Epílogo

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A la mañana siguiente, ambas sentían en el cuerpo las secuelas de la noche anterior

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A la mañana siguiente, ambas sentían en el cuerpo las secuelas de la noche anterior. Especialmente Ari. No sólo tuvo que soportar el dolor de sus extremidades y su coño, sino también a una novia preocupada y encima de ella aplicándole cremas en las marcas rojo-moradas de su piel a primera hora de la mañana, preguntándole por enésima vez si le había hecho daño, si le dolía demasiado, si se había pasado de la raya....

La rubia se las ingeniaba de algún modo para borrar la expresión ansiosa que Rivers lucía, asegurándole que le había encantado lo de anoche, que; —Sí, me duele, pero. — Pero, oh, esos ojos tristes de cachorrita la hicieron arrepentirse de haber dicho eso. Se apresuro a consolarla: —Pero estoy bien, mi amor. De verdad. Valió tanto la pena, me gustó tanto, te lo prometo. Por favor, no pongas esa cara....

Le dijo que la amaba, y que también le había encantado la tarta de fresas de ayer, y que, si tanto insistía en hacerla sentir mejor, entonces deberían desayunar eso. Rivers la chica siempre tan sana, (especialmente con las comidas] - no se quejó y complació a su bebé.

Desayunaban en la cama, con sus cuerpos desnudos pegados entre sí, y, tras darse un baño caliente, pasaban todo el día en su habitación, simplemente perdiéndose en la presencia de la otra; entre silencios, charlas, besos, risas. No importaba la forma, aquel día había sido simplemente amor.

Y aunque el sabor de las fresas ya había abandonado su boca, Ari aún sentía dulzura en el pecho, esperando a que Rivers terminara de lavarse los dientes mientras abrazaba al peluche de gato.

Rivers salió, el olor a jabón aún impregnado en su piel, y algunas gotas de su cabello húmedo hicieron estremecer a Ari al caer sobre ella, cuando la menor se colocó encima.

Ari extendió los brazos sin decir palabra, dejando a un lado el peluche, y Lisa dejó que su cuerpo se recostara por completo sobre el de su novia, apoyando la cara en su suave pecho a modo de almohada. Los dedos de Jennie recorriéndole el pelo hicieron que sus párpados cayeran lentamente.

La habitación se sumió en un apacible silencio. Había pasado tiempo desde la última vez que estuvieron así; tumbadas juntas, relajadas, sin el tic-tac de un reloj y una apretada agenda amenazándolas, sin que el estrés se apoderara de sus cuerpos y les impidiera saborear el presente.

Pero ya se sabe que el silencio da espacio a la inquietud interior. Una que la pareja, sin saberlo, compartía con la misma pregunta. Esa pregunta que rondaba sus cabezas y sus corazones esperando el momento perfecto para salir a la luz.

Rivers, mirando atrás, no entendía por qué había puesto las cosas tan dificiles, buscando esa perfección en otra cosa. Un millón de lugares, de anillos, de posibilidades. Por qué no consideró que la respuesta era más sencilla, como siempre lo había sido con Ari. Cómo, en el silencio de la habitación, no se dio cuenta de la perfección que se encontraba en la felicidad que surgia de estar juntas; ya fuera riendo, llorando, discutiendo, sonriendo... simple y llanamente, estar juntas.

Ari si se dio cuenta. Hacía mucho tiempo, en realidad, pero ningún día se había sentido tan bien como aquel.

Y sin anillo en la mano, le había susurrado al oído, su voz tan preciosa como lo era entonces. -Hola, bebé.

Rivers la había mirado y, tal vez, con aquel intercambio de miradas, ya se habían dicho 'sí.' Quizá ya lo habían hecho mil veces antes sin saberlo.

Ari sonrió, antes de hablar en nombre del corazón de ambas.

—¿Quieres casarte conmigo?

𝙉𝙄𝙂𝙃𝙏𝙏𝙄𝙈𝙀 ★| ʀɪᴠᴀʀɪ ɢ!ᴘDonde viven las historias. Descúbrelo ahora