Capítulo 2: La fuerza oculta en mi interior

14 2 1
                                    

Capítulo 2: La fuerza oculta en mi interior.

Había una fuerza oculta que dominaba al mundo: La magia. Esta fuerza era sumamente poderosa, por eso gente de los cuatro reinos la utilizaba en sus tareas cotidianas.

Pero, ¿qué secretos hay detrás de este poder tan esencial para la gente? ¿qué es lo que oculta en su origen? Todo este mundo de la magia está detrás de las páginas, en aquellos imponentes y robustos libros que nadie se atreve a leer.

Sin embargo, este es el momento de comenzar a desvelar la oscuridad que se esconden entre las sombras, pues esta fuerza que la gente tanto usaba no era del todo inocente.

Todo comenzó con cuatro elementos. Agua, tierra, fuego y viento. En este mundo de súper-gente este poder se revela a cada persona a los cinco años. Quizás de diferentes maneras, pero la magia siempre busca la forma de brillar intensamente.

Los cuatro  componentes del maná son de suma importancia para el control mágico de cada persona.

El maná no es un asunto a la ligera, este tiene tanto sus virtudes como sus defectos, todos girando en torno a lo bueno y lo malo, pero, tú decides como usarlo.

El poder mágico no aumenta de la nada o por que sí, para hacerlo crecer hay que esforzarse y lidiar con los efectos secundarios de utilizarlos.

El poder mágico tiene sus efectos negativos y positivos. En negativo pueden ser mareos, fiebre, dolor muscular, enfermedades o incluso muerte. Positivas pueden ser como, resistencia, fuerza, flexibilidad, intuición, etc... siempre y cuando sepas como y cuando utilizarlo, no pasará nada fuera de lo común.

Cada persona tiene un amuleto que representa su maná. El amuleto especial de maná es diferente para cada quien, y dependiendo su elemento puede hacer cosas diferentes. Este amuleto no puede cambiar su forma, ni su esencia, pero sí su tamaño y poder mágico.

A todo esto, existen tres rangos de magos. Estos son:

*Mago débil: son los magos con una magia casi nula, no tienen buena reputación y su amuleto suele ser marrón o de tonos oscuros.

*Mago intermedio: son magos nobles que nacieron en cuna de oro, tienen un buen manejo del maná y su amuleto suele ser plateado o blanco.

*Mago héroe: en toda la historia solo hubo un mago héroe, utilizaba un maná sorprendentemente abundante y su amuleto era color azul cristalino con forma de de collar.

En este mundo de gente con magia, ¿dónde encajaba yo? Incluso sabiendo tanto de magia y conociendo detalles y detalles jamás podría llegar a ser un mago decente.

Así que solamente me quedaba ser un fanático de la magia, observar... sin poder participar en este mundo en el que tenía tanto interés. Anhelaba esta fuerza. Añoraba este poder tan oculto, pero... ¿sería yo capaz de tenerlo algún día?

***
Escuchaba las respiraciones agitadas de Aitana y Nicola, no sentía mi cuerpo, sintiéndome liviano como una pluma pero también estaba calmado, quizás esto sería la calma antes de la tormenta.

Abrí mis ojos lentamente mientras me acostumbraba a la poca luz que yacía en el lugar. Cuando pude recuperar un poco mi conciencia escuché unas voces conocidas.

—¿Qué vamos a hacer? No pudimos hacer nada ¡¿Cómo vamos a sobrevivir!? —esa voz... Era Aitana. Su voz sonaba rota e histérica, parecía como si hubiera llorado a tal punto de romperse.

—Debemos de tomas las cosas con calma. No sabemos que haremos, así que lo mejor es tomar las cosas con tranquilidad. — Ese era Nicola. Sonaba como si quisiera hacerse el fuerte, pero, realmente estaba lastimado.

—¿Qué haremos cuando Arthur despierte? Una vez que se entere... su corazón de cristal se romperá en mil pedazos. — Escuché decir a Aitana melancólica.

—Por eso debemos protegerlo, se lo prometimos a su madre. Él no tiene ni una pizca de poder mágico, pero sí su amuleto. Arthur es como un niño pequeño, ¡debemos protegerlo a toda costa! —dijo Nicola decidido.

