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—¿¡Una espada para el príncipe!?—exclamó Inko cuando su retoño le dio la noticia.

No era la primera vez que hacían un encargo para la prestigiosa familia, pero que fuera directamente un encargo del príncipe era una novedad. Inko casi podía ver la cantidad de dinero y prestigio que ganaría con esa venta; incluso podría presumir con sus amigas del pueblo.

—Sí. Empezaré en cuanto termine el pedido que tengo pendiente, quizá mañana mismo—respondió el pecoso, enfocándose en su cena con mucha menos emoción que su madre por el encargo.

No es que no le gustara la idea se hacer una buena venta, pero lo cierto era que su mente andaba de viaje recordando las interacciones con el más joven de los Bakugou.

Algo, en todo eso, aún le sorprendía. Quizá era lo despreocupado que eran los subordinados con él, lo rebelde que era, o la extraña familiaridad que sintió con él a pesar de, en teoría, deber demostrarle respeto y devoción.

Tan solo recordar cómo habían bromeado y cómo incluso lo había desafiado le hacía sentir vergüenza.

Por no mencionar el feo apodo que le había asignado, como si fueran amigos de toda la vida.

—¿Pasa algo, Izuku?—preguntó su madre, dejando de comer cuando vio que se había quedado quieto y un incómodo sonrojo se le había subido a las mejillas—. No me digas que te sonrojas porque... ¿¡estás enamorado!?, ¿¡quién es ella!?, ¿es la hija de los de la casa de remedios?, ¿la hija de los pescadores?, ¿o será la de los herreros?

—¡¿Qué!? ¡No!—exclamó, agitando las manos y con el rostro aún más rojo. Su madre lucía feliz, pero él se sentía incómodo—. Uraraka-san, Tsuyu-san y Hagakure-san son buenas amigas, mamá, sólo eso, lo juro.

La sonrisa de Inko se desvaneció al instante e Izuku se sintió un poco culpable por ello. Su madre, al igual que todas las madres en el reino, siempre había deseado que él, como su hijo, encontrara una buena mujer a la que desposar y con la cuál tener herederos, pero él no había podido cumplir con sus deseos.

No era por nada, pero sabía que Inko se sentía algo desanimada de que todavía no se hubiera comprometido con nadie. Lo habitual era que a partir de los dieciocho la mayoría ya estuviera emparejado con la persona con la que pasarían el resto de sus días, pero estos últimos años eso parecía estarse perdiendo un poco, pues según rumores, la cantidad de jóvenes sin comprometerse al cumplir la mayoría de edad iba en aumento. Él había sido uno de esos casos y habían pasado años desde entonces.

Del mismo modo, a Izuku a veces le daba la impresión de que su madre comenzaba a pensar que sería el quedado de la familia, pero no podía obligarse a sí mismo a enamorarse de alguien cuando jamás a encontrado a la chica perfecta.

Él sólo buscaba una compañera con la cual pudiera interactuar como amigo y como pareja, con quien pudiera disfrutar sus aficiones y con quien pudiera apoyarse cuando fueran tiempos difíciles. Nada del otro mundo.

O quizá, solo quizá, sus expectativas eran tan especiales que no ha encontrado a nadie que cumpla con todas y que, además, encienda sus pasiones. Por supuesto, eso último también era un factor importante a considerar.

—Sé que al igual que lo hacía mi padre, te encantaría que por fin encontrara a alguien a quien amar... pero eso no ha pasado, madre, no todavía.— Se explicó porque sintió la necesidad de hacerlo, agachando la cabeza y sujetando con fuerza el cuenco de arroz y habichuelas.

—Tu padre, al igual que yo, deseaba más que nada que fueras feliz, así que no te presiones.

Y como cada vez que su padre salía a colación, Inko cortó la conversación y se levantó de la mesa sin terminar de cenar.

I Wanna Be Yours || DKBK - BKDKDonde viven las historias. Descúbrelo ahora