Capítulo 4: La difícil tarea de ser un mago

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Increíblemente, Aitana y Nicola se habían adaptado bastante rápido a la visita de Zefirio, siendo que estos dos no dejaban de bombardearlo con preguntas.

—Ya, niños —dijo con seriedad, deteniendo a mis amigos a quienes literalmente les brillaban los ojos al hacerle preguntas. — Debo volver a mi hogar.

—Espera, Zefirio —lo detuvo Nicola— Aún no nos has dicho cuál es tu magia. ¿Qué hay de tu amuleto maná?

Por supuesto. No había prestado atención al amuleto de maná de Zefirio, el cual ahora mismo colgaba en su cuello. Era en forma de garra, de color rojo intenso.

—Soy un mago noble y mi amuleto de maná me permite tener una fuerza sobrehumana —miró al suelo, como si se estuviera perdiendo en sus pensamientos.— Antaño, solía usar mi magia para participar en competiciones. Llegué incluso a matar leones con mis propias manos.

Todos lo observamos, impresionados. Mis amigos tenían habilidades muy poderosas: Nicola tenía su magia de creación, Aitana su magia de hielo, pero parecía que se sorprendían al ver cualquier otra habilidad. De todas formas, la magia de Zefirio era fantástica, ¿algún día llegaría yo a tener alguna fuerza de tal magnitud? El poder de crear cosas que tenga en mi imaginación, de poder congelar los objetos y controlar la nieve a mi antojo, ¿alguna vez sería parte de mí aquel poder?

***

—¿Podemos ir contigo? —pregunté a Zefirio. Pensé que si nos íbamos con él, las cosas podrían mejorar un poco.

—Bueno... si no les importa andar con un criminal, no hay problema. —Él dijo, mirándome.

—¡A pues perfecto! ¡Claro que iremos con... ¡¿Qué?! ¿Qué fue lo que dijiste? — pregunté asombrado, a lo que Zefirio respondió.

—¿Qué si podían venir?

—No eso no, la otra parte.

—Ahhh, la de si no les importa ir con un criminal, ¿verdad? —me respondió como si fuera lo más normal del mundo.

—¡Páramelo ahí! ¿Cómo que criminal? — Dije. Mis amigos y yo estábamos iguales, sin saber que pensar, ¡estábamos con un criminal!

—Bueno... es que hoy en día las cosas están bien feas para la foto, las cosas están bien caras y el sueldo es cada vez menor. Además, hay una enfermedad que se llama 'hambre' y la gente se muere de hambre, y yo no me pienso morir de hambre —argumentó— Si me voy a morir va hacer por viejo o por un asalto. Pero de hambre no —habló con bastante seguridad, y vaya, menudo discurso se acababa de inventar.

—Sospechoso —Nicola se ajustó sus lentes— ¿Por qué lo dices con tanta naturalidad? O sea, sé que estamos bastante mal, ¿pero tanto así? —levantó una ceja.

Sin embargo, a Aitana le brillaron los ojos y habló con bastante emoción—: ¡Me encanta lo prohibido! Yo sí que quiero ir con Zefirio.

Este suspiró, cansado— Pero no los llevaré conmigo para que estén ahí parados, como si nada. Es más... —pensó un momento— ¡Me tomaré el día libre! ¿Qué tal si probamos sus habilidades el día de hoy? Quizás me puedan ayudar.

Bajé mi mirada. Mis amigos se veía muy entusiasmados, pero yo no tenía magia, y Zefirio aún no lo sabía. Por supuesto, no sabía esta terrible desgracia que tenía, pues yo era como la tierra infértil, sin la capacidad de producir. No tenía magia, y eso suponía un gran dolor para mí.

—¡Por supuesto que nos gustaría! Sería increíble... —entonces, Aitana me miró, y se sorprendió al ver mi rostro triste— Sólo una cosa, Zefirio. Arthur no posee magia. —Inmediatamente, pude ver la impresión en su rostro.

Tárikh: la primera guerra Donde viven las historias. Descúbrelo ahora