entre el amor y el deber

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El entrenamiento del día siguiente marcó un punto de inflexión para Julián y Enzo. Aunque trataban de mantener la concentración en el juego, ambos sentían una presión interna, una mezcla de euforia y preocupación por lo que habían admitido la noche anterior. La conexión en el campo era palpable; cada pase, cada movimiento parecía tener un sentido especial. Pero con esa conexión también venía una creciente tensión emocional que no podían ignorar.

Después de la práctica, el entrenador los llamó a su oficina. El rostro severo y los ojos inquisitivos del entrenador los hicieron sentir un nudo en el estómago.

—He notado que últimamente han estado jugando excepcionalmente bien juntos —comenzó el entrenador, sin preámbulos—. Pero también he notado una distracción en ambos. ¿Hay algo que deba saber?

Julián y Enzo se miraron, buscando en los ojos del otro una señal de cómo proceder. Finalmente, fue Julián quien habló.

—Estamos bien, entrenador. Solo... nos hemos estado apoyando mucho mutuamente. Nos entendemos bien en el campo y fuera de él.

El entrenador los observó por un largo momento antes de asentir lentamente.

—Está bien, pero recuerden que lo más importante aquí es el equipo. Cualquier cosa que esté pasando entre ustedes, asegúrense de que no afecte su rendimiento. Ahora, váyanse a descansar.

Salieron de la oficina sintiendo una mezcla de alivio y preocupación. La advertencia del entrenador era clara: cualquier cosa que sucediera entre ellos debía ser manejada con cuidado.

Esa noche, Julián y Enzo se encontraron en la terraza del hotel nuevamente. La tranquilidad de la noche contrastaba con la tormenta de emociones que ambos sentían.

—¿Qué vamos a hacer? —preguntó Enzo, rompiendo el silencio.

—No lo sé —respondió Julián honestamente—. Pero no quiero que esto termine. No quiero perderte.

Enzo asintió, tomando la mano de Julián en un gesto de consuelo y determinación.

—Yo tampoco. Pero tenemos que ser inteligentes. El fútbol es nuestra vida, y no podemos permitir que esto nos distraiga.

Julián apretó la mano de Enzo, sintiendo la fuerza y la calidez en su agarre.

—Tienes razón. Pero tampoco podemos ignorar lo que sentimos.

Enzo lo miró con una mezcla de tristeza y resolución.

—No lo haremos. Pero debemos encontrar un equilibrio.

Durante las siguientes semanas, Julián y Enzo se concentraron en mantener ese equilibrio. En el campo, su conexión seguía siendo impresionante. Parecía que podían leerse la mente, anticipando los movimientos del otro con una precisión que desconcertaba a sus oponentes y deleitaba a sus compañeros de equipo. Fuera del campo, mantenían su relación en secreto, compartiendo momentos furtivos y conversaciones susurradas.

Una tarde, después de un partido particularmente agotador, el equipo celebró en un restaurante local. Julián y Enzo se sentaron juntos, como de costumbre, y trataban de disfrutar de la compañía de sus compañeros mientras mantenían su relación en privado. Sin embargo, las miradas que intercambiaban y los pequeños gestos de afecto eran difíciles de ocultar.

—Oigan, ustedes dos han estado muy cercanos últimamente —comentó uno de sus compañeros, con una sonrisa juguetona—. ¿Qué pasa? ¿Alguna novedad que quieran compartir?

Julián y Enzo se miraron, tratando de encontrar una respuesta que no levantara sospechas.

—Solo estamos trabajando bien juntos —respondió Enzo, sonriendo—. Nos entendemos en el campo, y eso ayuda al equipo.

sueños entre goles y amor( julienzo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora