Capítulo 2: Lesiones y descontrol

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De pequeño me solían contar una leyenda.

Se remontaba a hace siglos, cuando los guanches habitaban la isla de Tenerife.

Para los guanches, Guayota era el diablo, el "maligno" del volcán, el Teide. Desde allí, por su boca, lanzaba lava y cenizas para recordar su presencia.

Un día, Guayota trajo la oscuridad raptando a Magec, el dios del sol y de la luz para los guanches. Lo llevó hasta el interior de su montaña y no le permitió escapar, haciéndose súbitamente de noche en toda la isla.

Las guanches acudieron a Achaman, el dios de los cielos, su divinidad más importante. Le pidieron que les ayudara a vencer a Guayota y así poder recuperar su luz y su vida.

Achaman luchó durante días contra el diablo, mientras este escupía fuego y cenizas. Tras una larga batalla logró atraparlo en la profundidad del volcán y la luz volvió a la isla.

Dicen los ancianos que Guayota resurgirá en algún momento. La maldad no se erradicó del todo. Y más ahora, que en la isla ocurrían eventos que podían enfurecer al diablo.

Y así, desde pequeño, tuve pesadillas sobre Guayota, el fuego y las cenizas. Temía que volviera a resurgir, destruir mi pueblo, y llevarse consigo a todos mis seres queridos.

— Mamá, ¿Como sabemos que el diablo no volverá? — le pregunté una noche después de que un abuelo del pueblo me volviera a meter miedo.

— Son solo leyendas — me dijo mi madre, intentando tranquilizarme —. No hay ningún diablo que resida en el volcán.

En ese momento me tranquilizó, y conseguí dormir.

Ahora, sin embargo, entendí lo que pudo haber querido decir.

El diablo residía en otro lado.

Llevaba todo Agosto agotado. Después de la borrachera con el equipo, de los mensajes que no debí enviar, y el siguiente partido, me sentía todo menos humano. Ignoré la llamada de Unai Simón, no porque no quisiera escuchar su voz (no quería admitir que echaba de menos escucharla) sino porque me daba demasiada vergüenza explicarle la razón de mis mensajes.

Así que, casi con los ojos entrecerrados, tecleé:

"Olvidalo. Me robó el móvil el chico nuevo y se hizo el gracioso"

Era una mentira, pero también era verdad que por culpa de Gavi había enviado aquello.

El partido de ese día debía ser pan comido. Ignoré el cansancio, el dolor de cabeza, y sobre todo, el dolor en mis extremidades, y me preparé para ir al Camp Nou.

Ahí, ya estaba el entrenador esperando.

— Venga, Pedri, este partido la clavas.

Y con todo el cansancio del mundo, asentí.

Dos horas después, bajo el sol del tardío verano, me estaba retorciendo de dolor en el campo. Una intensidad, una corriente de pinchazos recorría mi muslo. Era incapaz de levantarme.

Todo había ocurrido rápido ; El oponente se había precipitado y había chocado contra mí, y como impulso, todo mi cuerpo había acabado cayendo de la peor manera posible, retorciendo mi pierna izquierda.

Veía borroso con el dolor, y ahí es cuando pensé en la leyenda. El diablo había venido. Guayota había venido y me había derrumbado de tal manera.

— ¡Un médico! ¡Un médico! — gritó el entrenador.

Mis compañeros se agruparon a mi alrededor. Gavi, ya recién debutado, me miraba de una manera muy diferente a la de la fiesta.

— ¿Estás bien? — Sus palabras denotaban preocupación.

Amor entre partidos (PEDRI + UNAI SIMÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora