CAPÍTULO 2

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OWEN, 7 años antes. 


No estaba preparado para la vida adulta. Siempre había sido demasiado ególatra pensando en que la vida, como si fuera un ente místico y todopoderoso, tenía otros planes para mi. Creo que era un mecanismo de defensa, para luchar contra el miedo y la rabia. Para poder dormir por las noches en las casas de acogida, para poder sobrellevar el paso de los días sin hundirme.

Así que cuando cumplí los dieciocho y me libré del sistema de menores y fui "libre" para tomar mis propias decisiones, la cagué muchísimas veces. En incontables veces me faltó un buen consejo y alguien que pudiera ver la multitud de cagadas que cometía minuto a minuto en mi nueva sensación de libertad. 

Acepté curros precarios para poder pagarme una habitación en un apartamento de Memphis, Tennessee, ciudad dónde me crié. Comencé a trabajar de reponedor en un supermercado a la vez que tocaba en varios bares con la esperanza de que algún productor de Nashville me oyera y me fichara.

Porque para mí ese era el camino que la vida me había preparado. El sueño de ser una estrella, tener pasta a aburrir y que todo el mundo recordase mi nombre. Había crecido siendo un don nadie, un número más en el sistema, saltando de casa en casa sin poder nunca habituarme a nada, sin tener nada a lo que llamar hogar. 

Así que el sueño de ser una estrella de la música en un mundo tan gris y solitario me hacía especial ilusión. Cantar y tocar con mi guitarra era lo que me daba esperanzas.  Lo único que tenía en esta vida era mi guitarra, una libreta mugrienta con letras algo malas y también tenía a Steven.

Steven era mi mejor amigo, el único, para ser exactos. También era una paria. Habíamos coincidido en una casa de acogida hacía doce años. Desde ese momento nos considerábamos hermanos de otra madre. Todo lo hacíamos juntos. Incluso soñar despiertos.

Habíamos combatido el mundo con la idea de ser grandes, ricos y poderosos. Steven se hizo mayor de edad algo antes que yo, así que ya llevaba cierto tiempo haciéndose a la idea de que era el mundo adulto. Y estaba todavía más asqueado que yo con todo esto. 

No era muy diferente al que habíamos vivido. Era austero, y todo se manejaba por la pasta, la influencia y la individualidad. No nos costó hacernos a la idea de que aquel era el panorama, sino que nos costó deshacernos de la idea de que el plan no sucedería.

Por eso, más de un año después de esa supuesta libertad, aún seguíamos aferrados a ello. De bar en bar. Steven mendigando alcohol y yo matándome a escribir canciones que tocar en los bares para impresionar al público en busca de alguien que pudiera darnos esa soñada oportunidad.

Aquella noche, del 8 de agosto, me había subido con la guitarra al escenario del Soft Velvet, un bar de ambiente con micro abierto los miércoles.  Era un sitio oscuro, con demasiadas mesas vacías y dónde todo el mundo pasaba del que cantaba. Allí pude tocar uno de los clásicos de Johnny Cash y añadí una de repertorio propio.


—Esta canción trata sobre la esperanza—dije, pegado al micro—. Mi amigo Steven y yo se la dedicamos a todos los que persiguen un sueño.

Empecé con los primeros acordes. Vi a Steven sentado en una de esas mesas altas. Y vi que detrás de él había una mujer rubia de aspecto serio, con una blusa y unos aros muy grandes rozándole los hombros. Le observaba y después me miró a mi, expectante.

When shadows dance, and doubts unfold,

Hope, the anchor in a story untold,

A spark in the soul, a flame so bright,

Guiding us through the darkest night.

Me sabía aquella canción, "Eternal" era una de las decenas de canciones que habíamos compuesto en nuestras noches en vela. Era el eco de un pensamiento muy recurrente, de un anhelo profundo y agradecido. no la podía considerar mi mejor obra, ni de lejos.

Pero a aquella mujer le gustó, al igual que al público. Cuando aplaudieron, y en medio del jaleo, la mujer se ausentó de la sala teléfono en mano. Había algo en ella que no me había gustado, o al menos me parecía extraño en ella.

Regresé con Steven, y mi amigo ya había coleccionado unas cuantas cervezas y boles con frutos secos en la mesa. Esa sería nuestra cena, seguramente. 

—Has estado increíble— dijo Steven—. La próxima tocas la canción esa que le escribiste a Tiffany... "In Your Eyes", te hizo llegar a la tercera base.

Nuestros romances de institutos habían quedado abandonados por la supervivencia del día a día. Yo ya no escribía sobre encontrar el amor, porque antes quería encontrar un medio de vida con el que poder vivir. Otras cosas me pasaban por la cabeza en ese momento. 

—Ya—digo, arrugando la nariz—. Por cierto, ¿quién era esa mujer?

Steven se gira. La mujer rubia tan bien vestida, demasiado pudiente para estar en el bar mugriento dónde nos encontrábamos ya se había esfumado del todo. 

—¿Esa rubia? No sé, solo me ha dejado dos cervezas encima de la mesa y se ha ido sin mediar palabra— dice, enarcando las cejas—. Creo que no se ha dado cuenta de que soy gay, porque me ha dado su teléfono antes de irse.

Joder. Nunca había salido tan disparado como en aquel momento. Steven podía estar muy ciego para verlo, pero yo sí que sabía qué significaba. Eché a correr hacia la salida, topándome con varias personas que tuve que esquivar en mi intento de alcanzar a aquella mujer.

Para cuando salí del Soft Velvet, Tara Hohner ya se había marchado. En aquel momento no sabía su nombre, solo tenía un pálpito, uno de los buenos. Cuando buscamos el número de Tara en internet, descubrimos una agencia de talentos, una emergente con no demasiados clientes y ninguno de ellos precisamente conocidos. 

Pero en aquel bar, todo eso nos dio igual. Alguien en el mundo, en aquel mundo gris y sin esperanza, nos había dado la mano. 

The Road Ahead Of Us (Romance y Contemporánea)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora