Cap 1

339 19 6
                                    

Belen

Me siento bastante extraña en éste lugar, suspiro y de inmediato pienso que no debí haber venido. La gente conversa y brinda a mi alrededor, metidos en su esfera de perfección, mientras yo aguardo con ansiedad por la hermosa castaña con la cual estoy decidida a mandar todo al demonio de una buena vez.

Dos meses en que desapareció y decidió que era mejor no estar en contacto. Dos largos meses en que tuve que aprender a sobreponerme a su ausencia y al desastre que sus fotos colgadas en mi pared aún ocasionan a mi estado de ánimo.
Bebo un sorbo de mi taza de té y volteo hacia todas partes en busca de mi esperada acompañante, pero solo el bullicio y algunas miradas curiosas son todo lo que me rodea.

El mesero se acerca una vez más a preguntar si voy a ordenar algo, pero no. ¡Maldita sea! No voy a ordenar nada de beber, de cenar, ni nada en absoluto a parte de mi té.

Reviso nuevamente mi reloj y lo remuevo en mi muñeca sintiendo el aroma de su perfume. Ese mismo que compramos juntas en nuestro viaje y por el cual por fin cambió el que solía usar. «Mi marido me lo dio una noche antes de casarnos. Desde entonces lo he usado.»
Aún recuerdo su cínica voz diciéndomelo cuando le dije que era un perfume exquisito, y al escuchar esas palabras incluso comencé a aborrecer aquel aroma.

Y maldita mujer indecente, me ofreció olerlo directamente de su cuello, y maldita sea yo también que accedí en un dos por tres, porque vamos, ¿quién no lo haría?

Bebo más té y acomodo mi cabello. Saco un pequeño espejo de mi cartera y observo mi rostro. Ni siquiera me reconozco y eso es lo que pretendo con el exagerado maquillaje que he decidido usar precisamente para ella. No quiero que vea en mí la misma chica ingenua que cayó en su trampa. Porque ya no lo soy. ¿O sí?

Las dudas golpean mi rostro como una bofetada del destino, una que me hace ver que probablemente sigo siendo la misma chiquilla con deseos de ser envuelta en sus pálidos brazos, pero no voy a dejar que mis deseos me gobiernen. No ésta vez.

Por fin la veo entrar por las puertas giratorias de cristal. Mierda. Se ve preciosa.

Lleva un abrigo elegante de pieles, como siempre, que cubre más abajo de su rodilla. Sus labios rojos esbozan una sonrisa radiante al verme esperando por ella y se acerca a la mesa con cautela felina, digna totalmente de su sensualidad.

Me mira unos segundos parándose frente a mí, se desabrocha el abrigo y lo coloca en el respaldo de la silla para luego sentarse. Todo ésto sin retirar sus ojos de los míos ni un solo segundo.

Mi mente trabaja a mil revoluciones por segundo, y estoy segura de que estoy comenzando a tener una taquicardia justo ahora, pues parece que mi corazón va a salirse de mi pecho.

El vestido que lleva parece confeccionado exactamente sobre cada centímetro de su cuerpo perfecto. Sus curvas se acentúan casi burlándose de mí, y mi voz ha decidido irse de viaje.

*Paty: -Hola, no sabía si vendrías.- Sonríe con altanería pero timidez al mismo tiempo, y ni siquiera sé cómo es eso posible.

*Belen: -Yo pensé que tú no vendrías. Tengo ya mucho aguardando por tí.- Aunque quiero sonar molesta, estoy segura de que no lo hago ni un poco.

*Paty: -Lo lamento. Pero que amable de tu parte aceptar venir a verme.- Hace una seña al mesero que en seguida se acerca casi corriendo. Ruedo los ojos porque sé que siempre es así. Todo el mundo está a sus pies a penas truena los dedos. Incluso yo. Sobre todo yo.

*Belen: -No digas eso...- Nos miramos con intensidad por unos segundos que de pronto comienzan a volverse un poco incómodos.

*Paty: -¿Me odias, Belen?- La vacilación en su voz me hace estremecer. ¿Cómo rayos puede siquiera llegar a imaginar eso?

Amor Inesperado🪐Donde viven las historias. Descúbrelo ahora