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📍manchester, 2022

El frío viento de Manchester me hacía temblar, pero el verdadero escalofrío vino cuando lo ví. Estaba ahí, parado al lado del auto, riéndose con Cristian, vistiendo un camperón de Adidas del United. Sus ojos oscuros destacaban más bajo las tenues luces del estacionamiento. Cada línea de su cara, cada gesto, su ceño fruncido, como marcaba su mandíbula y cada vez que sonreía aparecían unos pequeños pocitos en sus mejillas.
Siempre pensé que si volvía a verlo ya no me iba a causar nada, que el tiempo y la distancia habían sanado todo. Pero ahí estaba, con su manera despreocupada de ser y con su sonrisa, destruyendo cada uno de los muros que tanto me habían costado construir. Intenté borrarlo una y mil veces de mi vida pero al parecer era una persona que siempre dejaba una huella. Aunque pasemos tiempo alejados, aunque estemos en distintas partes del mundo, aunque odie cada parte de su ser desde los pies hasta la cabeza, el iba a causar estragos en mi cabeza y en mi corazón.

Todo parecía en cámara lenta cuando cruzamos miradas, verlo tan cerca mío desmoronaba todas las mentiras que me había contado a mi misma. Me sentía vulnerable y expuesta, con todos mis sentimientos a flor de piel, sin poder ocultar el impacto que su presencia tenía en mí. Su mirada era tan familiar, tan llena de recuerdos y momentos que me había obligado a enterrar. El también parecía sorprendido por lo que una parte de mí se sentía aliviada.
No sabía cuanto tiempo habíamos estado mirándonos, parecía una eternidad y al mismo tiempo, solo un segundo. Mi corazón latía con fuerza, en cualquier momento sentía que iba a salirse por mi garganta, hace mucho que no pensaba en el, tenía 17 cuando lo dejé y ahora teniendo 22, no soy la misma pendeja de antes, pero mientras el se quedaba recostado en el auto, sentí que los cinco años que habían pasado, no existían.

– Vení Cristian, vení un segundo. – Karen rompió el silencio, dándose cuenta que desde hace varios minutos nadie decía nada. Lo llamó estirando su brazo y haciéndole señas para que venga. El con una expresión desconcertada camino hacia nosotras.

– ¿Qué pasó? – preguntó mirando de reojo a su amigo, quien se había puesto a revisar su celular, y luego a mí. Ella lo miró seria mientras lo apartaba un par de pasos más.

– Tanto le insististe para que venga y que no se iban a encontrar. – dijo en un susurro que aún pude escuchar, si bien aún estaba en trance me encontraba molesta, muy molesta.

– No fue planeado, veníamos hablando nomás, amor. – el levantó sus manos, su voz tenía un tono de defensa como si fuese una cagada hecha por Valentino. Mi amiga me dió una mirada con la que parecía pedirme disculpas.

– Ya está, no discutan más. – los interrumpí con un tono cansado, la tensión entre nosotros era realmente notable. Por fin decidí moverme, caminé hacia el auto ya que aún tenía a Valen a upa y si bien era chiquito, los brazos no me daban más. Traté de abrir la puerta como pude pero la verdad que era bastante imposible.

– ¿Te ayudo? – escuché su voz y solté un suspiro molesto, tratando de no re cagarlo a puteadas, ni siquiera me había saludado.

– Yo puedo. – le respondí manteniendo mi tono firme a pesar de la irritación y esforzándome por no mostrar lo incomoda que me encontraba. Lisandro después de ver la infinidad de intentos fallidos, se acercó y abrió la puerta con una de sus manos, haciéndolo ver tan fácilmente. Lo miré enojada, pero no dije nada, no se merecía que gaste mis palabras en él.
Acomodé a Valentino en su sillita con mucho cuidado para no despertarlo, era lo único que faltaba.

– Es un milagro que hayas hecho dormir a Chucky. – oí las palabras de Cristian seguido de una risa nasal por su parte.

MAMICHULA - lisandro martinez.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora