A veces me despertaba en mitad de la noche con un sudor frío. Mi cuerpo entero temblaba, como si buscara algún tipo de calor. Y siempre, cada vez que me pasaba, buscaba a alguien en mi cama y la encontraba vacía.
No importaba si fuera en mi casa, o en un hotel, siempre la encontraba vacía.
Era una sensación que no había tenido nunca. Deseaba a alguien ahí. La soledad de esta vida que había construido, un futbolista que iba de ciudad en ciudad, sin un hogar fijo, y sin nadie a quien acudir al llegar a casa.
Lo único que me libraba de ese sentimiento de no permanecer era cuando estaba en el campo de fútbol. Mi mente se quedaba en blanco, y solo sentía la necesidad de hacer ganar a mi equipo.
Todo empeoró en Abril cuando me volví a lesionar. Fue algo repentino, porque había pasado la mayoría de la temporada de baja.
— Es una lesión severa en el muslo — me comunicó el médico —. Necesitarás, mínimo, hasta Junio para curarte.
— Otra vez no... — mascullé.
En las noticias ya hablaban del eterno lesionado. En la afición, había gente que sospechaba que era un jugador que no se curaría nunca de sus dolores, como un muñeco roto. Y en mi mente, el ruido de todas esas palabras se intensificaba cada vez más.
Era mayo cuando retomé el fisio de manera activa. Quería volver al terreno de juego cuando antes, así que me pasaba más horas de las permitidas haciendo ejercicio. Entonces, ya cuando estaban apunto de cerrar las instalaciones, en la máquina de correr, caí al suelo al tropezarme con mi propio pie.
El dolor fue de nuevo como una sensación paralizante. Me quedé en el suelo retorciéndome. La visión se me nubló y noté como las lágrimas acariciaban mis mejillas.
— Ayuda... — susurré sabiendo que la mayoría de trabajadores se habían ido a casa.
No sé cuánto tiempo pasé ahí, tirado en el suelo incapaz de moverme, pero un chico de seguridad me encontró y pudo llevarme de vuelta a casa. A alguien se lo contó, porque lo siguiente que recibí fue una llamada de mi entrenador gritando.
— ¡¿ A quién se le ocurre estar más de tres horas rehabilitandose?! — me gritaba desde el otro lado de la línea, mientras que yo intentaba cojear hasta el sofá.
— Yo... Quería recuperarme antes.
Se escuchó un suspiro.
— ¿No te das cuenta que así solo empeoras las cosas? ¿No puedes hacer caso al puto médico? — Seguía con el cabreo en la voz —. ¿Acaso quieres estar cojo toda tu vida?
No. Antes de no volver a jugar preferiría morir.
— Yo...
— Deja de hacer el gilipollas, Pedro. O no volverás a jugar.
Y antes de poder decir nada más, colgó.
Mi visión seguía borrosa, aunque el dolor ya no fuera tan intenso. Me tiré al frío suelo y miré hacia arriba. Me sentía raro, triste, solo y sobre todo, mal.
Tal vez la afición tenía razón, y era un muñeco roto.
Lo que por un momento fue una sensación de malestar, se fue apoderando de todo mi cuerpo. Y ahí, aquella noche, me quedé tirado sin poder moverme.
Al día siguiente no fui a rehabilitación, y aunque tenía llamadas sin contestar, era incapaz de moverme. El sudor frío había aparecido de nuevo, y mi mente simplemente estaba paralizada.
Soy un muñeco roto. Repetía mi cabeza.
Sabía que algo iba mal, tremendamente mal, cuando ni siquiera reuní las energías para ir a comer. Los trabajadores de la casa seguramente pensaron que estaba enfermo, así que no me molestaron.
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Amor entre partidos (PEDRI + UNAI SIMÓN)
FanfictionHistoria que abarca desde 2021 hasta la actualidad. Pedri es un novato y joven promesa del fútbol. Todos sus sueños se están cumpliendo, y aún así, siente que algo se le escapa de las manos. En un partido de enero, conoce a Unai Simón, un portero de...