Extrañaba Esto

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Alejandro

Tal vez los chicos tengan razón; me estoy alejando de lo que me gusta por pasar tanto tiempo con Madison y Jake. No he dibujado en muchos días, cuando solía ser algo habitual para mí, y ahora siento que tengo un pequeño bloqueo. Las ideas no fluyen como antes. Pero Madison también me gusta, y Jake es agradable.

Decidido a hacer algo al respecto. Preparo mis pinceles y lienzos, y empiezo a hacer manchas por doquier, de distintos colores y tamaños. Es bastante relajante, y a veces me ayuda cuando mi mente está en blanco, como ahora. Las pinceladas caen al azar, casi sin pensar, pero con algo único en cada uno.

Voy por un café amargo y me siento frente al lienzo, imaginando a qué se asemeja cada mancha. Después de algunos minutos, logro ver formas en el caos: algunas nubes, un perro... ¿y por qué esa mancha se parece a un unicornio? Me río un poco, pero decido ignorarlo y seguir examinando las manchas en busca de inspiración.

Sin embargo, soy interrumpido por Liam.

-Alex, ¿puedo salir un rato? -pregunta con su típica mirada inocente.

-¿A dónde? -le pregunto, sintiendo una ligera preocupación.

-Un vecino me invitó a pasar el rato.

-Bueno... sí, está bien, sal un rato. Pero regresa pronto y lleva tu teléfono contigo, ¿vale?

Liam asiente y sale rápidamente. No debería preocuparme tanto, pero no puedo evitarlo. No es tan seguro dejar a un niño de trece años ir solo por ahí, aunque confío en que sabe cuidarse. Desde que está conmigo, ha salido poco con niños de su edad, solo en la escuela. No quiero que termine sin amigos. ¿Irónico, cierto? Yo mismo he logrado tener cuatro amigos que considero leales, pero quiero que él tenga esa oportunidad también.

Vuelvo al lienzo, pero mi mente ya está divagando. Tengo ganas de salir.

Decido llamar a James y Noah

-¿Chicos que les parece si salimos un rato? No hemos hecho algo emocionante juntos en un tiempo. Podríamos ir a escalar esa montaña que tanto le gusta a Noah.

Asentí, sintiendo una chispa de emoción que no había sentido en días.

-Me parece una buena idea -Respondío James animado.

-Perfecto, te damos unos minutos para que te cambies y nos vamos -dijo Noah.

Me cambié rápidamente, poniéndome ropa cómoda y mis zapatos de escalar. Sabía que esto no solo era una forma de distraerme, sino también de reconectar con mis amigos de una manera más significativa. Escalar siempre había sido una de nuestras actividades favoritas; nos daba la oportunidad de desconectarnos del mundo y enfocarnos en el desafío físico y mental.

Sali de casa y nos dirigimos en el coche de James hacia la montaña. El camino estaba lleno de curvas y rodeado de árboles, lo que nos brindaba una vista impresionante del paisaje. El aire fresco y la luz del sol que se filtraba a través de las hojas me hicieron sentir más relajado.

-Hace tiempo que no subimos aquí, ¿eh? -comentó James mientras estacionaba el coche en la base de la montaña.

-Sí, demasiado -respondí, sintiendo una mezcla de nostalgia y anticipación.

Noah ya estaba sacando las mochilas con el equipo de escalada. El sonido de el viento y el aire fuerte me recordó lo mucho que me gustaba esta actividad. Escalar requería concentración y fuerza, pero también nos daba la oportunidad de hablar de cosas que quizás no habríamos discutido en otras circunstancias.

Empezamos a caminar hacia la base de la montaña. El sendero era rocoso y empinado, pero eso no nos desanimó. Al contrario, nos dio más energía. Cuando llegamos al punto donde comenzaríamos a escalar, tomé un momento para mirar hacia arriba. La cima parecía estar a kilómetros de distancia, pero sabía que no importaba eran unos cuantos metros tampoco importaba el tiempo que tomara llegar allí. Lo importante era disfrutar del proceso.

-¿Listos? -preguntó Noah, asegurándose de que todo el equipo estuviera en su lugar.

-Listo -respondí, sintiendo cómo la adrenalina empezaba a correr por mis venas.

Comenzamos a escalar en silencio, cada uno concentrado en sus movimientos. La montaña tenía una serie de grietas y protuberancias que facilitaban el ascenso, pero aún así requería esfuerzo y precisión. A medida que subíamos, podía sentir cómo mi mente se despejaba. Cada movimiento me hacía sentir más presente, más en contacto con lo que realmente importaba.

James, que estaba a unos metros por encima de mí, rompió el silencio.

-¿Sabes, Alex? Extrañaba esto. A veces, todo lo que necesitamos es alejarnos un poco del caos y recordar lo que nos hace felices.

Sonreí, aunque no podía ver su rostro desde donde estaba.

-Tienes razón -respondí-. Esto me recuerda quién soy, lo que realmente disfruto.

Seguimos escalando durante un buen rato, deteniéndonos de vez en cuando para admirar la vista o para intercambiar alguna broma ligera. La cima se acercaba cada vez más, y con ella, una sensación de logro que hacía tiempo no experimentaba.

Finalmente, después de un último esfuerzo, llegamos a la cima. El paisaje era impresionante; el valle se extendía ante nosotros, salpicado de árboles y pequeños cuerpos de agua que reflejaban el cielo despejado. Nos sentamos en el borde, tomando agua y recuperando el aliento.

-¿Sabes qué? -dijo James, rompiendo el silencio-. Este lugar me recuerda a esos viejos tiempos cuando lo único que importaba era el siguiente desafío. Deberíamos hacer esto más seguido.

Asentí, mirando el horizonte.

-Definitivamente. Y esta vez no dejaré que otras cosas me distraigan tanto. Esto es parte de lo que soy.

James me dio una palmada en la espalda y se recostó, cerrando los ojos por un momento, disfrutando de la brisa fresca.

-Y así es como debe ser, Alex. Sabes que siempre puedes contar con nosotros para volver a encontrarte cuando lo necesites.

Pasamos un buen rato en la cima, hablando de cualquier cosa y de nada en particular. Eran momentos como esos los que realmente valoraba, en los que podía ser yo mismo sin ninguna presión, sin ninguna expectativa. A medida que el sol empezaba a descender en el horizonte, comenzamos a prepararnos para el descenso.

Mientras bajábamos la montaña, sentí una paz que hacía tiempo no experimentaba. Había olvidado lo importante que era mantenerme conectado con las cosas que realmente me hacían feliz, y estaba decidido a no perder de vista eso nuevamente. Mis amigos me habían dado una perspectiva nueva, y estaba agradecido por ello.

Tal vez había estado tan atrapado en los problemas de mi vida diaria que había olvidado lo que realmente me hacía sentir vivo. Escalar, pintar, perderme en mi propio mundo... todo eso me definía, pero lo había dejado de lado por un tiempo todo eso me hacia yo esa era mi ecensia.

Cada paso que daba me alejaba de las preocupaciones, acercándome a un estado mental donde el pasado y el futuro no importaban; solo existía el ahora. Las rocas bajo mis manos eran ásperas, y el esfuerzo físico me recordaba lo fuerte que realmente era, tanto mental como físicamente. A veces, necesitaba sentir el dolor en mis músculos para recordar que estaba aquí, que estaba vivo.

James volvió a romper el silencio después de un rato. Su voz, aunque tranquila, tenía un matiz de nostalgia.

—Es increíble cómo un lugar puede traerte tantos recuerdos, ¿verdad? Cada vez que subimos aquí, siento como si el tiempo se detuviera.

—Sí —respondí, mi voz sonando más firme de lo que había esperado—. Es como si nada más importara. Solo nosotros y la montaña.

Seguimos descendiendo, y el sudor comenzaba a pegar mi camisa a la espalda, pero no me importaba. De hecho, lo disfrutaba. El esfuerzo físico, el enfoque que requería cada movimiento, todo eso me ayudaba a despejar la mente de cualquier otra cosa.

Mis amigos y yo intercambiamos algunas bromas mientras descendíamos.Este día había sido un recordatorio de que, a veces, todo lo que necesitamos es un poco de distancia para ver las cosas con una nueva perspectiva.

Al llegar al pie de la montaña, estábamos agotados, pero satisfechos. Nos miramos con complicidad, sabiendo que todos habíamos sentido la misma liberación en ese día. Estábamos listos para enfrentar lo que viniera, y sabía que, con amigos como ellos, no tendría que hacerlo solo.

Cartas a un chico lindo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora