El sol apenas había comenzado a asomar por el horizonte cuando Denki Kaminari, aún adormilado, se dirigió a la cocina del dormitorio de la Clase 1-A. Hoy le tocaba a él cuidar de Bakugō, quien había sido transformado en un infante de dos años. El día prometía ser tanto una aventura como un desafío.
—Muy bien, Denki, puedes hacerlo —se dijo a sí mismo, intentando infundirse confianza mientras preparaba una taza de café.
En ese momento, una pequeña figura con el cabello rubio alborotado y un pijama de ositos apareció en la puerta. Bakugō, aún medio dormido, frotaba sus ojos con sus pequeñas manos.
—¡Kacchan! —exclamó Kaminari con una sonrisa—. ¡Buenos días, campeón!
Bakugō, con una expresión que mezclaba sueño y desagrado, lo miró fijamente.
—Tengo hambre —dijo, con su voz infantil pero firme.
Kaminari se rió y se acercó a él, levantándolo en brazos.
—¡Vamos a preparar un desayuno digno de un héroe! ¿Qué te parece?
Bakugō no respondió, pero se aferró a Kaminari con fuerza, lo cual era una señal suficiente de aceptación. Kaminari lo sentó en una silla alta y comenzó a buscar ingredientes en la cocina. Decidió que unos pancakes serían una buena opción.
Mientras mezclaba la masa, Bakugō observaba con curiosidad, aunque su expresión seguía siendo seria. Kaminari intentó animar el ambiente.
—Oye, Kacchan, ¿alguna vez has intentado hacer pancakes? —preguntó, intentando iniciar una conversación.
—No —respondió Bakugō, simplemente.
Kaminari no se rindió.
—Bueno, hoy será tu día de suerte. ¿Quieres ayudarme a darles la vuelta?
Bakugō asintió ligeramente, intrigado por la idea. Kaminari sonrió, vertió la masa en la sartén caliente y, cuando fue el momento adecuado, le pasó la espátula a Bakugō.
—Con cuidado, Kacchan. Solo tienes que deslizarla debajo y darle la vuelta.
Bakugō tomó la espátula con sus pequeñas manos y, con un poco de ayuda de Kaminari, logró darle la vuelta a su primer pancake. Su rostro mostró una pequeña chispa de satisfacción.
—¡Lo hiciste genial, Kacchan! —exclamó Kaminari, aplaudiendo suavemente.
Después del desayuno, que resultó ser un éxito, Kaminari decidió que sería una buena idea llevar a Bakugō al parque para que pudiera gastar algo de energía. Lo vistió con ropa cómoda y le puso una gorra para protegerlo del sol.
Mientras caminaban hacia el parque, Bakugō se mantenía cerca de Kaminari, agarrando su mano con fuerza. Era una visión adorable que hizo sonreír a varios estudiantes.
Una vez en el parque, Bakugō se dirigió rápidamente hacia los columpios. Kaminari lo levantó y lo sentó en uno, comenzando a empujarlo suavemente. Las risas de Bakugō resonaban por el parque, y Kaminari sintió una cálida sensación de felicidad al verlo disfrutar.
—¡Más alto, Dendi! —pidió Bakugō, sus ojos brillando con emoción.
Kaminari se rió y empujó un poco más fuerte, asegurándose de que Bakugō estuviera seguro en todo momento. Después de un rato, lo ayudó a bajar y lo llevó a la zona de los toboganes.
El día pasó volando. Después del parque, regresaron al dormitorio para almorzar. Kaminari preparó unos bocadillos mientras Bakugō se entretenía con unos juguetes en la sala. Todo parecía ir bien hasta que llegó la hora de la siesta.
—Vamos, Kacchan, es hora de dormir un poco —dijo Kaminari, levantando al pequeño Bakugō y llevándolo a su habitación.
—No quiero dormir —protestó Bakugō, frunciendo el ceño.
Kaminari suspiró, sabiendo que esto no sería fácil.
—¿Qué tal si te cuento una historia? —sugirió, sentándose en la cama con Bakugō en su regazo.
Bakugō lo miró, evaluando la propuesta, y finalmente asintió.
—Está bien, pero tiene que ser una historia buena.
Kaminari sonrió y comenzó a contarle una historia de héroes y aventuras, modulando su voz para mantener el interés de Bakugō. Poco a poco, el pequeño comenzó a relajarse, sus ojos se cerraron y finalmente se quedó dormido.
Kaminari lo observó por un momento, sintiendo una mezcla de alivio y ternura. Colocó cuidadosamente a Bakugō en la cama y lo cubrió con una manta. Al salir de la habitación, se encontró con Kirishima, quien había venido a ver cómo estaban.
—¿Cómo te fue? —preguntó Kirishima en voz baja.
Kaminari sonrió, aunque visiblemente cansado.
—Fue una aventura, pero creo que lo manejamos bien. Kacchan está durmiendo ahora.
Kirishima asintió, agradecido.
—Gracias, Denki. Sé que no es fácil, pero estás haciendo un gran trabajo.
Kaminari se encogió de hombros modestamente.
—Es nuestro amigo. Haríamos cualquier cosa por él.
Y así, otro día en la vida de los estudiantes de la Clase 1-A pasó, con sus desafíos y alegrías. Aunque la situación de Bakugō era temporal, la experiencia de cuidarlo dejó una huella permanente en todos ellos, fortaleciendo sus lazos y enseñándoles el verdadero significado de la amistad y el compañerismo.