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Los rumores no llegaban a Invernalia

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Los rumores no llegaban a Invernalia.

Pero sí a Rocadragón, vivió su año escuchando las habladurías sobre su prometido.

Aquella desastrosa bienvenida a Rocadragón había sido hace meses, y había contraído matrimonio con su tío de todas formas. Las cosas no serían tan simples como cancelar su compromiso; tendrían que hacerlo de otra manera.

Y odiaba cada minuto de ello.

Se sentía egoísta desear a una mujer que se encontraba en los confines de la tierra. Pero ella lo amaba; lo cuidó como su posesión preciosa y lo sostuvo en sus brazos mientras él se volvía a quebrar, apenas era consciente de lo que estaba haciendo.

Jacaerys dejó de reconocer a Aegon hace muchas lunas. Desposó a un desconocido, juró una vida junto a un extraño, y se esperaba de él gobernar junto a un mentiroso.

A la persona que negase su luto por Aegon, él mismo le cortaría la lengua. El principito Velaryon sufrió como ningún pequeño debería, preguntando todos los días a los maestres por los cuervos de Desembarco, rogando que alguno esté dirigido a él, con el nombre y aquella desastrosa letra de su tío. Aegon era una tragedia, pero había sido la tragedia de Jacaerys.

En algún momento todos se cansan de las historias tristes.

Jacaerys pensaba, infantilmente, que podría vivir en el tormento de Aegon. Podría vivir con su omega repudiando a sus hijos. El Velaryon tendría suficiente amor para sus pequeños, así ellos no sintieran el abandono de su madre por ser impuros.

Aegon no sería más que la sombra de su marido bastardo, pero sería una reina y viviría en un palacio; Jacaerys tendría sus herederos. Eso le bastaría.

Pero cuando conoció a Sara, ya no fue suficiente. No quería ser su amigo, necesitaba de su amante; su mujer, su reina. Quería todo de ella.

Entonces, ¿por qué se estaba quebrando enfrente de su tío? ¿Qué estaba haciendo Aegon para generarle esa necesidad animal de poseerlo?

Odió cada segundo de aquella fricción enfermiza en su miembro.

Detestó lo hambriento que se sintió al ver a Aegon retorcerse ante la intromisión de sus dedos. " Aegon es mío " , él estaba provocando estas reacciones; éste omega se lo cogería en el Trono de Hierro hasta matarlo.

— J-Jacaer ... mhpg ¡Jacaerys!

Esto era demasiado, recordó el dolor en su pecho él día que abrazó al pequeño Lucerys cubierto de sangre; donde ambos lo habían perdido todo. Cuando Aegon dejó en claro dónde estaba el límite.

Volteó al Targaryen dejándolo boca abajo, rehusando ver más su rostro, pues solo había encontrado en él promesas rotas. Si tanto deleite obtenía paseando por las calles de seda; Jacaerys le recordaría como se trataba correctamente a una puta.

Cartas al invierno - Jacegon.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora