ʕ⁠'⁠•⁠ᴥ⁠•⁠'⁠ʔ || CAPÍTULO 05

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Eran más de diez agentes, no cuatro como pensábamos inicialmente.

La llegada de aquellos hombres nos obligó a apresurarnos en nuestro contraataque. Vladimir se movió rápidamente a mi izquierda en silencio; era un hombre competente en su formación como sicario. El lugar estaba a oscuras. Nos encontrábamos en la mansión de Zhenya buscando información, tras descubrir ciertas pistas que Leonid había desentrañado. El hombre que teníamos sedado no había confirmado ni negado nada, pero proporcionó una clave, pero  no previmos que los agentes interceptarían con tanta rapidez.

Leonid llevaba a Zhenya. Aunque más bajo que nosotros, él era fuerte y podía defenderse eficazmente con sus armas de largo alcance. Zhenya sería un impedimento mientras nos movíamos, y el sedante no duraría más de media hora, por lo que debíamos salir rápidamente de allí.

—Los tengo, Zar—dijo Vladimir, y asentí antes de señalar el jardín trasero que daba al bosque. Este seguramente ya estaba lleno de agentes, pero no éramos novatos. Tomé mi Glock mientras ellos cogían sus respectivas armas. Me moví al frente, dirigiendo el camino, con Vladimir cubriendo la retaguardia y Leonid en medio, cargando al hombre que veníamos a eliminar.

No dirigimos rápidamente, pero...

—¡Maldición!—se quejó Leonid cuando una bala rozó el brazo con el que sostenía al hombre—. ¡Esos hijos de puta!—entrecerró los ojos para fijarse en el tirador, disparó y lo abatió. Había muchos árboles altos, pero el espacio era lo suficientemente abierto para que viéramos a los adversarios, aunque también era una desventaja para nosotros, ya que ellos también podían vernos claramente.

—Dámelo—ordené, pero él se negó.

—Tienes que dirigir, Zar—dijo firmemente—. Este hombre es un estorbo y...

—¡Maldita sea, dámelo!—fue una orden que no parecía querer acatar. Me enfurecí y se lo quité por la fuerza. Su brazo sangraba profusamente, así que lo miré con desaprobación—. Soy tu jefe, Leonid. Debes seguir mis órdenes.

Resopló y negó con la cabeza.

—Oigan, muy bonita su charla, pero están llegando más de esos idiotas—interrumpió Vladimir, frunciendo el ceño.

Me dirigí a Leonid y le hice una señal para que tomara el liderazgo; tenía una visión especial que nos facilitaría identificar la posición de los agentes.

—A la derecha hay seis... siete—dijo, y agudicé mis sentidos. Era correcto, pero también habían otros cuatro más que venían por lados diferentes. Además de sentir la presencia de alguien más, que sin duda, no eran agentes. Estaba seguro de que se trataba de alguien más peligroso. ¿Sicario? ¿Sicarios especialistas? No lo sabía. En ese punto no importaba; cualquiera que se interpusiera en mi camino terminaría como los demás: muertos.

El hombre en mi hombro izquierdo comenzó a moverse. Tenía las manos atadas y los ojos vendados. Era claramente pesado por su tamaño, similar al mío, pero lo suficientemente manejable para llevarlo sin problemas.

Escuché una risita de su parte y fruncí el ceño. ¿Qué demonios le daba risa?

—Zar... Si me dieras un arma ahora, tal vez podría ayudarte —dijo con tono burlón.

—¿Crees que te la daré?

Corrí por un laberinto que me recordó mucho a mi casa cuando aún era un niño. Malos recuerdos invadieron mi mente de repente, pero no era momento para debilidades ni sentimentalismos.

—No lo sé, lo que sí sabemos ambos es que son más de los que puedes matar. Seguramente las balas se te acabarán en poco tiempo, y uno de tus hombres ya está herido. Además, supongo que ya has intuido la presencia de alguien más —agregó. Tenía razón, pero soltarlo y darle un arma era prácticamente un arma de doble filo. No obstante, la idea de aceptar su propuesta cobró fuerza cuando vi a unos hombres aparecer frente a nosotros. Venían vestidos completamente de negro y con el rostro cubierto. No eran agentes del gobierno; más bien parecían enviados de mafias o contrarias o quizás enemigos, pero al parecer, estos se dedicaban al combate cuerpo a cuerpo.

DULCE VENENO || CAESAR X ZHENYA ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora