Capítulo 3: Un gran poder conlleva una gran responsabilidad

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Cinco horas desde que abandonamos la aldea.

Nicola había dejado la cueva para buscar ramas secas y hacer una fogata. Aitana dormía a mi lado mientras yo suspiraba con pesadez, mis pulmones dolían y tenía la nariz roja por el frío de la noche.

Eran aproximadamente las dos de la madrugada cuando Nicola volvió de su aventura por ramas secas. Me levanté de mi lugar y lo ayudé con las pocas ramas que había traído, pues, al haber llovido no habian ramas totalmente secas.

—¿Crees qué estaremos bien? —le pregunté a Nicola, quien me miro con ojos tristes y me sonrió con dulzura.

—No lo sé, pero te cuidaré —sonrió él.

Le devolví una pequeña sonrisa. ¿Cómo podría sonreír en una situación como esta? Era una respuesta sencilla: los tenía a ellos. Mis amigos me hacían feliz incluso en momentos tristes. Desde que me enteré de la terrible noticia, no pude hacer más que llorar y deprimirme. Pero ya no más. Era momento de levantarse, y más fuerte que nunca.

—Oye, Nico —lo miré un segundo, después observé a la somnolienta Aitana— Tenemos que hacer algo. No podemos dejar todo este caos así. Aunque nuestro reino haya sido destruido en su totalidad... ¿Será que podemos resolver esto?

Él desvió la mirada. Tenía incertidumbre en su expresión —: No lo sé. Y si fuera el caso hipotético de que pudiéramos hacer algo... ¿Nos correspondería a nosotros? Apenas somos unos niños, Arthur.

—Tienes razón. Al fin y al cabo, dieciséis años no es mucho. —Dije sonriendo y frotando las ramas para hacer fuego.

—Déjame encargarme de eso. —Me dijo Nico, y usando su elemento 'creación', creó fuego y prendió las ramas.

—Nunca dejas de sorprenderme. —Hablé, con un brillito especial en los ojos.

—Arthur, ¿todavía no se manifiesta tu elemento? —Me preguntó Nicola preocupado, pues a pesar de que ya tenía mi amuleto de maná, yo no poseía la suerte de tener magia, cosa que es un poco difícil que pase, pero puede pasar.

—Nada, aún no hay nada, realmente pienso que es mejor rendirse, a este paso me voy a volver viejo —susurré levantándome del suelo y limpiando el polvo que se acumulo en mis pantalones.

—Iré a buscar alimento y agua potable. —Al decirlo escuché a Nicola decir un 'con cuidado' y que no me tarde. Yo era un nerd en todo lo que tenía que ver con plantas y veneno, me encantaba, aunque también perdía mi tiempo leyendo y viendo las puestas de sol.

***

Caminé por el amplio y sombrío bosque que solo se hacía más grande, por poco y pienso que es infinito. Encontré unas
ballas dulces que resultaron ser venenosas, y también unas nueces que sí eran comestibles.

Escuché un sonido del agua con grandes corrientes, y deduje que era un río con la corriente fuerte. En sí era perfecta para agua potable. Una vez encontré el río luego de haber pasado por unos arbustos que me dejaron todo arañado y lleno de hojas, observé el hermoso paisaje frente a mí.

Agua cristalina y limpia, con una cascada de entrada que se veía majestuosa y bordes montañas con musgo verde esmeralda. Era hermoso.

Pero todo lo hermoso siempre tiene su lado horroroso. Caminé unos pasos para recoger el agua en una bota que había hecho Nicola, y me caí. La corriente era terriblemente fuerte y me arrastraba con rapidez hasta la cascada. Grité pidiendo ayuda, pero la corriente al ser tan fuerte, me ahogaba en medio de palabras.

A punto de desmayarme por falta de oxígeno, sentí como unos brazos fuertes me agarraban de la ropa y me sacaban del agua. Pude ver un rostro limpio, con unos ojos rojos como la sangre, cabello del mismo color con lo que parecía una pequeña trenza que descansaba en su hombro, lentes con bordes dorados y una camisa blanca con un abrigo negro.

Tárikh: la primera guerra Donde viven las historias. Descúbrelo ahora