Capítulo 1: Sombras del Pasado

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Las calles de la Ciudad de México rebosaban vida en una sinfonía de cláxones, voces y música callejera. Alejandro Rivera, un joven fotógrafo de 28 años, se movía entre la multitud con la destreza de alguien acostumbrado a capturar momentos efímeros. Su cámara, siempre lista, era una extensión de su mirada melancólica, capaz de encontrar belleza incluso en la cotidianidad más gris.

Esa mañana, Alejandro había salido temprano de su pequeño apartamento en la colonia Roma. La luz del amanecer se filtraba por los altos edificios, proyectando sombras largas y dramáticas que él aprovechaba con su lente. Capturó la imagen de una anciana vendiendo flores, un grupo de niños jugando al fútbol en una calle empedrada, y una pareja joven compartiendo un beso fugaz en la esquina de una panadería.

El bullicio de la ciudad era su musa, pero también su cárcel. Aunque disfrutaba de su trabajo, sentía que algo faltaba en su vida. Su espíritu inquieto anhelaba más que las historias superficiales que documentaba diariamente. Ese anhelo, sin embargo, era algo que no había logrado definir completamente.

Cerca del mediodía, mientras revisaba las fotos en un café de la zona, un sobre amarillo desgastado apareció entre las páginas de un libro que había llevado consigo. No recordaba haber visto el sobre antes. La caligrafía en el frente, con su nombre escrito elegantemente, le resultaba extrañamente familiar.

Con curiosidad, Alejandro abrió el sobre y encontró en una carta escrita en un papel antiguo y ligeramente amarillento. Las primeras líneas hicieron que su corazón se acelerara.

"Querido Alejandro,

Hay secretos que el tiempo no puede enterrar, y el pasado siempre encuentra la manera de regresar. Lo que estás a punto de descubrir cambiará tu vida para siempre. Debes viajar a San Miguel de Allende y buscar a Dolores en la Casa Azul. Ella tiene las respuestas que buscas.

Con afecto,

Un amigo de la familia. "

Las palabras resonaron en su mente, evocando recuerdos vagos de su infancia y su familia. San Miguel de Allende, un lugar del que apenas tenía memorias, y la Casa Azul, que no le decía nada. Pero el nombre de Dolores le resultaba extrañamente familiar, como una melodía olvidada.

Alejandro guardó la carta en su bolsillo y salió del café, su mente se encontraba en un torbellino de dudas. ¿Quién era el autor de la carta? ¿Qué secretos guardaba su familia? Y, sobre todo, ¿estaba dispuesto a dejar todo atrás para descubrir la verdad?

El sol de la tarde bañaba la ciudad con una luz color ámbar, pero para Alejandro, el mundo parecía haberse oscurecido con la sombra de un misterio olvidado. Caminó sin rumbo fijo, tratando de procesar lo que había leído. La decisión estaba tomada en algún rincón profundo de su mente. Sabía que debía seguir las instrucciones de la carta.

El joven fotógrafo, conocido por su mirada melancólica, ahora tenía un nuevo brillo en sus ojos. La promesa de una aventura, la posibilidad de desenterrar secretos familiares, y la esperanza de encontrar algo que llenara el vacío en su alma.

Mientras las luces de la ciudad se encendían una por una, Alejandro se dirigió a su apartamento para preparar su viaje. La rutina diaria quedaba atrás, y un nuevo camino, lleno de incertidumbres y revelaciones, se abría ante él.

La Ciudad de México, con su caótico encanto, pronto se convertiría en un recuerdo distante, mientras Alejandro emprendía un viaje hacia el corazón de su propio pasado y los secretos que cambiarían su vida para siempre. 

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