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Muichiro llegó a su casa cojeando ligeramente, su rostro mostraba signos de dolor y frustración. Apenas cruzó la puerta, su abuela, quien estaba en la cocina preparando la cena, notó su estado y se acercó rápidamente, con el rostro lleno de preocupación.

—¿Qué te ha pasado, Muichiro?— preguntó con voz temblorosa.

Muichiro intentó tranquilizarla con una sonrisa forzada. —No pasó nada, abuela. Solo no vi dónde pisaba y me resbalé,— explicó, omitiendo el hecho de que Genya lo había hecho caer.

—Te dije que tuvieras cuidado, muchacho. Siempre con la cabeza en las nubes.— hablo burlonamente su hermano.

Muichiro decidió no responder  y dirigió su atención nuevamente a su abuela. —Voy a cambiarme, abuela. No quiero resfriarme,— dijo mientras subía las escaleras hacia su habitación.



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Mientras se cambiaba, pudo escuchar a sus abuelos discutiendo en voz baja sobre las travesuras de los jóvenes de hoy en día. Se puso ropa limpia y seca, y bajó de nuevo al primer piso. Su abuela, todavía preocupada, lo observaba atentamente.

—Muichiro, cariño, ¿puedes ir al mercado por mí? Necesito comprar algunas verduras para la cena y no quiero que te quedes aquí sin hacer nada.

Muichiro asintió, agradecido por la oportunidad de salir y despejar su mente. —Claro, abuela. Yuichiro y yo podemos ir contigo y traer las compras.—

Yuichiro, que había estado escuchando desde la sala, se levantó y se unió a la conversación. —Sí, abuela. No te preocupes, nosotros nos encargamos de todo.—

—Está bien—La abuela sonrió, agradecida.




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Genya y su hermano mayor, Sanemi, estaban comprando vegetales. Genya, que no tenía mucha experiencia en la selección de productos frescos, levantó un tomate que parecía un poco pasado y lo mostró a su hermano.

—¿Este está bien, hermano?— preguntó tratando de adivinar si el tomate era de buena calidad.

Sanemi frunció el ceño y le arrebató el tomate de las manos. —No seas tonto. Este está podrido.— Sanemi parecía irritado, pensando que Genya se estaba burlando de él.

—No me estoy burlando, solo no sé cómo elegir los buenos. Mira, ¿qué tal este?— Djo levantando otro vegetal con esperanza en sus ojos.

Sanemi resopló, visiblemente frustrado. —Mocoso, no te burles de mí.—

Genya comenzó a reír, no por la situación en sí, sino porque le hacía gracia lo serio que se ponía su hermano por algo tan trivial. En medio de su risa, Genya vio a alguien que parecía ser Muichiro al otro lado del estante donde compraba. Sin embargo, había algo diferente en su apariencia.

—¿Qué...?— murmuró Genya, dejando a Sanemi atrás y caminando hacia la figura que había visto.

—¿A dónde vas ahora?— gruñó Sanemi, pero Genya no respondió, su curiosidad lo impulsaba a averiguar qué le había pasado a su amigo.

Genya se acercó a Yuichiro, creyendo que era Muichiro, y le tomó del rostro, examinándolo detenidamente. —¿Qué te pasó? ¡Tu pelo!— dijo sorprendido.

Yuichiro, un joven con el pelo por encima de los hombros, la oreja izquierda perforada y un poco más alto que Muichiro, se enojó y empujó a Genya. —¿Por qué me tocas? ¿Por qué tanta confianza?— le espetó, su voz llena de indignación.

Cuando la marea sube | GenmuiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora