sin embargo, él mismo lo había arruinado. Apenas tomase Rhaenyra el trono Aegon vería las cabezas de su sangre rodar en las guillotinas.
Aquel pensamiento lo hacía querer vomitar.

— ¿Tío Aegon?

El tierno Jacaerys.
Aegon lentamente dio la vuelta, primero el cuerpo y luego la cabeza. Sinceramente las vistas que tenía que ofrecer la casa ancestral de los Targaryen era magnífica, y ver a Fuegosol feliz en ella era aún mejor.

— ¿Jacaerys? — Dijo, como si no lo hubiese reconocido. — ¿Qué haces aquí?

El menor se removió incómodo, pareciendo que ocultaba algo detrás suyo. — Bueno, he robado unas tortas de la cocina, faltaste al desayuno y pensé q-

La risa de su tío lo interrumpió. — Ven, compartamos lo que has robado, bribón. — Dijo haciéndose al lado para darle un espacio en la blanquilla a su sobrino, el cual le daba la sonrisa más radiante que pudiese existir.

El tiempo pasó, ya casi iban a presenciar el atardecer. Comieron, charlaron y jugaron.
Aegon no se sentía distinto, ni discriminado por el pequeño Velaryon, este lo trataba tal como lo hacía antes de su presentación, y aquello lo reconfortaba.

— Espero presentarme como un alfa.
— Dijo después de varios minutos de silencio el menor.

Aegon pensó que sería natural querer aquello, en parte era lo que resguardará el reclamo de Rhaenyra, la garantía que después de una débil omega, su fuerte hijo alfa guiará el reino.

Aún teniendo su propia teoría, no pudo evitar su curiosidad, por lo que preguntó: — ¿Y eso por qué, sobrino?

Vio en su mirada una vacilación antes de dar su respuesta, luego, nerviosismo. Aquello sólo encandiló más a Aegon, ahora sabía que no era sólo por su madre. Había algo más.

El silencio los rodeó de nuevo. Aegon tragó nerviosamente mirando al mar que estaba en frente de ellos, intentando pensar en alguna otra posibilidad por la que su sobrino desease esa casta.

— Quiero que seas mío, y yo ser ... tuyo. — murmuró mientras tomaba la mano de Aegon para juguetear con ella nerviosamente.

Antes de poder sentirse ofendido, Aegon se halló a sí mismo preguntándole: — ¿Siempre has pensado así de nosotros?

El Targaryen rápidamente se sintió avergonzado de su pregunta, se la estaba dirigiendo a un niño de once años, ¿qué sabría un chicuelo?

— Te quiero, tío. — dijo con nada más que decisión en su mirada — Le rogaré a los siete que me otorguen la bendición de poder ser tu compañero.

Aegon simplemente sonrió, no sabía qué decirle. Probablemente Jacaerys sólo lo admiraba, y para él, el hecho de pasar ratos divertidos con su tío significaba que también sería emocionante casarse con él.

Sabía que era mentira. Jacaerys no lo quería como compañero, ciertamente nadie lo haría, con su poco agraciado cuerpo, suelta lengua y gusto por el vino. Pero no tenía porqué arruinar aquella ilusión a tan pequeña y linda persona. Entonces, siguió sonriendo y acariciando la dulce mano de su sobrino.

 Entonces, siguió sonriendo y acariciando la dulce mano de su sobrino

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Cartas al invierno - Jacegon.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora