CAPÍTULO 1

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LEXIE, 7 años antes. 


Supe que estaba embarazada de Teddy la noche en la que me coronaron reina del baile. Fue en el vestuario de las chicas, un espacio que normalmente evitaba, como todo el pabellón deportivo. Ahora, sentada en uno de los banquillos, estoy completamente perdida. 

Al baile podíamos acudir todos los que hubiéramos sido invitados por alguien de último curso, o los estudiantes que dentro de unos pocos días se graduarían y marcharían a cualquier punta del país para seguir con sus vidas. Pero no yo, que me quedaría en Saint Rhodes atada de por vida. 

Mi novio, Trevor, era uno de esos chicos que se despedirían de Carolina del Sur en breves momentos. Y yo había estado contenta por su decisión. Siempre supe que se iría, y que nuestra relación tenía fecha de caducidad desde el momento en el que acepté ser su novia. Habíamos sido la pareja perfecta y todo el mundo nos adoraba. Por ese motivo se nos había votado como los reyes aquella noche. Dorian, mi hermano gemelo y Bonnie, mi mejor amiga, estaban en el baile gracias a este estúpido noviazgo.

La verdad, eso de que me coronasen había tenido que ver con mi creciente popularidad. Dorian y yo habíamos pasado los últimos doce o trece años de nuestra vida bailando y compitiendo en pareja, y acabábamos de ganar salir en un videoclip de una cantante emergente cuyo nombre ya no recuerda nadie unos meses después. Eso impresionó a la gente, a los chicos del equipo de baloncesto. Trevor se fijó en mí entonces, porque yo había sido invisible. Un poco de atención y cariño en el momento indicado,  y me encontraba embarazada con dieciséis años. 

En ese momento, mientras trataba de contener las lágrimas, pensé en lo estúpida que fui al aceptar ser su novia, sabiendo todo lo malo que acarrearía. Él estaba en último año y competía en el equipo de baloncesto. Jugaba con destreza, impecable según algunos ojeadores. El entrenador Terrance decía que llegaría a la NBA después de acabar sus estudios universitarios. Ya le habían dado una beca completa para estudiar en Nevada. 

Por si os falla la geografía, Nevada y Carolina del Sur siquiera se conocen. Demasiadas horas en coche, billetes de avión carísimos. Diferentes zonas horarias, diferentes estilos de vida. Trevor se marchaba para no volver, y yo estaba contenta con ello. 

Saint Rhodes en general creía que sobreviviríamos a que él se fuera a la otra punta del país. Aunque nosotros pensásemos que eso no ocurriría. A nuestros vecinos les encantaba ver una pareja de deportistas profesionales, guapos y de buena familia salir juntos. Nos veían con hijos y protagonizando un documental dentro de unos años. 

Cuando subí al escenario esa noche, seguida de Trevor, me imaginé a todos esos vecinos que creían que entre nosotros había un futuro. Por un segundo pensé que estaban en lo cierto. Que con un poco de esfuerzo Trevor sería el amor de mi vida. El padre de mis hijos. Lo que no contemplaba ni por casualidad era el tener que explicárselo tan pronto.

Por eso, cuando me pusieron aquella tiara de plástico en la cabeza y me obligaron a abrir el baile con mi novio, noté que algo no marchaba bien.

Era como una sensación extraña, una intuición. Seguido de unas náuseas que me paralizaron por completo. Bailé con Trevor, mareada y con un nudo en el estómago y con ganas de desaparecer de allí. Así que cuando el resto de parejas se unió a nosotros, salí disparada de la pista.

Mi mejor amiga, Bonnie, la única a la que había podido colar en el recinto, me siguió hacia los baños del gimnasio. Me sostuvo el pelo cuándo vomitaba. No dijo nada mientras le pedí que me acercase el bolso del guardarropa.

Saqué el predictor que había comprado hacía unas semanas, cuando las sospechas de que algo iba mal iban creciendo. Nunca había sido de menstruaciones regulares, y me cuidaba con los métodos anticonceptivos. Postergué la prueba, como si, retrasándola, fuese a ser menos real. 

The Road Ahead Of Us (Romance y Contemporánea)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora