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El peliazul se quedó paralizado al descubrir que el pelinegro era ciego

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El peliazul se quedó paralizado al descubrir que el pelinegro era ciego. Observó en silencio cómo el otro buscaba su libro en el suelo, mientras lágrimas empezaban a brotar de sus ojos.

-Tengo que ir al invernadero, debo ir. Mi madre debe estar esperándome -decía el pelinegro con la voz quebrada, entre sollozos-. Mi mamá está esperándome, se lo prometí.

Las lágrimas caían con más fuerza, inundando su rostro de desesperación. El peliazul, recordando todas las veces que había sido ignorado, entendió finalmente que no era desprecio, sino ceguera. Salió de sus pensamientos al escuchar los sollozos desgarradores del pelinegro.

-Debíamos ir a ver las plantas juntos... No importa si ya no vuelvo a verlas, solo... lo siento, mamá -continuó el pelinegro, su voz llena de dolor-. Lo siento... es todo mi culpa, es mi culpa.

Las lágrimas del pelinegro caían al suelo, mezclándose con la suciedad del pavimento. El peliazul lo observó, viendo cómo el pelinegro se desplomaba en sollozos. Se quedó a su lado, asegurándose de que no pasara otro auto y lo pusiera en peligro.

El pelinegro permaneció allí un tiempo, hasta que la luz del amanecer comenzó a iluminar el cielo. Tembloroso, se levantó y casi se cayó, pero logró recomponerse. Decidió regresar a su casa, y el peliazul, tomando el libro del suelo, lo siguió en silencio. Justo antes de que el pelinegro entrara a su hogar, el peliazul habló.

-Disculpa... -el pelinegro se detuvo, escuchando-. Aquí tienes tu libro.

El pelinegro tomó el libro torpemente de las manos del otro y, al tenerlo en sus brazos, suspiró aliviado.

-Te lo digo claramente, yo jamás pedí tu ayuda -dijo firme el pelinegro.

-Sí, bueno... como sea, de todas formas escucharás lo que tengo que decir ahora.

-¿Por qué debería? -preguntó el pelinegro, molesto.

-Ese camión de antes... ¿sabes lo aterrador que fue? Incluso salté para salvarte.

-¿Te pedí que lo hicieras? Simplemente debiste dejar que me atropellaran.

El peliazul puso los ojos en blanco.

-Sabes, el mundo es un lugar difícil hoy en día, la gente no puede decir un simple "gracias" y tú tampoco lo haces, a pesar de que salvé tu vida.

El pelinegro lo escuchaba en silencio, sintiendo una mezcla de enojo y desconcierto. ¿Qué derecho tenía este chico para regañarlo de esa manera?

-De todos modos, como tu salvador, me tendré que entrometer en tu vida por un tiempo, así que no intentes morir o hacerte daño, ¿bien?

-¿Y eso por qué te importaría? -preguntó el pelinegro, aún molesto.

-Aunque no lo creas, tenemos muchas conexiones. El desayuno que tomas cada mañana lo prepara mi hermana cada noche y yo lo entrego cada madrugada en tu puerta. Creo que tengo suficientes razones para involucrarme en tu vida.

El Ángel De Los Ojos Perdidos |  FANGARDonde viven las historias. Descúbrelo ahora