La luz del nuevo día se colaba suavemente a través de las ventanas, iluminando el rostro del peliazul que dormía en un sillón en la habitación de descanso del hospital. Después de haber pasado la noche allí, su expresión reflejaba el cansancio acumulado. Unos golpes en la puerta rompieron el silencio, pero él no reaccionó. Con un suspiro, la pelimorada abrió la puerta y entró, sus tacones resonando en la quietud de la habitación. Se acercó a él y, con delicadeza, le tocó el brazo.
-Evan, despierta -dijo en voz baja, inclinándose un poco mientras lo observaba despertar entre parpadeos pesados. Evan abrió los ojos lentamente.
-Buenos días -saludó ella con suavidad, sin perder su sonrisa.
El peliazul se frotó los ojos, intentando despejarse. La realidad del hospital comenzaba a instalarse de nuevo en su mente, y poco a poco el sueño iba disipándose.
-¿Tan cómodo te sientes en el hospital? -preguntó ella en un tono de ligera broma- Escuché que siempre te quedas aquí a dormir. ¿No te gusta tu residencia?
Evan apenas esbozó una respuesta, con una voz ronca de recién despertado.
-Aquí... me siento más tranquilo -murmuró, bajando la mirada un instante.
La pelimorada lo miró con atención, captando algo en esa respuesta que parecía ocultar más de lo que decía.
-Sabes que hay una reunión importante en un rato -dijo con una sonrisa ligera, pero cálida- ¿Vamos juntos?
...
El auto avanzaba suavemente por las calles, envuelto en el murmullo lejano de la ciudad. La pelimorada mantenía ambas manos en el volante, su mirada fija en la carretera, pero no podía evitar echar un vistazo de reojo al peliazul, que permanecía callado, aún atrapado por el peso del sueño. Una leve sonrisa se dibujó en su rostro, y conteniendo una pequeña risa, extendió una mano hacia la parte trasera del auto, buscando algo en el asiento trasero.
-Toma -dijo de repente, rompiendo el silencio mientras le tendía un termo. Evan parpadeó un par de veces antes de aceptarlo con expresión confusa.
-¿Qué es esto? -preguntó mientras examinaba el objeto.
-Sopa de pescado -respondió con naturalidad, sus ojos brillando con una mezcla de diversión y dulzura- Ayer Edgar... ya sabes, ¿verdad? Ese chico del 119. Él la trajo.
El peliazul se quedó mirando el termo entre sus manos, en silencio. La mención del pelinegro pareció encender algo en su mente, aunque su expresión permanecía serena.
-Por cierto -continuó ella, sin apartar los ojos del camino-, ¿por qué te fuiste ayer de esa manera?
Evan alzó la mirada, pero luego la apartó rápidamente hacia la ventana.
-Creí que tenías un invitado -respondió sin más, con un tono tan neutro que parecía deliberado.
La pelimorada soltó una breve risa.
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El Ángel De Los Ojos Perdidos | FANGAR
RomanceDesde el primer momento en que te vi, supe que te amaría para siempre. Ojalá tú también hubieras podido verme y sentir lo mismo.