Adéntrate en el vibrante y peligroso mundo de "House of the Dragon" con esta colección de one shots, cada uno una ventana a la vida oculta y apasionada de sus personajes más emblemáticos. Desde intrigas palaciegas y traiciones hasta fantasías íntima...
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Anger issues
Aegon II Targaryen x Lectora
Advertencia: Violencia física, verbal y psicológica.
Siendo prima y esposa de Aegon II Targaryen. Mi vida en la Fortaleza Roja era la de una mujer sumisa y sin opinión en los asuntos reales.
Esta noche, como tantas otras, comenzó con el sonido del vino vertiéndose en su copa. Cada sorbo parecía alimentar sus demonios, los mismos que lo llevaban a perderse en un mar de ira y frustración. Me acerqué a él, intentando calmar la tormenta que veía formarse en sus ojos.
- Aegon, ya has bebido suficiente - dije con voz suave.
Se levantó bruscamente, derramando el vino en el suelo. - ¿Quién eres tú para decirme cuánto puedo beber? - gritó - ¡Eres solo una mujer, mi mujer! No tienes derecho a hablarme así
Intenté retroceder, pero él ya estaba sobre mí, su aliento caliente y apestoso en mi cara. Me empujó contra la pared, su mano apretaba mi muñeca con fuerza. - Siempre crees que puedes controlarme, que sabes lo que es mejor para mí. ¡No sabes nada! - escupió.
El dolor en mi muñeca era intenso, pero no tanto como el miedo que me inundaba. - Aegon, por favor, detente - supliqué, mi voz apenas era un susurro. - Te amo, solo quiero ayudarte
Sus ojos se entrecerraron, y por un momento pensé que iba a calmarse. Pero entonces, en un arranque de furia, me golpeó en el rostro. Caí al suelo, el sabor metálico de la sangre llenaba mi boca.
- ¿Ayudarme? ¡Eres una carga! - gritó, esta vez su voz resonó por toda habitación. - No eres más que una traidora, igual que todos los demás. Siempre mirándome, juzgándome, haciéndome sentir menos. ¡Tú y tus constantes reproches!
Me quedé en el suelo, temblando, tratando de entender cómo el hombre al que amaba podía transformarse en esta bestia. Aegon comenzó a pasearse por la habitación, murmurando incoherencias, su paranoia y su baja autoestima alimentaban su locura.
- Y esas casas de placer...- comenzó de nuevo, deteniéndose para mirarme con desprecio. - ¡Siempre me lanzas en cara que voy allí! ¡Como si tú fueras una santa!
- No deberías engañarme, Aegon - respondí, con la voz quebrada. - Me prometiste fidelidad. Pero siempre vuelves oliendo a fragancias baratas y a vino derramado, me destrozas con tus mentiras...
Se abalanzó sobre mí, levantándome del suelo tomando mi cabello suelto en su puño - ¡Yo hago lo que quiero! Eres mía, solo mía. No tienes derecho a cuestionarme. ¡Nunca!
El terror en mis ojos parecía alimentarlo. Sentí su mano apretar más fuerte mientras sus dedos marcaban mi piel. - ¡Deja de lloriquear! - rugió, lanzándome contra el suelo. - Eres débil, siempre lo has sido. ¡Eres una vergüenza para ser llamada reina!
