Capítulo 1: Arthur Klein

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En lo más profundo de la tierra, donde el frío es pesado y respirar cuesta, donde gotitas de agua caen de las paredes laterales, y la luz no llega. Ahí, en ese punto donde la magia y la oscuridad se intersectan, apareció un día una terrible calamidad que mantuvo el mundo en una constante desesperación. Esta maldición afecta a la tierra y su fertilidad, a la vida cotidiana y alimentos corrientes, el frio dura todo el año y no llega el calor. Donde la aurora boreal se ve todo el día, y donde los monstruos come hombres salen a saciar su sed. Esta desgracia se mantuvo hasta el día de hoy, acabando con la esperanza de la gente, construyendo murallas entre todos y creando egoísmo en las naciones. Destruyó el amor que la gente tanto intentaba alcanzar, pero, ¿será muy tarde para recuperarlo?

***

El silencio perturbador se comía las esperanzas y sueños de los niños. Desde una ventana veía la nieve caer a montones, cubriendo de blanco todo lo que se cruzara en su camino, los cubiertos resonaban entre sí, y una mirada como la miel observaba encantando como caían los pequeños copos de nieve. Me había acostumbrado tanto al frío que lo sentía parte de mis entrañas, la tierra estaba muriendo, y no podíamos hacer nada más que limitarnos a observar este caos, queriendo cerrar los ojos y que desapareciera este terror que me hacía sentir pequeño, débil.

Una voz femenina interrumpió mis duros pensamientos, haciendo prestar atención a lo que salía de su boca.

— Arthur, ¿invitarás a Nicola y Aitana hoy? — Esto fue dicho por mi madre, una mujer de cabello ondulado, largo y negro con unos ojos color miel. Efectivamente, yo era la viva imagen de mi madre.

—Mamá... —la miré por un instante. Divagaba en todos mis pensamientos, pero al final contesté— Sí, más tarde vendrán.

—Excelente —me dedicó una sonrisa, sin embargo, rápidamente fue cambiada por una mirada preocupada. Se acercó a mí con alarma—  Estás pálido y lleno de escarcha. Aléjate de esa ventana —me dijo, pronto me di cuenta de que había estado mucho tiempo expuesto al frio.

—Ah, sí, claro —me aparté de la ventana, sin dejar de mirar el paisaje nevado que creaba tantas emociones en mí.

Las fuertes ventiscas y la escarcha cayendo tan libremente me daban una sensación de libertad. Una sensación que desearía que perdurara por el resto de mi vida.

Cuando menos me di cuenta, estaba siendo aplastado por mimos y abrazos de mis mejores amigos, que se reían y decían mi nombre con dulzura.

— Tanto tiempo sin verte~ —escuché decir a Aitana como si no nos hubiéramos visto en años, a lo que respondí.

—Nos vimos ayer, no seas exagerada —Dije con total tranquilidad, acostumbrado a los berrinches que se armaban una vez que mis amigos y yo nos veíamos.

Mi mamá nos observaba desde el marco de la puerta con una sonrisa orgullosa. Ninguno de nosotros había perdido su espíritu por peor que fuera la situación. Después de todo, Aitana seguía siendo esa chica alegre y despistada, Nicola ese niño genio que siempre tenía una idea creativa. Y yo... seguía siendo yo.

—Chicos... —habló Nicola, bastante emocionado— he realizado un nuevo invento, consta en...

Entonces, fue interrumpido por Aitana, quien hablaba con gran entusiasmo.

—¡He creado una nueva colección de trajes invernales! —dio saltitos de emoción— vamos a verlos.

El rostro de Nicola se ensombreció, y no pude evitar reír ante la espontaneidad de Aitana. Vivía constantemente en la luna, pero nos quería como nadie.

Después de una sesión de vestuario totalmente agotadora, Nicola decidió enseñarnos su maravilloso invento, que, según él, nos dejaría con la boca abierta.

Tárikh: la primera guerra Donde viven las historias. Descúbrelo ahora