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📍 qatar, 2022

Apoyarme sobre la puerta cerrada de la habitación fue lo mejor que podría haber hecho. Las piernas no me daban más, me dolían los pies y necesitaba darme un baño urgente. Me deje caer contra la madera, deslizando la espalda por la superficie fría hasta que estuve en el suelo. El eco de los festejos aún se escuchaba por los pasillos aunque la puerta lo amortiguaba.
Cerré los ojos, tomando una respiración profunda, sintiendo como el agotamiento de todo el día me golpeaba de repente. No sabía si era por el calor, por el estrés del partido o simplemente el peso de toda la emoción acumulada.
Por la ventana entraba una leve corriente de viento, las noches en Doha por suerte eran mucho más agradables que los días con más de 30 grados a la sombra.

Escuché el sonido de la llave girando en la cerradura y abrí los ojos justo cuando la puerta se empujó levemente hacia adelante.

– ¿Amor que haces en el piso? – preguntó Lisandro apareciéndose detrás de la puerta. Todavía llevaba la ropa del partido, o bueno, la mitad porque la camiseta la tenía por encima de los hombros. Su pelo estaba desordenado y sus ojos algo rojos.

– Se ve que la pasaron bien, me hubieras compartido. – logré pararme gracias a su mano extendida.

– Ya sabes como es el Ota, uno va, uno viene y bueno terminamos compartiendo. – verlo con los ojos achinados cuando sonreía me daban ganas de hacerlo papá. Me abrazó con fuerza, pegándome a su cuerpo caliente.– Estas toda tensa, mi amor.

– Es que fue una locura, me enojé mucho. – reí un poco, apoyando mi cabeza sobre su hombro.

– ¿Segura? Porque el Moli me dijo que Leo se enteró por Anto que te sentías mal.– su voz sonaba relajada, arrastrando un poco las palabras y su mirada se posó en la mía con ese brillo que lo delataba, estaba un poco perdido. Solté un suspiro largo, sin saber si reírme de él o cagarlo a pedos.

– Ya me parecía que andabas medio falopeado. – murmuré con una media sonrisa.

– Naah ¿Que decís? – me hizo un montoncito con los dedos y mordiéndose su labio, pero sabía que no me iba a convencer con eso así que me crucé de brazos. – Fue un porro, nada más.

– Sos un desastre. – solté una carcajada y traté de separarme de él pero sus brazos rodeando mi cintura me lo impidieron.– Soltame, sos un asco, estas todo chivado.

– Bue che, ¿tanto lío por un porrito? —dijo con esa sonrisa que me derrite pero que, en este momento, solo me hacía querer empujarlo hacia la cama y encerrarme en el baño para despejarme. Me acarició la espalda y me besó en la frente—. Voy a hacer unos matecitos ¿te va?

Me mordí el labio, dudando si seguir discutiendo o simplemente dejarlo. Sentía el cuerpo agotado, y un baño con agua bien fría parecía ser la mejor opción para relajarme un poco.

—Está bien, hacé lo que quieras —le respondí, saliendo de sus brazos y caminando hacia el baño. Lo escuché tararear una cumbia bajito mientras se movía por la habitación tirando un par de pasos de baile medios raros, y tuve que reprimir una sonrisa.
Antes de meterme al baño, vi como agarró un encendedor de arriba de la mesita de luz y sacó un sahumerio de palo santo del cajón para poder prenderlo.

Abrí la ducha y dejé que el agua fría empezara a caer por el piso de la bañera. Me desvestí despacio, sintiendo el peso del día en cada músculo adolorido. Cuando el agua helada tocó mi piel, me estremecí de inmediato, pero no me importó, lo necesitaba.

MAMICHULA - lisandro martinez.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora