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Aegon no estaba loco

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Aegon no estaba loco.

Algo no se había sentido bien, y él tenía razón. Confió en sus instintos y acertó. Pensando que la noticia que traería su hermano en las manos lo alegraría, lo haría sentirse a salvo.

No pudo estar más equivocado.

Las promesas de un niño rotas por un adulto.

Al levantarse, Aegon logra divisar de forma enceguecedora a su bestia dorada, que se acercaba por los cielos en destino a la fortaleza. Para su desgracia, Fuegosol traía consigo a Vermax y su jinete, Jacaerys Velaryon.

Con solo recordar ese nombre quiere volver a romperse. La pérdida lo estaba sofocando, pero tenía obligaciones. Jamás estaría a la altura de nada si seguía dejando que lo arrastraran por el suelo, si se seguía mostrando débil.

" No eres mi hijo "

A su costado estaba Aemond, fingiendo aún estar sumido en el sueño, mientras su brazo rodeaba la cintura de su hermano mayor. Pobre chico, toda la noche consolando al omega por errores que no eran suyos.

No recuerda cuando se coló en su cama, pero lo agradece.

— Haelena y tu no saben fingir que duermen. — comienza, con aquella ronca voz mañanera.

Aemond solo le gruñe.

Ha caído ante el sueño sin siquiera haber podido esperarlo. Así que, en la mesita de noche, logra encontrar la copa azul que acabaría todo. Si lo peor llegaba, e iban a guerra, ninguno de sus abanderados lucharía por un omega que gesta en su vientre un heredero del enemigo.

Pero ir a guerra sería renunciar a todo sin siquiera pelear por ello.

Sin duda, Jacaerys lo odiaba; eso sí lo entendió. Pero a su esposo lo había descolocado la cercanía del señor de Invernalia, Cregan Stark, y le había costado la sanidad su proximidad con Aemond. Ni hablar de su reacción a la mención de sus escapadas a la Calle de Seda. Jacaerys se quebró.

Si sólo tuviera mordidas en su cuerpo le recordaría a sus noches en algún burdel de Desembarco, pero ahora sentía el ardor en lo más profundo de su ser, el recuerdo de que Jacaerys se ha llevado su valor de omega, el recuerdo de que han matado su doncellez.

La noche anterior se repite condenadamente en el fondo de su mente, como un mártir diciéndole su fracaso, que no ha estado a la altura.  —" Él dice amarla, ¿pero has visto- has visto lo que me hizo? "

— Aegon, ¿me estás escuchando? — Quiso decir "no", pero eso sería admitir que los actos de Jacaerys lo habían afectado lo suficiente como para hacerlo disociar de su realidad.

— Sí. — Decide responder. Por un momento duda si confiar en su hermano. Aemond nunca se ha visto molestado por su problemática relación con Jacaerys, pero seguía siendo alguien rencoroso, perdió su ojo por debido a él, ¿y después de anoche? Aquella misma le será una excusa para iniciar su guerra.

Cartas al invierno - Jacegon.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora