Cap-Extra

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Alicia.

Normalmente mi vecindario es tranquilo y no puedo quejarme, a excepción de las veces en que el puto perro de mi vecina viene a cavar agujeros en mi jardín, pero si lo comparamos con otros vecindarios donde hay robos y violencia, el mío es el paraíso. Despierto por la madrugada, sobresaltada por montón de golpes en una puerta.

Seguramente que al señor Thompson le han dejado de nuevo afuera por irse de juerga con sus amigos. Ahora duerme en el auto, maldito ebrio imbécil, digo en mi mente y pretendo volver a acurrucarme para dormir y seguir soñando con la preciosa maestra de Diana.

Salimos a cenar hace unas horas, y aunque ahora me he tomado mi tiempo con ella, y no la he llevado directamente a la cama, como he hecho con muchas otras chicas en otras ocasiones, me he atrevido a besarla y ella me ha correspondido.

Hay algo en ella que me tiene atrapada, me siento como un pájaro al que acaban de meter a una jaula, aleteando como loco para salir, pero sabiendo al mismo tiempo que tiene todo lo que necesita justo aquí en éste pequeño espacio de cabello marrón oscuro.

A penas cierro los ojos, los golpes vuelven a escucharse y me incorporo en la cama para poner más atención. Joder.

Creo que los golpes son más cerca de lo que pensaba, tanto que incluso estoy considerando la loca idea de que son precisamente en mi puerta. ¿Será que Paty no se fue de viaje? Porque fuera de ella no tengo a nadie en mente que quisiera venir a joder a éstas horas, pero de haber sido ella seguramente me habría llamado o enviado algún mensaje...

Las dudas me revuelven la cabeza, y solo hay una maldita forma de averiguarlo, así que me pongo una sudadera, enciendo las luces y bajo las escaleras con cautela.

Tomo un bate de base bol de mi colección por si a caso y enciendo también las luces del pasillo. Cada paso que doy por las escaleras siento que mi corazón va a salir disparado de mi boca por lo fuerte que está latiendo. Estoy asustada, pero la adrenalina también corre por mis venas como un veneno letal que invade todo mi cuerpo haciéndome temblar de expectación.

Los golpes vuelven a escucharse con mayor intensidad, y cuando observo por la mirilla de la puerta, un muy molesto Diego parece exhasperado en verdad sobre mi tapete de entrada.

De todas las personas que podrían haber sido, justamente me tuvo que tocar éste bastardo, la persona mas jodida de todas. ¿Qué mierda quiere aquí? Él debe saber que Paty no está, así que no tendía por qué traer su trasero a mi puerta ninguna circunstancia. Abro la puerta despacio sin dejar de lado el bate, sé que el tipo me odia, y tampoco es que a mí me haga mucha gracia ver su fea cara tampoco, así que más vale estar prevenida por si está decidido a cometer alguna locura, porque no hay en mi mente ninguna otra cosa por la que él que pudiera estar aquí.

*Diego: -Déjame hablar con ella.- Dice en tono de fastidio.

*Alicia: -¿Qué rayos haces aquí? ¿Has visto la hora que es?- Le gruño. -Deberías estar en tu viaje para la celebración de Diana, después de que la has alejado de mi amiga.

*Diego: -Pues no puedo ir porque Diana quiere pasar su cumpleaños con su madre. Y aunque eso no es asunto tuyo, ve por ella y deja de fingir, sé que está aquí.- ¿Quién rayos se cree éste imbécil? Ni siquiera entiendo cómo es que Paty ha aguantado a su lado siete insulsos años de matrimonio.

*Alicia: -¿Cómo demonios te atreves a darme órdenes en mi propia casa? Y no, no está aquí.- Aprieto el bate con mis manos y ruego a cualquier ser divino que me dé un motivo para usarlo. Intento cerrar la puerta, pero él no me lo permite, la sostiene con su mano y me mira con más enojo enmarcando su mirada.

Amor Inesperado🪐Donde viven las historias. Descúbrelo ahora