Las lágrimas resbalaban por sus mejillas, y sus manos temblaban al sostener el teléfono. La voz al otro lado de la línea seguía llamándolo, pero él no podía encontrar las palabras para responder. Su mente estaba nublada por la conmoción y el miedo.
—¿Estás ahí? —preguntó la voz con urgencia, intentando obtener una reacción de él.
Finalmente, después de varios segundos de silencio, logró murmurar
—¿Qué dijiste?
La voz al otro lado de la llamada respondió con un tono grave y preocupado
—Ellos chocaron... y su estado es crítico.
El mundo se detuvo por un momento. El peso de la noticia lo abrumó, y sintió como si el suelo se desvaneciera bajo sus pies. Cada palabra resonaba en su mente, incapaz de procesar la realidad de lo que acababa de escuchar.
...
El siguiente recuerdo de los hermanos fue de la sala de un hospital, con sus abuelos, que llegaron apresuradamente desde el campo.
La noticia había sido devastadora: sus padres no habían sobrevivido al accidente. El mundo de muichiro y yuichiro se desmoronó en ese instante.
Días después, se llevó a cabo el velorio en un templo de las afueras de Tokio. El ambiente estaba impregnado de incienso, y las velas parpadeaban en la penumbra. Los ataúdes de sus padres, adornados con flores blancas, estaban situados en el centro de la sala.
Muichiro, de 16 años, sostenía la mano de su hermano de 15 años, mientras ambos intentaban procesar la pérdida irreparable.Los abuelos, con rostros marcados por el dolor, estaban a su lado. Amigos acudieron para ofrecer sus condolencias, algunos llorando abiertamente, otros en silencio.
Muichiro y Yuichiro se mantenían cerca, buscando consuelo en la presencia del otro.
Tras el velorio, los abuelos decidieron llevar a los chicos a su hogar en una pequeña aldea rural. Allí, lejos del bullicio de la ciudad y de los recuerdos dolorosos, esperaban que muichiro y yuichiro pudieran encontrar una nueva forma de vida. La casa de los abuelos, con su jardín lleno de flores y el sonido constante del arroyo cercano, se convirtió en un refugio para los hermanos.
...
Mientras el auto avanza por la carretera, Tokito se pierde en la belleza del paisaje que se despliega tras la ventana. De repente, ve un lugar especialmente hermoso y, con cierta timidez, se atreve a preguntar
—¿Puedo ir allí? —dice en voz baja, señalando el lugar con algo de pena.
—Claro, pero ten cuidado —responden sus abuelos con una sonrisa—. Es un lugar seguro, pero no te metas al agua porque la marea sube rápidamente.
—Oye, Tokito, no te alejes demasiado. No querrás que la marea te atrape —dice yuichiro sin dejar de mirar su teléfono.
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Muichiro asiente, su mirada fija en el lago cristalino que lentamente se aleja a medida que el carro avanza. A través de la ventana, el paisaje comienza a cambiar, revelando una colina boscosa que se eleva en el horizonte. El vehículo se adentra en el sendero de tierra que serpentea hacia la cima, y el ruido de las hojas secas bajo las ruedas se mezcla con el murmullo del viento entre los árboles.
Finalmente, el carro se detiene frente a una casa grande que parece haber salido de un cuento de hadas. La estructura, de aspecto rústico y encantador, está rodeada de un jardín bien cuidado y rodeada por la naturaleza. Muichiro y Yuichiro, deslumbrados, observan la casa con asombro. Las paredes de piedra y el techo a dos aguas le dan un aire acogedor, mientras que los adornos florales y las ventanas con cortinas de encaje parecen hablar de una época pasada, de calma y serenidad.
Con la ayuda de su abuelo, que se mueve con una energía que contrasta con su edad avanzada, comienzan a descargar el equipaje del auto. Sus maletas, cargadas de recuerdos y expectativas, son transportadas hacia la entrada de la casa. El abuelo, con una sonrisa de complicidad, les dirige un gesto que indica que todo está en orden.
