El reloj marcaba las diez de la mañana cuando Yaoyorozu Momo se preparó para su turno de cuidar a Bakugō, quien había sido transformado en un infante de dos años. Hoy, debido al clima lluvioso, se quedarían dentro del dormitorio, así que Momo había planeado actividades para mantener entretenido al pequeño Bakugō.
—Buenos días, Katsuki-san —dijo Momo con una sonrisa cálida mientras entraba en la habitación.
Bakugō, que estaba sentado en la cama, levantó la vista. Sus grandes ojos rojos la miraron con curiosidad.
—¡Momo! —exclamó con entusiasmo, aunque su pronunciación no era perfecta—. ¿Jugamos?
Momo se acercó y se arrodilló a su lado.
—¡Claro, Katsuki-san! Hoy vamos a hacer cosas divertidas aquí mismo. ¿Te parece bien?
Bakugō asintió vigorosamente, su expresión mostrando una mezcla de impaciencia y emoción.
—¿Qué hacemos? —preguntó, aunque algunas de las palabras se perdieron en su pronunciación infantil.
Momo sonrió y decidió empezar con algo simple.
—Vamos a construir una fortaleza de almohadas. ¡Es como un castillo! ¿Te gustaría?
Bakugō frunció el ceño, tratando de comprender.
—¿Cas-tillo?
—Sí, Katsuki-san, un castillo. Podemos hacer uno con las almohadas y sábanas. Será muy divertido.
Bakugō asintió lentamente, intrigado por la idea. Momo utilizó su Quirk para crear algunas almohadas adicionales y una manta grande, y juntos comenzaron a armar la fortaleza. Bakugō, aunque pequeño, mostró una sorprendente determinación y energía en el proceso, arrastrando las almohadas y tratando de colocar la manta.
—¡Más! —dijo Bakugō, señalando hacia un espacio vacío—. ¡Aquí!
Momo rió suavemente y creó más almohadas, colocándolas donde Bakugō señalaba. En poco tiempo, la fortaleza estuvo lista.
—¡Listo! —exclamó Momo, admirando su trabajo—. ¿Te gusta, Katsuki-san?
Bakugō miró la estructura con ojos brillantes y una sonrisa de satisfacción.
—¡Sí! —respondió con entusiasmo—. ¡Entramos!
Ambos se metieron en la fortaleza, y Momo decidió que era momento para la siguiente actividad.
—Katsuki-san, ¿te gustaría dibujar? —preguntó, creando una pizarra y algunos crayones.
Bakugō ladeó la cabeza, pensando.
—¿Dib... dibujar? —repitió, luchando con la palabra.
—Sí, Katsuki-san. Mira, puedes hacer líneas y colores en la pizarra. Es divertido.
Bakugō tomó un crayon y, con movimientos torpes pero decididos, comenzó a hacer garabatos en la pizarra. Momo lo observaba con cariño, alentándolo.
—¡Muy bien, Katsuki-san! —dijo—. ¡Eres un artista!
Bakugō sonrió con orgullo, aunque seguía concentrado en su dibujo.
Después de un rato, Momo decidió cambiar de actividad. Creó unos bloques de construcción y se los mostró a Bakugō.
—¿Quieres hacer una torre, Katsuki-san? —preguntó, mostrando cómo se apilaban los bloques.
—¡Sí! —exclamó Bakugō, tomando los bloques con entusiasmo.
Juntos, comenzaron a construir una torre alta, aunque Bakugō a veces se frustraba cuando los bloques se caían. Momo lo calmaba con paciencia y lo animaba a intentarlo de nuevo.
—No pasa nada, Katsuki-san. Lo estás haciendo muy bien —dijo, acariciando suavemente su cabeza.
Bakugō asintió, decidido a seguir intentando.
El tiempo pasó volando, y antes de darse cuenta, era hora de la siesta. Momo llevó a Bakugō a su cama y lo arropó con cuidado.
—Es hora de descansar un poco, Katsuki-san —dijo en voz baja—. ¿Quieres que te cuente una historia?
Bakugō asintió, frotándose los ojos con sus pequeñas manos.
—Sí, Momo. Historia.
Momo sonrió y se sentó a su lado, comenzando a contar una historia sobre héroes y aventuras, asegurándose de usar un tono suave y relajante. Poco a poco, Bakugō comenzó a cerrar los ojos, susurrando palabras de la historia antes de quedarse dormido.
Momo lo observó por un momento, sintiendo una profunda ternura. Se levantó con cuidado y salió de la habitación, encontrándose con Uraraka en el pasillo.
—¿Cómo fue? —preguntó Uraraka con una sonrisa.
—Fue maravilloso —respondió Momo, suspirando con satisfacción—. Katsuki-san es un niño increíble.
Uraraka asintió, compartiendo el sentimiento.
—Gracias por cuidar de él, Momo. Sabía que harías un gran trabajo.
Momo sonrió modestamente.
—Es nuestro amigo. Haríamos cualquier cosa por él.
Y así, otro día en la vida de los estudiantes de la Clase 1-A pasó, lleno de desafíos y momentos especiales. La situación de Bakugō era temporal, pero la experiencia de cuidarlo dejó una marca indeleble en todos ellos, enseñándoles el valor de la paciencia, el amor y la amistad.