¿Qué estaba pasando? ¿Por qué no estábamos en casa? ¿Por qué se me rompería el corazón si le enterara de ese algo que no sé?

No entiendo nada.

Me levanté lentamente, sintiendo el peso del cansancio sobre mi cuerpo. Pude ver la expresión de sorpresa de mis amigos cuando me vieron despierto. Sin embargo, mi cuerpo se tambaleaba y mi mente se sentía confusa.

—¿Qué está pasando ahora? —logré decir apenas. Ambos tenían la boca abierta, estupefactos.

—Arthur, ¿estás bien? —me agarró de los hombros la peliazul— Te desmayaste...

—¿Qué...? —intenté formular mis palabras— ¿Qué es lo que me esconden?

—¿A qué te refieres? —esta vez fue Nicola que intervino, acercándose a nosotros.

—Lo escuché. Más les vale tener una buena explicación para esto o yo... —mi cabeza volvió a dolor, no pude evitar poner una expresión de dolor ante esto.

—¡Arthur! ¿Qué te pasa? —Aitana me agarró, y en mi nublada vista apenas pude ver como Nicola también me sostenía, pues no podía con el peso de mi propio cuerpo.

¿Cuánto tiempo había pasado ya? Me lo repetía una y mil veces sumido en la oscuridad de mi dolor. No podía escuchar, no podía ver, no podía sentir... Nada. No podía hacer nada.

***

El sonido de la lluvia resonaba en mis oídos, y el frió de la noche no se hizo esperar. Desperté una vez había recuperado la consciencia y pude observar que estaba en una cueva, cubrido con lo que parecía una manta de algodón, pero no cualquiera, sino, la manta de algodón de mi madre.

Fui levantando poco a poco mi cuerpo entumecido, y vi a Nicola y Aitana medio dormidos acostados a mi lado.
—¿Chicos...? —me limité a decir con una voz mas ronca de lo que creía que saldría.

Observé como Nicola abría sus ojos lentamente y se los frotaba.

—Vaya, ya has despertado —dijo, con una voz rota y una sonrisa forzada. Nicola se veía horrible, su cabello castaño desaliñado, su ropa sucia y rasgada y su mirada esmeralda perdida en un mar de emociones.

—¿Por qué estamos aquí? ¿Qué ha pasado?

—Arthur... —me habló Aitana con ojos sinceros— Seguramente te estarás preguntando porqué no paras de desmayarte, la cosa es que... te debemos explicaciones. Hay algo que no te hemos dicho.

—¿Qué es? —intenté hablar serio, pero la curiosidad que destilaban mis ojos me podía más.

Esta vez habló Nicola—: Estamos bajo una maldición —su mirada era lúgubre— La tierra siempre ha sido árida y fría... pero esta vez ha pasado algo que quedó fuera de lo que todos pensábamos.

—La tierra se agrietó. Se crearon agujeros por toda la superficie y salieron los monstruos come hombres. Lo siento, pero murió mucha gente en nuestro reino... Eso —de repente, pude ver como la chica peliazul se ponía nerviosa, cosa que no era común en ella. Nicola se acercó y le puso la mano en un hombro.

—Yo le diré, Aitana —susurró, pero pude escucharle— Arthur, lo lamento. Tu madre ha muerto. Solamente te hemos podido salvar a ti. El reino Eca está en ruinas, y no queda mucha más gente que nosotros y un par de supervivientes más.

Sentí como los colores subían a mi cabeza y unas profundas ganas de vomitar. Las lágrimas salieron de mis ojos sin esperar. ¿Qué se supone qué haría yo ahora? Mi madre, mi querida madre, ¿Por qué tenía que ser así? Los sollozos no se hicieron esperar en aquella cueva.

Si tan solo hubiera tenido la magia para protegerla... Quizá hubiera sido una historia diferente. Este poder tan oculto no estaba en mí.

Mis amigos se acercaron y me rodearon con sus brazos. Lloraba desconsoladamente, sin poder hacer mucho más. ¿Qué quedaba ahora, más que un hogar hecho pedazos?

Tárikh: la primera guerra Donde viven las historias. Descúbrelo ahora