—Hay dos habitaciones arriba —anuncia la abuela con voz cálida y acogedora—. Acomódense y luego bajen a comer.
Muichiro y Yuichiro, cargados con maletas y equipaje, suben las escaleras hacia sus respectivas habitaciones. El primer destello de la tarde se filtra a través de las ventanas, creando sombras suaves en el pasillo.
Muichiro entra en su habitación, una estancia que, a pesar de su sencillez, irradia una belleza tranquila. Las paredes están pintadas en tonos cálidos de azul, y el suelo de madera pulida refleja la luz del sol que entra por la ventana. Una alfombra de colores suaves adorna el suelo, y una cómoda cama con colcha a rayas está situada junto a un escritorio de madera tallada. Un par de cuadros en las paredes presentan paisajes serenos, y una pequeña estantería está llena de libros que parecen haber sido leídos muchas veces.
Muichiro comienza a desempacar, moviendo las prendas y objetos personales con un cuidado meticuloso.
Cuando abre la tapa de una de las maletas, un marco de fotos cae sobre el suelo, revelando una imagen enmarcada de sus padres. En la foto, los rostros de sus padres sonríen con una alegría y vitalidad que ahora parecen inalcanzables. Los recuerdos inundan su mente como una ola imparable: los abrazos cálidos, las risas compartidas, las tardes llenas de juegos y cuentos.
Mientras Muichiro observa la foto, sus lágrimas empiezan a caer sin control. Se arrodilla en el suelo, sosteniéndose de la maleta como si buscara un ancla en medio de una tormenta emocional. La pérdida se siente abrumadora; la soledad que siente es pesada. Su mente se llena de pensamientos oscuros y confusos, maldiciendo a sus padres por haberlo dejado solo en este mundo incierto. Cada lágrima parece un eco de su dolor, una manifestación tangible de su desesperanza.
"¿Por qué tuvieron que irse? ¿Por qué me dejaron solo?" piensa, su voz interior cargada de un dolor que apenas puede soportar. Sin embargo, en medio de su ira y tristeza, siente una punzada de culpa por pensar de esa manera. Sabe que sus padres lo amaban profundamente y que su partida no fue una elección, sino una tragedia inevitable. El conflicto entre su dolor y su culpa lo consume, dejándolo en un estado de angustia desgarradora.
La puerta se abre de golpe, y Yuichiro entra con una expresión preocupada. Al ver a su hermano en el suelo, llorando y atrapado en su dolor, Yuichiro se acerca rápidamente y se arrodilla a su lado. Su mano firme en el hombro de Muichiro es una ancla en medio de la tormenta emocional.
—¡Muichiro, deja de llorar! —exclama Yuichiro, su voz dura pero llena de preocupación—. No te hundas en esta tristeza. No es lo que ellos habrían querido para ti. Ellos siempre deseaban que fuéramos fuertes, que no dejáramos que el dolor nos destruyera
Muichiro levanta la vista, sus ojos aún brillando con lágrimas. Yuichiro continúa con un tono más suave pero igualmente firme:
—No seas un niño llorón.
—pero tu también estás llorando, yui.
—y eso que, arréglate y bajemos a comer. La abuela nos llama.— responde con lágrimas en los ojos.
Muichiro asiente lentamente. Se levantandose limpiándose las lágrimas con la manga de su camisa y tratando de recomponerse. Yuichiro le ofrece una mano de apoyo, y juntos, salen de la habitación hacia la cocina, donde el aroma de la comida casera les envuelve en una cálida bienvenida.
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Cuando la marea sube | Genmui
RomanceTokito Muichiro vivía en la gran ciudad de Tokio hasta que un trágico accidente lo dejó huérfano. Sin más familia en la ciudad, se muda junto a su hermano a un pequeño pueblo con sus abuelos. Allí conoció a Genya, un chico alto y de aspecto rudo, p...