CAPÍTULO 5

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LEXIE, 4 años antes. 


Escuché por primera vez a Owen Reed en el salón de mi nueva casa, mientras bailaba con Teddy. Teníamos la costumbre de bailar descalzas, con la música a todo volumen, sin preocupaciones ni distracciones. Teddy, con solo tres años, ya amaba el baile tanto como yo a su edad. Le encantaba la música y moverse al ritmo de las canciones, y a mí me fascinaba verla así.

"I'm Still Jealous" sonó en una lista de éxitos y de inmediato captó nuestra atención. Teddy levantó los brazos y se subió al sofá, dejándose llevar por la melodía. La nueva casa estaba en la segunda planta de un estudio de baile, el cual aún estaba pagando. Planeaba abrir mi academia de baile en los próximos meses, aunque todavía necesitaba ahorrar lo suficiente para que fuera rentable. Por el momento, mi hija y yo nos habíamos instalado en la planta superior, viviendo entre sueños y futuros pasos de baile.

La música de Owen Reed llenó el espacio, resonando en cada rincón. Teddy giraba y saltaba, riendo y disfrutando de cada momento. 

—Vaya—dije, al verla tan contenta—.  ¿Te gusta, Teddy?

—Sí, mamá—contestó—. Algún día, cuando bailes abajo, ¿me enseñarás a hacer lo mismo?

En el estudio de baile trabajaríamos Dorian y yo, y asistiríamos a tantos grupos como fuéramos capaces de ello. Por el momento teníamos el espacio, los suelos de madera, algunos muebles y un gran espejo con una barra de ballet.

Todo lo demás iría viniendo, con las ganancias en los distintos trabajos a los que nos dedicábamos para poder subsistir y hacer nuestro sueño realidad.

—Claro que sí, peque —dije.

—Guay —me contestó—. Seré la mejor de todas.

—Ah —me acerqué a ella—. De eso ya estoy segura.

Me acerqué al teléfono y busqué la canción que acababa de sonar. Owen Reed... no me sonaba, aunque su voz me era un tanto familiar. Descubrí en su perfil con unos cuantos millones de oyentes mensuales y canciones del todo conocidas, aunque yo no tenía ninguna entre mis favoritas. Como me picaba la curiosidad, me guardé su perfil para mis futuras clases. Inspeccioné otras de sus canciones y empezaron a sonar nuevamente en el salón. Teddy bajó del sofá y se acercó a decirme:

—¿Cuándo vienen el tío Dorian y la tía Bonnie?

—En un ratito —contesté—. Si quieres vamos fuera y les esperamos en la calle.

Mi hija asintió. Bonnie, mi mejor amiga, había vuelto de la facultad para pasar el fin de semana con la familia y habíamos hecho planes para salir los cuatro. Echaba de menos que estuviera por aquí, igual que cuándo íbamos al instituto. Ahora las cosas eran diferentes, pero Bonnie siempre sacaba tiempo para vernos, para ponernos al día.

Apagué la música y tomé la mano de Teddy, saliendo juntas a la calle comercial dónde vivíamos, en el corazón de Saint Rhodes.

Nuestro pueblo era pequeño, y bastante pintoresco. Con sus seis mil habitantes, éramos una pequeña comunidad que, en todos los aspectos, estábamos en la vida de los otros sin remedio alguno. Las tragedias eran compartidas, los secretos volaban y los éxitos de cualquiera eran los éxitos de todo el mundo. 

Sin embargo, yo le veía cierto encanto a la vida en el pueblo. Saint Rhodes me había visto crecer, igual que Teddy, y no lo cambiaría por nada en el mundo.  Todas las calles eran empedradas y casas de fachadas coloridas, muchas de las cuales habían sido declaradas edificios históricos por su supervivencia con los siglos. Los árboles rodeaban las aceras, proporcionando sombra en el calor del sur. 

The Road Ahead Of Us (Romance y Contemporánea)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora