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Muichiro estaba en el jardín, arrodillado sobre la tierra húmeda, rodeado de flores silvestres que su abuela había plantado años atrás. Sostenía una regadera con ambas manos, dejando que el agua cayera en un hilo constante,  El sonido del agua mezclado con el susurro del viento a través de los árboles era casi hipnótico. Mientras regaba, su mente divagaba, recordando los días en los que todo era diferente, cuando sus padres aún estaban con ellos.

Después de terminar en el jardín, se levantó lentamente, limpiándose las manos en un paño que llevaba atado a la cintura. Caminó hacia la casa, donde lo esperaban los quehaceres del día. Comenzó por barrer el piso. Luego, pasó a lavar los platos del desayuno, sintiendo el agua tibia correr sobre sus manos mientras la espuma se llevaba los restos de la comida.

A media mañana, su abuela lo llamó desde el patio trasero. Estaba de pie junto a una pequeña parcela de tierra, lista para plantar nuevas semillas. Muichiro dejó los platos a un lado y se unió a ella. La tierra se sentía suave entre sus dedos mientras cavaba pequeños agujeros para las plantas. Su abuela, una mujer de rostro marcado por las arrugas pero con una calidez inquebrantable, lo observó con una mezcla de orgullo y preocupación.

—Muichiro,— comenzó ella, rompiendo el silencio con su voz suave pero firme, —¿has pensado en la escuela? Ya casi comienza el semestre.—pregunto la abuela ya que la muerte de sus padres fue en vacaciones por lo tanto no estaban yendo a la escuela

Muichiro continuó plantando en silencio por un momento, sintiendo el peso de la pregunta. Finalmente, respondió sin levantar la vista:

—Todavía no se a cual entrar, pero supongo que la que quede más cerca de la casa.—

La abuela asintió lentamente, entendiendo la situación.

Muichiro y su abuela terminaron de plantar las semillas y se dirigieron juntos a la cocina. Mientras preparaban el almuerzo, ella le habló sobre las pequeñas cosas, intentando mantener la conversación ligera.
Mientras cortaba las verduras, Muichiro pensó en su hermano Yuichiro, quien también estaba lidiando con el cambio a su manera. Ambos estaban en preparatoria, pero en diferentes niveles: Muichiro en segundo y Yuichiro en primero. Las responsabilidades habían caído sobre ellos demasiado pronto, y la pérdida de sus padres había dejado un vacío inexplicable.

Mientras el aroma del almuerzo llenaba la cocina. el suave sonido de los cuchillos cortando verduras llenaba el espacio mientras la abuela y Muichiro trabajaban en conjunto, preparando el almuerzo. La abuela hablaba sobre la cosecha, la vecina que les había regalado algunas semillas nuevas, y cómo la tierra de esa región parecía particularmente fértil. Muichiro asentía de vez en cuando, pero su mente estaba en otro lugar, sumida en sus propios pensamientos.

El olor del guiso comenzaba a mezclarse con el aire cuando escucharon la puerta de entrada abrirse. Yuichiro entró en la casa, quitándose los zapatos rápidamente antes de dirigirse a la cocina. Sus pasos eran rápidos y decididos, y cuando llegó a la puerta de la cocina, sus ojos se posaron directamente en Muichiro. .

—Muichiro, tenemos que hablar,— dijo Yuichiro, sin rodeos, cruzando los brazos como si intentara mantener la calma.

Muichiro levantó la vista, notando la urgencia en la voz de su hermano. Asintió, limpiándose las manos en una toalla antes de salir de la cocina y seguir a Yuichiro hasta la sala. La abuela, que había notado el cambio de ambiente, decidió seguir cortando las verduras en silencio, permitiéndoles tener la conversación en privado.

Cuando ambos hermanos se sentaron en el sofá, Yuichiro no perdió tiempo en expresar lo que tenía en mente.

—No quiero que me metas en cualquier escuela,— comenzó Yuichiro, su voz temblando ligeramente con la intensidad de sus emociones. —Quiero ir a una escuela en Tokio, no aquí. He estado buscando y encontré una que es perfecta para mí. Tiene todo lo que necesito para poder avanzar, para poder...— hizo una pausa, tratando de encontrar las palabras adecuadas —para poder cumplir con lo que mamá y papá querían para nosotros.

Cuando la marea sube | GenmuiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora