Capítulo 5: La Trampa

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Alejandro y Dolores trabajaron incansablemente durante el resto del día, preparando la Casa Azul para el inminente enfrentamiento con la Orden de la Sombra. Sabían que no podían subestimar a sus enemigos; cada medida de protección debía ser impecable. 

Dolores estudió uno de los antiguos grimorios, buscando los hechizos de protección más poderosos. Alejandro, por su parte, repasó las estrategias de combate y defensa que había aprendido en los diarios de su abuelo. La tensión en el aire era palpable, pero ambos estaban decididos a proteger el Espejo de las Sombras a cualquier costo. 

Al caer la noche, la casa estaba lista. Alejandro y Dolores se sentaron en la sala principal, un poco aliviados, pero conscientes de que el verdadero desafío aún estaba por venir. 

—Alejandro, debemos trazar un plan para atraer a la Orden a una posición ventajosa para nosotros —dijo Dolores, su voz firme—. Si nos atacan aquí, tenemos la ventaja de conocer el terreno, pero debemos ser inteligentes. 

Alejandro asintió, comprendiendo la necesidad de una estrategia clara. 

—Podríamos hacerles creer que el espejo está en otro lugar —sugirió Alejandro—. Algo lo suficientemente lejos de aquí para alejarlos de la Casa Azul, pero no tan lejos como para que no podamos alcanzarlos. 

Dolores sonrió, satisfecha con la idea. 

—Hay una vieja bodega en las afueras de la ciudad, cerca del río —dijo—. Podríamos usarla como señuelo. Dejemos pistas falsas que los lleven allí y nos embosquemos. 

Alejandro y Dolores pasaron las siguientes horas creando una serie de pistas falsas: mapas, notas y artefactos antiguos, todo cuidadosamente diseñado para llevar a la Orden a la bodega. Una vez terminado, Alejandro se dirigió a la bodega bajo la cobertura de la noche, dejando las pistas en lugares estratégicos. 

Regresó a la Casa Azul, agotado pero satisfecho con su trabajo. Sabía que la trampa estaba lista. 

Al amanecer, Alejandro y Dolores se dirigieron a la bodega, armados con amuletos de protección y algunos artefactos mágicos. La bodega era un edificio viejo y abandonado, con paredes de ladrillo desmoronadas y techos parcialmente caídos. Se escondieron en una sala trasera, esperando que la Orden siguiera las pistas y cayera en la trampa. 

Pasaron horas en tensa espera, hasta que finalmente, oyeron pasos acercándose. Alejandro contuvo la respiración mientras las figuras encapuchadas de la Orden entraban en la bodega, sus voces murmurando entre ellas. 

—Están aquí —dijo una voz ronca—. Las pistas nos han llevado al lugar correcto. Encuentren el espejo. 

Las figuras se dispersaron, buscando frenéticamente. Alejandro y Dolores se miraron, intercambiando un asentimiento. Era el momento de actuar. 

Con un movimiento rápido, Dolores lanzó un encantamiento que cerró las puertas de la bodega, atrapando a los miembros de la Orden dentro. Alejandro salió de su escondite, enfrentándose a los intrusos con determinación. 

—¡Están atrapados! —gritó, su voz resonando en la bodega—. No encontrarán el espejo aquí. 

La sorpresa en los rostros de los miembros de la Orden fue evidente. Uno de ellos, el líder, levantó las manos y comenzó a recitar un conjuro oscuro. Pero antes de que pudiera terminar, Alejandro lanzó un amuleto de protección, interrumpiendo el hechizo y derribándolo al suelo. 

Dolores apareció a su lado, conjurando una barrera mágica que impidió cualquier intento de escape. La lucha fue feroz pero breve; los miembros de la Orden, aunque poderosos, no estaban preparados para la fuerza combinada de Alejandro y Dolores. 

Con los enemigos incapacitados, Alejandro se acercó al líder, que yacía en el suelo, jadeando. 

—¿Por qué buscan el espejo? —exigió Alejandro, sus ojos llenos de furia—. ¿Qué planean hacer con él? 

El líder lo miró con odio y una sonrisa siniestra. 

—El espejo es la clave para desatar un poder más allá de tu comprensión —dijo con voz temblorosa—. Con él, podemos controlar las sombras y gobernar sobre este mundo. 

Dolores levantó una ceja y lanzó un hechizo de inmovilización sobre el líder, dejándolo incapaz de moverse. 

—Esto no ha terminado —dijo, dirigiéndose a Alejandro—. Debemos asegurarnos de que la Orden no vuelva a amenazarnos. 

De regreso en la Casa Azul, Alejandro y Dolores discutieron qué hacer con los prisioneros. Decidieron que lo mejor era entregarlos a una antigua orden de guardianes, aliados de su familia, que podrían mantener a la Orden de la Sombra bajo control. 

Mientras se preparaban para la transferencia, Alejandro se dio cuenta de que su viaje apenas comenzaba. Había ganado una batalla, pero la guerra por el Espejo de las Sombras estaba lejos de terminar. Con Dolores a su lado y el legado de su abuelo guiándolo, estaba listo para enfrentar cualquier desafío que viniera. 

Las sombras del pasado eran profundas y oscuras, pero Alejandro sabía que tenía la fuerza para enfrentarlas y proteger el mundo de los peligros que se cernían sobre él. Con una determinación renovada, se preparó para los días venideros, sabiendo que cada paso lo acercaba más a la verdad y a su destino como el guardián de las sombras. 

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