Capítulo 1: Los juegos olímpicos

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El día en el que perdimos la Eurocopa, pensé que no podía sentir dolor más grande que en ese momento. En el mes antes de empezar la temporada, cuando estaba de vacaciones y pude volver al hogar, pensaba siempre al acostarme en ese dolor, y sobre todo, en el abrazo que me había dado con mi "enemigo".

Me sentía raro al pensar en él. ¿Debía seguir odiándolo? ¿O esta derrota nos había unido de una manera en la que la enemistad no entraba en juego? ¿Se había sellado nuestro destino con este dolor?

Antes de irme a dormir, recorría la playa de cerca de casa, miraba las olas romperse, y pensaba en el mar inmenso.

Así me sentía yo. Una ola en esa inmensidad, que temía romperse.

— ¿Eres feliz, Pedro?

Estaba con mi madre, en el descansillo de casa. Si olvidara todo, podría creer que volvía a ser un adolescente, con problemas banales, con el calor diario del hogar.

— Sí, lo soy, mamá.

Y aunque era verdad, me sentí un fraude al decirlo.

— Sales en el periódico a menudo — me comentó —. Dicen que eres uno de los mejores futbolistas de este país, mi niño. Y de los más jóvenes. Debes estar orgulloso, independiente del resultado.

Asentí y observé el periódico "Marca" en la mesa. Como norma general, no me dejaban leer nada, porque según mi familia y mi psicólogo (sí, nos obliga an a ir a uno) nos podía afectar nuestra carrera deportiva.

— Eso me alegra.

Por la noche, ese día de Junio, aproveché para buscar noticias. Sabía que no debía hacerlo, pero mis dedos teclearon igualmente.

"El jugador excepcional Pedri" leí "En esta Eurocopa se ha consolidado como centrocampista, el fichaje más joven de la selección"

Fui bajando en el buscador y aparecieron otras noticias.

"Un gran acierto el fichaje de Pedri, pero ¿podría decirse lo mismo del portero de la selección?"

Apagué la pantalla inmediatamente. Aunque no fue una crítica hacia mi persona, me dolió igual o más. Cerré los ojos y mi divagación llegó a su fin.

Me convocaron para los Juegos Olímpicos en Tokio, al igual que a Unai Simón. Otros compañeros nuevos formaban parte del equipo olímpico, y muchos de nuestros compañeros de selección se quedaron en España, por el cansancio causado por la Eurocopa.

Era la primera vez que viajaba a Japón, y estaba emocionado.

Era Julio y llegamos al país nipón en un avión con toda la selección. Al contrario que en la Eurocopa, en la que dormíamos y descansabamos en diferentes hoteles, nos asignaron diferentes habitaciones en la villa olímpica, y me sentí como en un campamento otra vez. En el hall del lugar, junto a otras selecciones olímpicas, nos señalaron las habitaciones correspondientes.

— ¡Me pido dormir con Pedri! — gritó Marc Cucurella, un jugador del Manchester con quien había hecho buenas migas en el avión.

— Recordad que no están permitidas las relaciones sexuales — dijo Dani Olmo, en tono jocoso —. Han hecho unas camas específicamente para eso.

— No es mi tipo, a mi me van más los altos — recalcó el catalán —. Como nuestro portero.

Giré la cabeza para observar la reacción del vasco, que parecía inerte.

— Yo me pido con Oyarzabal — comentó este —. En la habitación más alejada a vosotros.

Algo en su tono de voz me hizo sentir que para nada estaba de broma, y que si no habíamos hablado desde esa final, esto seguiría así. Apenas le había podido mirar en todo el viaje. Intercambiar palabras fuera del campo del juego ya sería imposible.

Amor entre partidos (PEDRI + UNAI SIMÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora