Romantic and repulsive

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Los sentimientos son repulsivos, rancios, ¡repugnantes!

Pero son esencialmente valiosos cuando se trata de exponerlos en sus formas más primitivas y desesperadas, porque de ahí yace la naturaleza humana más lucrativa que pueda existir para los medios. Es por eso que con cada temporada, aún con su notorio rechazo, puede llegar a 'tolerarlos'. Porque son ingresos, es drama, es la clase de entretenimiento que paga sus cheques con varios ceros a la derecha; el problema reside cuando esos sentimientos, que posteriormente escalan a emociones corrosivas, se instalan no solo en los concursantes, sino también en su propio pecho, el cual se contrae como si la presión estuviera a punto de matarlo.

Lo que no necesitaba, nunca.

Sentir es vulnerabilidad, y la vulnerabilidad es el fin de una carrera; porque si sientes, entonces, eres humano. Y los humanos son tan efímeros, tan reemplazables, nadie se encuentra en la excepción de la regla.

Lo sabe porque hace mucho sintió hasta que no le quedó nada por lo cual poseer una emoción.

Entonces cuando lo ve, cuando le habla, cuando es tan (in)necesariamente romántico, su corazón late, se ahueca; pide que lo arranque pero que lo sostenga con toda la fuerza que posee en sus brazos, Así que lo aleja, lo empuja, usa todas las palabras hirientes con las que ha aprendido a describir a las personas. De esta forma cuando por fin la cuerda se tensa, cuando se encuentra a unos centímetros de desgarrarse, lo más bajo de sí sostiene el extremo contrario, tratando de atraerlo, de hacer que se quede; porque lo necesita pese a todas las confirmaciones en las que le asegura ser alguien insignificante.

Un ciclo vicioso, uno de los tantos en los que ha apostado su dignidad, uno de los pocos en los que realmente agoniza cuando llega la abstinencia.

La cual es constante, porque su pecho murmura tan bajo sus verdaderos deseos, que su boca decide ignorar su canto para transmutar las oraciones en armas letales que acaban por alejarlos cada vez más. Chris lo sabe, lo ha sabido desde el momento en que cayó tan bajo por el hombre. Es su propia persona quien le impide disfrutar del goce insano de ser querido tanto por alguien a quien (no) merece. Pero tampoco hace nada, porque (no) puede hacerlo.

(No) están hechos para el otro, ¿por qué desvivirse por eso?

Entonces solo queda dejarse llevar, minimizarlo a un deseo primario, una necesidad que puede agregar y desechar de la lista de prioridades dentro de su vida.

Hasta que le recuerdan, amargamente, que ha estado re-escribiendo su nombre en la lista de todas las cosas que desea en su vida o morirá.

―¿¡Cómo qué te vas!? ―el reclamo rompe con el silencio de la habitación, sin embargo, no parece hacer flaquear en lo más mínimo a la determinación que coloca los ojos en blanco. ―Estás...estás bromeando. ¿Es eso, verdad? Es simplemente otra de esas estúpidas bromas que haces antes de que vuelvas a mi camerino arrepentido. Muy gracioso, Chef, ya puedes dejarlo. No tiene ni una pizca de gracia, amigo.

No le hablan, no le miran; Hatchet tan solo se concentra en seguir empacando todo lo que le es posible.

McLean vuelve a intentar obtener una respuesta, obteniendo el mismo resultado; con cada repetición, solo se agrega otro objeto dentro de la maleta que ahora le resulta sin fondo.

¿Cuánto de su vida se está llevando con él?

―Chef, por favor.

Su cuerpo sigue tan lejos de su ser.

―Chef Hatchet.

Lo está dejando atrás.

―Chef... ―. Desconoce el sonido de su voz, desconoce quién es la persona quien está implorando por un segundo de su atención, ―dime que esto es una broma.

When you fall in love with a foolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora