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— Sí, acepto

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— Sí, acepto. — salió en forma de susurro de la boca del castaño.

Aegon pensó que esto era ridículo, ambos eran sangre del dragón, estar casándose por ante los ojos de los siete era un insulto. Pero no había otra opción, su prometido rehusó a una boda de antiguo rito valyrio.

"No tienes que temer, tío. Cuando nos casemos ante los dioses antiguos nuestra sangre arderá junta y seremos uno"  Aegon lo recordó decir cuando los comprometieron hace cinco años. Vaya mentira, y para colmo la había creído.

— Muy bien — escuchó bizarramente decir al septón que los oficiaba.

El mayor seguía pensando en los momentos de su compromiso. El pequeño Velaryon ya no era tan pequeño, y se había presentado como alfa a sus trece años. Aegon pensaba en sí mismo como un hombre loco por tener que aceptar los cortejos de su sobrino, era un niño. Rhaenyra estaba tan encantada de ver a su pequeño bastardo tan feliz, que le rogó a su padre, el Rey Viserys, que los dejase seguir adelante con esta insensatez.

No importa lo que su madre intentase que Aegon pensara en aquellos tiempos, él seguía confundido. Jacaerys podría tener a cualquier beta u omega como pareja, pero aún así estaba empeñado en que fuese su tío quien estuviera a su lado. El cortejo casi lleva al Targaryen a la locura, su sobrino había creado una rutina basada en pasar todos los días y horas juntos, no pudo beber ni ir a escaparse a la calle de seda, pero en cierto modo admitía que prefirió pasar el tiempo junto al pequeño Velaryon sobre aquellos lugares.

— Que se sepa que Aegon de la casa Targaryen, y Jacaerys de las casas Velaryon y Targaryen son un sólo corazón, un sólo cuerpo, una sola alma. Maldito sea el que busque separarlos. — concluyó aquel decrépito señor. Aegon sintió la bilis formarse en su garganta y las manos sudar frío. Se supone que era un momento feliz, ¿por qué se sentía como el principio de su fin?

Se dió la vuelta para permitir que su nuevo esposo pusiese en él la capa que llevaba hermosamente bordada la insignia azul de los Velaryon con el contraste rojo de la casa Targaryen. Ya puesta, apenas podía escuchar nada por las multitudes aclamando, entre señores y príncipes, observó a su madre que lo miraba con un mensaje claro: Eres un Hightower, mi sangre corre por tus venas con la misma intensidad que lo hace la del dragón. 

Seguido, le dedicó una mirada a su nueva madre por ley, su hermana Rhaenyra, quien estaba llorando. Con todos estos años que tuvo para aceptar que su primogénito se casaría y decide mostrar tal debilidad ante otras personas de la corte, ¿cómo no se avergonzaba de ello? Aegon se prometió a sí mismo que cuando sus hijos se casaran no permitiría que vieran a su reina, él, llorar.

Intentando apartar los recuerdos de su juventud al lado de su sobrino, Aegon contempló al que ahora era su dueño en alma y cuerpo ante los siete,  pero nunca ante Valyria. Ambos habían crecido, piensa que la mayoría de edad de verdad le sentaría bien a Jacaerys si no lo mirase como si fuese algo que ya no conoce. Tiene ganas de gritarle que es la misma persona con la que solía compartir besos robados y vuelos en dragón.

Cartas al invierno - Jacegon.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora