Pijamada

10 3 0
                                    


Jake

Me desperté con el sonido de mi alarma, sabiendo que hoy sería diferente. Tenía una pijamada planeada con Madison, algo que no hacíamos desde que éramos niños. La idea de tener a alguien en casa para variar me alegraba más de lo que quería admitir.

Después de un día agotador en la escuela, finalmente llegó la hora de ir a casa. Al abrir la puerta de mi casa, el silencio me recibió, como siempre. Mis padres trabajaban hasta tarde y rara vez estaban en casa antes de las diez. La casa, aunque grande y bien decorada, siempre se sentía vacía.

Subí a mi habitación y comencé a preparar todo para la pijamada. Coloqué dos sacos de dormir y almohadas en el suelo, y escogí juegos de mesa y películas para la noche. Miré el reloj, contando los minutos hasta que Madison llegara. Me detuve un momento y observé mi habitación, intentando recordar la última vez que había tenido a alguien más aquí. Fue hace tanto tiempo que apenas podía recordarlo.

Finalmente, el timbre sonó y corrí a abrir la puerta. Madison estaba ahí, con una gran sonrisa y una bolsa llena de cosas para la noche.

-¡Hola, Jake! -dijo ella, entrando y mirando alrededor-. Wow, tu casa siempre es tan ordenada. ¿Dónde están tus padres?

-Todavía en el trabajo. Llegarán tarde, como siempre -respondí, tratando de no sonar desanimado.

Madison asintió y me siguió hasta mi habitación. Empezamos a preparar las cosas y pronto estábamos sentados en el suelo, comiendo pizza y hablando de cualquier cosa que se nos ocurriera. Sin embargo, en algún momento de la noche, la conversación se volvió más seria.

-Oye, Jake, ¿cómo es vivir aquí solo la mayor parte del tiempo? -preguntó Madison, con la boca llena de pizza.

Suspiré y me recosté en mi almohada, mirando el techo.

-A veces es... difícil. Mis padres siempre están trabajando y no tengo hermanos, así que la casa está casi siempre vacía. Es como si... no tuviera a nadie como si viviera solo. -admití, sintiendo un nudo en la garganta.

Madison dejó su pizza y se acercó más, mirándome con preocupación.

-No sabía que te sentías así. Siempre te ves tan tranquilo y feliz en la escuela.

-Es fácil estar tranquilo cuando hay gente alrededor. Pero cuando llego a casa, es diferente. Es... Deprimente y aburrido.

Madison puso una mano en mi hombro y me dio una mirada comprensiva.

-Lo siento, Jake. De verdad. Pero sabes que siempre puedes contar conmigo, ¿verdad? No importa la hora, siempre estoy aquí para ti.

Asentí, agradecido por su apoyo.

-Gracias, Madison. Eso significa mucho para mí.

La noche avanzaba lentamente. Después de jugar a varios juegos de mesa y ver algunas películas, Madison y yo estábamos recostados en nuestros sacos de dormir, mirando el techo de mi habitación. El silencio era cómodo, pero sentía que había algo más que necesitábamos hablar.

-Oye, Madison -dije finalmente, rompiendo el silencio.

-¿Sí? -respondió ella, girándose para mirarme.

-Estaba pensando en lo que dijiste antes, sobre contar contigo. Quiero que sepas que lo mismo va para ti. Si alguna vez necesitas hablar de algo, cualquier cosa, estoy aquí para ti -dije, tratando de sonar lo más sincero posible.

Madison sonrió y asintió.

-Gracias, Jake. En realidad, hay algo de lo que nunca he hablado con nadie. No estoy segura de por qué, pero creo que confío lo suficiente en ti para contártelo -dijo, su voz temblando ligeramente.

Cartas a un chico lindo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora