10. Angustia.

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Nunca sabes cuando caerás en falso.

ㅤㅤㅤ—¿Tú que crees que le haya ocurrido? —hizo mención a un acontecimiento mirando al espejo, directamente en donde se encontraba su acompañante.

—Ni la menor idea, me sorprendió también —respondió, dándose retoques en sus labios —. Pero no podemos comentar al respecto, no sabemos qué pasa realmente.

—Mmh —hizo un sonido de confirmación, cerrando el grifo y secándose las manos con una toalla propia, le sonrió a su acompañante que igualmente había terminado —. No me imaginaría un día sin tí.

—Cariño, sin mi prácticamente te quedas 5 temas atrás en todas las materias. Yo te tengo que despertar de tus ensoñaciones cada dos segundos —la molestó de manera simpática. Guardando los materiales que utilizó para su disimulado retoque de labios. Era consciente de los estrictos códigos del Instituto.

Hubo un corto silencio. Giró hacia su acompañante.

—Hey —chasqueó sus dedos en su delante .

—¿Ah?

—¿Lo ves? —bufó.

—¿Ver qué? —preguntó, algo desorientada. La contraria soltó una carcajada.

—Mejor vamos ya al salón, nos toca con el profesor queridísimo —contestó sarcástica, tomando del brazo a su amiga para finalmente abandonar el baño de mujeres.

En ese exacto momento es en el que una fuerte respiración hizo un aterrizaje abrupto, dañando el ambiente sin sonido ante la soledad. Proveniente de uno de los cubículos, donde dentro de el ya hacía Jihyo quien estuvo conteniendo con todas sus fuerzas su llanto cuando aquellas dos amigas, aparentemente de su misma aula, interrumpieron su momento a solas y de desahogo.

Botó todo el aire que sus pulmones querían para luego retomarlo con más moderación en lo que se quejaba de manera audible ante el dolor punzante que sentía cada vez más seguido con el pasar de los días en la zona de su corazón, posicionó una de sus manos en tal y la mantuvo allí mientras la otra se mantenía firme en la puerta del cubículo, siendo su apoyo en el que podía descargarse, palmeo la puerta sin importar si ya alguno de los de servicio de limpieza llegaba a escucharle. Solo quería despejar ese sentir de ella.

Últimamente sobrepensaba muchas cosas, derivadas o no de su actualidad.

Su respiración con el pasar de los minutos fue acelerándose otra vez, Jihyo recargó su frente en la puerta del cubículo, cansada de tanto expresar pero tan poco liberar. Todos los comentarios que escuchó hace una hora se repetían en su cabeza, esos susurros, miradas, incluso risas, sentía mucha vergüenza. No era su culpa el no poder evitarlo, no cuando sus ojos rompieron el cristal que de repente los enmarcó y dejó caer una primera gota que pronto liberó una lluvia entera sin aviso, justo cuando daba una exposición sobre la importancia de la conexión en las relaciones. Jihyo frunció el ceño, ¿Por qué le estaba ocurriendo cada vez más frecuente ese sentir de pesimismo? De dolor, de culpabilidad.

El tiempo avanzaba, sus exitos se veían, mas ella pareciera estar experimentandolo todo como la primera vez.

Esta ocasión ya se sumaba a las anteriores 17 en las que en su cuerpo se producía un desgaste y repentina debilidad que le bajaba todas sus defensas contra la tristeza, que acababa rompiéndose de un momento a otro sin ser capaz de controlar la magnitud de su llanto y/o malestar. Por lo que le quedaba huir o ocultarse con lo primero que se encontrase.

Jihyo tampoco dejaba de lado las veces en las que suponía recuperarse, en las que hubieron cosas buenas y ella contribuyó significativamente. Y habían varias, una lista completa, sin embargo, siempre tenía algo que la empujaba, algo que la hacía salirse del camino al éxito, al descanso mental.

Porque cada que intentaba mostrar lo que tanto había desarrollado, en lo que tanto le había puesto empeño, solo esos negativos pensamientos le venían a la cabeza.

«¿Por qué no hay nada?»

«¿Donde está ella?»

«¿Por qué todos se están dando por vencido?»

«¿Por qué soy así?»

«Perdí más de 1000 cosas y me conforme con solo 33 victorias»

«Estoy burlando oportunidades»

«¿La amo, o la quiero dejar de amarla expresandole desde ya todo lo mío?»

Era hostigante. Jihyo posó ambas manos suyas en sus ojos hinchados, aún recargada en la puerta del cubículo con una fuerza perezosa. Como si alguien fuese verdaderamente capaz de verla en ese defectuoso estado. Quejó en lo que aún no paraba de gemir de rabia, cada trago de su propia saliva ya ejercía un dolor en la misma zona mencionada por realizar esa misma acción demasiadas veces y en muchas de ellas con una magnitud desagradable. Jihyo podía adelantarse a declarar de que este sin dudas se trataba del peor ataque que le dió en horario de clases, es que no paraba y llegó a desesperarse. Todo —exagerando— todo el agua de su cuerpo se iba en esas lágrimas que imitaban lo infinito, parecía ser una cascada sumándole a eso que su cuerpo parecía estar muy pesado, como una piedra, una montaña. Una cascada de sentires horrendos, escondida en más tinieblas de una tristeza deprimente.

Sus manos subieron por lo que restaba de su rostro hasta enterrarse sin delicadeza en su cuero cabelludo algo sudado, despeinandose en el proceso por el hecho de seguir con demasiado que expresar. Ella no parecía tomar en cuenta la probabilidad alta que había de que en cualquier momento su cuerpo no aguantaría el sobreesfuerzo y se desmayaría sin más, flácido y quebrado frente a quien la encontrara. Todo porque solo ponía a esos avistamientos antes que su propia salud, porque todo a su alrededor paró en el instante en el que vió a detalle como Saori se arrodillaba frente a las autoridades, con los carteles que ella ya no salía a repartir y pegar por órdenes de su familia y psicologa, abrazados bien a su pecho como si quisiera imitar la fuerza con la que quisiera volver a abrazar a su hija. Exigiendo que sigan intentando encontrar alguna cosa de ella, algo más que nada, perder la cordura y estribos en su máxima expresión. Con su esposo a su costado igual de destrozado, igual de mal pero de muy pocas palabras y expresiones frente a las autoridades encargadas, que permanecían firmes ante su desinterés en el caso porque ya casi se cumplía un año, y no había ningún avance significativo, solo parecían retroceder más.

Jihyo sabía más que nadie que por más de que ellos hayan tratado de ocultarlo con todas sus fuerzas por un tiempo, por más de que en algunas ocasiones Jihyo haya sido capaz de creerles, no concluía con eficacia a su cien por cien. No era para menos, nada ayudaba a negarlo, era cuestión de tiempo para que los divisara así en persona finalmente.

No terminaría bien está historia de búsqueda.

Jihyo recuerda perfectamente el tacto de su madre, quien le cubrió los ojos y los oídos, de manera inútil porque ella ya lo había divisado y escuchado todo, y para menos debido a que ella podía aún sentir el sufrimiento, la angustia.

No pudieron hacer absolutamente nada.

Todo el torbellino tampoco parecía querer acabar allí, y Jihyo solo podía esperar al mañana de rodillas frente a una cruz, rogando con todas sus fuerzas, pidiendo, ofreciendo con toda su esperanza, de que sea mejor o que acabe con la penitencia de una vez por todas.

Que no quería crecer llena de agujeros.

De penas.

De angustias interminables, llena de soledad pese a la gente a su alrededor.

Por favor una luz, solo una misera luz para las cuencas vacías de unos ojos que ya no pueden emitir brillo propio.

"Teacher Park" (Sahyo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora