"la luz que se apagó"

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Lando había sido ciego desde los cinco años, pero eso no le había impedido vivir una vida plena. Con su espíritu alegre y su amor por la música, siempre encontraba formas de disfrutar del mundo que lo rodeaba. Un día, mientras paseaba por el parque, escuchó una risa que resonaba entre los árboles. Era Daniel, un joven encantador con una pasión por la fotografía. Desde ese momento, se cultivó una amistad especial entre ellos. Lando se sentía afortunado de tener a Daniel a su lado. Pasaban horas hablando sobre sus sueños y aspiraciones. Daniel le prometió que algún día le mostraría el mundo a través de su lente, y Lando imaginaba cómo sería ver todo lo que él describía con tanto entusiasmo. Con el tiempo, su amistad se transformó en algo más profundo. Lando se dio cuenta de que amaba a Daniel con todo su corazón. Un día fatídico, mientras Daniel se dirigía a una sesión de fotos, un accidente automovilístico cambió sus vidas para siempre. Lando recibió la noticia en medio de un día normal; el corazón le latía con fuerza al escuchar que su mejor amigo había sido gravemente herido. Corrió al hospital, lleno de preocupación y miedo. Cuando llegó, encontró a Daniel en una cama de hospital. Su cuerpo estaba lleno de vendajes y tubos; aún así, la esencia de su amigo seguía brillando.

- Lando -susurró Daniel débilmente al verlo entrar.- Lo siento mucho-

-¿Por qué te disculpas? ¡Estás aquí! Eso es lo que importa -respondió Lando, aferrándose a la mano de Daniel mientras las lágrimas caían por sus mejillas. El médico les explicó que Daniel había sufrido daños severos en sus ojos y que era posible que quedara ciego. La angustia llenó el corazón de Lando al imaginar un mundo sin la luz de Daniel. A pesar del dolor, la situación tomó un giro inesperado cuando los médicos decidieron que las córneas de Daniel podían ser donadas para ayudar a alguien más a recuperar la vista. Fue una decisión difícil para él, pero sabía que era lo correcto. Después del trasplante, Lando recibió la increíble noticia: había sido elegido como receptor de las córneas. La alegría fue abrumadora; finalmente podría ver nuevamente gracias al sacrificio de alguien valiente. Sin embargo, no sabía que esas córneas pertenecían a Daniel. Cuando llegó el día de la operación, Lando sintió una mezcla de ansiedad y esperanza. Tras varias horas en quirófano, despertó sintiendo una luz brillante atravesar sus párpados cerrados. Con cada parpadeo, sintió cómo su mundo se iluminaba lentamente. Al abrir los ojos por primera vez, las imágenes comenzaron a tomar forma ante él: colores vibrantes y rostros familiares llenaron su visión. Los días pasaron mientras Lando se adaptaba a su nueva realidad visual. Sin embargo, había algo inquietante en esa luz; cada vez que miraba un rostro conocido o escuchaba risas cercanas, sentía un vacío profundo en su corazón. Una tarde decidió visitar el parque donde solían pasar tiempo juntos. Al caminar por allí con cautela y emoción renovada, vio una fotografía colgada en un árbol: era una imagen hermosa del atardecer tomada por Daniel antes del accidente. Su corazón se detuvo al reconocer esa luz especial. De repente, todo cobró sentido cuando escuchó la voz familiar detrás de él:

- Lando.... -era un amigo común que había estado presente durante toda esta historia.

- Daniel... -murmuró Lando mientras giraba lentamente hacia la voz; los recuerdos comenzaron a inundar su mente como un torrente incontrolable.

-Lo siento mucho... No pude decirte antes -dijo el amigo con tristeza en sus ojos. En ese instante comprendió lo que había pasado: las córneas que ahora le permitían ver eran las mismas que habían pertenecido a su gran amor. El dolor lo invadió como un tsunami; había recuperado la vista gracias al sacrificio de Daniel pero nunca podría abrazarlo ni compartir esa luz juntos. Lando cayó al suelo en llanto desgarrador; no solo había perdido a Daniel físicamente sino también emocionalmente al descubrir la verdad detrás del regalo tan precioso. La vida les había jugado una cruel broma: él veía gracias a quien más amaba y ese amor jamás podría ser correspondido como deseaban. Desde ese día en adelante, Lando caminó por el mundo con una mezcla de gratitud y tristeza; veía todo lo hermoso gracias a Daniel pero siempre cargaba con el peso del amor imposible e irremediable.

Sombras de un amor no correspondidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora