Prólogo

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Jake estaba recostado en su cama, con los audífonos puestos, mientras el lápiz se deslizaba con suavidad sobre la hoja de su cuaderno de dibujo. La música resonaba en su cabeza, pero sus pensamientos estaban en otro lugar. Durante todas las vacaciones, Alejandro había ocupado su mente. Cualquier cosa, por más insignificante que fuera, le recordaba a él: una risa en una película, la música, incluso el sonido de la lluvia golpeando su ventana.

Nunca antes Jake había tenido tantas ganas de regresar a clases. Siempre había disfrutado de sus vacaciones, pero esta vez, todo era diferente. Alejandro lo había cambiado todo. Desde la primera vez que lo vio, algo en su interior había despertado. Era una sensación nueva, poderosa, y al mismo tiempo, aterradora.

Jake ya había pasado horas imaginando cómo sería hablarle, qué decirle, cómo mirarlo sin delatar el torbellino de emociones que lo consumía. Pero había un problema que no podía ignorar: no sabía si a Alejandro le gustaban los chicos. O si lo que había pasado entre ellos... ¿había sido solo un error? ¿Una casualidad que debía olvidar? O quizás, ¿era algo más? La incertidumbre lo atormentaba.

Suspiró, dejando el lápiz a un lado. Miró el dibujo que había comenzado, de un primer intento de el rostro de Alejandro, sus ojos profundos y su sonrisa fugaz. Sentía cómo su corazón latía con fuerza, entre la esperanza y el miedo. ¿Qué haría si se equivocaba? ¿Si al abrirse, todo cambiara para mal?

Jake cerró los ojos, intentando calmar la tormenta en su mente. Pronto, muy pronto, tendría que enfrentarse a esas preguntas. Pero por ahora, todo lo que podía hacer era esperar... y seguir soñando con lo que podría ser.

Cartas a un chico lindo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora