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Izuku dejó de lado las tijeras para pasto luego de terminar de recortar las hierbas crecidas del jardín. Sobre la mesa, sentado en una postura que dejaba mucho que desear para alguien de su estatus, Katsuki le observaba con interés.

—¿No es algo tarde?— Izuku rompió el silencio, sentándose a un lado del rubio príncipe, quien, apenas percibirlo cerca, se recorrió lo suficiente para que sus rodillas se tocaran y le fuera más fácil sujetar su mano en cualquier momento.

El peliverde ni se inmutó. Ya se había acostumbrado al acercamiento físico del rubio.

—¿Debería irme?— devolvió el cenizo, con voz grave.

—No me mal entiendas— se apresuró a aclarar—. Es solo que me intriga saber por qué es la segunda tarde en la que no te marchas apenas el sol comienza a ocularse.

Katsuki suspiró, sabiendo que aquello era cierto.

—La vieja sigue sin regresar— contestó, algo incómodo—. Han pasado ya tres noches.

—¿Sigues sin saber a dónde fue?

El rubio asintió.

—No parecen querer decirme. Mi viejo solo dice que está agotado y suficiente tiene con tratar de controlar todo en su estado, y el imbécil de Kirishima dice que no tiene idea, pero no le creo nada.

Izuku se quedó en silencio escuchando, pero si tenía que ser honesto, aquello le generaba un presentimiento raro, uno que no sabía explicar.

—¿El rey no te llama la atención por llegar tarde?— optó por preguntar al ver que no tenía una buena respuesta para lo otro.

—No, solo me mira con esa expresión rara que se carga desde que la bruja se fue... lo que no sé qué es peor, pues la vieja bruja al menos me decía qué diablos pasaba por su cabeza.

Izuku suspiró, a la par que el rubio lo hizo, y al verse una vez más sin respuesta, no hizo más que rodear por los hombros al contrario y demostrarle de esa manera que era su apoyo.

Pronto Katsuki se fue, pues, según sus palabras, aunque no había estado recibiendo regaños de su padre, no quería tentar a la suerte, pues era bien sabido que -aunque rara vez pasaba- un Masaru realmente enojado daba más miedo que Mitsuki.

Y cómo él no podía retenerlo, lo dejó ir, no sin antes darle un buen beso de despedida y recordarle que acudiera a él en caso de que cualquier cosa rara sucediera.

Apenas entró a casa, y con un resoplido cerró la puerta que daba al jardín trasero, se encontró con la visión de su madre, esperándolo sentada en el sofá, con esa mirada analítica que delataba que estaba pensando algo con seriedad.

Izuku tragó saliva inconscientemente.

—Así que otra vez estaba el príncipe aquí, ah— señaló su madre con tono seco—. Me da la impresión de que viene bastante seguido a verte.

—C-Creí que te alegraba que viniera. Ya sabes, te gustan esas cosas de la realeza y así— respondió él, tratando de sonar lo más natural posible, aunque lo cierto era que los nervios fueron palpables en su voz.

—En lugar de visitar como una persona normal lo haría, llega por el jardín trasero y se va silenciosamente, y tú, Izuku, ni siquiera me habías contado que había estado viniendo— señaló, poniéndose de pie y encaminadose ligeramente a su habitación. Su mirada tan lejana como sus palabras.

—No le gusta llamar mucho la atención, así que me pidió discreción— excusó, con los pensamientos a mil por hora—. Y-Ya sabes, con esto del compromiso toda la gente ha estado más atenta con todo lo que hace y eso no le encanta, por eso me pidió discreción.

I Wanna Be Yours || DKBK - BKDKDonde viven las historias. Descúbrelo ahora