la propuesta

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Era una mañana soleada y tranquila cuando Juanjo llegó a la escuela para dejar a Isabella. La pequeña, aún un poco somnolienta, le daba un beso en la mejilla antes de bajar del coche.

—Papá, ¿puedes recogerme temprano hoy? —preguntó Isabella, con sus ojos grandes y expectantes. La pregunta descolocó un poco a Juanjo, su pequeña jamás le había pedido eso y sabía que su hija conocía la importancia de ir a la escuela todos los días. Jamás había tratado de fingir estar enferma ni había hecho algún berrinche para evitar ir al colegio.

—Sabes que tienes que quedarte todo el día, Isabella. —Juanjo revolvió un poco el cabello de su hija, notando una leve tristeza en su expresión—. ¿Qué es lo que pasa? ¿Te sientes mal?

Isabella bajó la mirada y jugó con la cinta de su mochila, indecisa.

—Es solo que... —empezó a decir, pero luego se detuvo—. No, está bien, papá. Me quedaré todo el día.

Juanjo sintió una punzada de preocupación. Sabía que Isabella estaba pasando por un momento difícil con la mudanza y la adaptación a la nueva escuela.

—Cariño, puedes decirme lo que sea. ¿Estás bien? —insistió, agachándose para estar a su altura.

—Solo extraño Zaragoza... y a los abuelos... y a mamá —confesó Isabella en un susurro, con los ojos llenos de lágrimas contenidas.

El corazón de Juanjo se apretó. Abrazó a su hija con fuerza, deseando poder aliviar su dolor.

—Lo sé, mi amor. También los extraño mucho. —dijo suavemente—. Pero sabes que la escuela es importante. Prometo que hablaremos más sobre esto esta noche, ¿de acuerdo?

Isabella asintió lentamente y, después de un momento, se separó del abrazo. Juanjo le dio un beso en la frente y la vio caminar hacia la entrada de la escuela, con pasos lentos.

Justo cuando Juanjo estaba a punto de regresar a su coche, notó a Martin acercándose. El profesor parecía nervioso, y Juanjo se preparó para cualquier noticia que pudiera tener sobre Isabella.

—Hola, Martin. —saludó Juanjo, intentando sonar tranquilo—. ¿Todo bien? ¿Pasa algo con Isabella?

—Sí, todo está bien. —respondió Martin rápidamente, notando la preocupación en el rostro de Juanjo—. No te preocupes, no es nada grave. Solo quería pedirte unos minutos para hablar.

—Claro, ¿de qué se trata? —preguntó Juanjo, aún con el pensamiento en su hija.

Juanjo notó otra vez el nerviosismo de Martin —Si, claro.. En la escuela estamos organizando un evento especial: una clase de cocina para padres e hijos. Pensamos que sería una excelente oportunidad para involucrar a las familias y recaudar fondos para las clases de arte y deportes. Al final de la clase, subastaríamos los postres y platos preparados.

Juanjo asintió, escuchando atentamente mientras Martin continuaba.

—Sé que estás muy ocupado con el restaurante y con Isabella. No quiero imponerte, pero nos encantaría si pudieras ser el chef invitado para dirigir la clase. Entiendo si no puedes, de verdad.

Juanjo sonrió, sintiendo una ternura creciente hacia Martin. La dedicación del profesor hacia la escuela y su preocupación por no ser una carga le parecían entrañables.

—No hay problema, Martin. — dijo Juanjo, poniendo una mano en el hombro del vasco—. Me encantaría ayudar. ¿Sabes qué? Si tienes tiempo, podemos salir a desayunar mañana. Es fin de semana y podríamos hablar más a detalle sobre el evento.— preguntó Juanjo sintiendo un poco de nerviosismo, jamás había tratado de ver a algún profesor de Isabella fuera de la escuela antes y no sabía cómo podía tomárselo

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