Hablar de mí sin hablar de mis lesiones sería como hablar de Tenerife sin sus playas y sus papas; Un despropósito.
El 24 de Agosto me volví a lesionar. Había pasado apenas dos meses desde mi última recuperación. Y mentiría si dijera que me lo había tomado bien.
Estaba en la consulta del psicólogo; una pequeña sala dentro de un gran edificio de varias plantas. Todos los futbolistas teníamos obligatorio ir, pero a mí me tenían más que fichado. Temían que, como en tiempos pasados, no descansara lo suficiente para mi vuelta al campo.
— ¿Por qué crees que te lesionas tanto? ¿Alguna vez has pensado que es tu culpa?
Hacia un día lluvioso fuera. Se escuchaba el ruido de las gotas sobre la cristalera que estaba en el lateral ; Pensaba en que el verano ya estaba acabando, y pronto volvería a ser otoño, y en nada cumpliría 21 años.
— Sí — respondí honestamente —. Creo a veces que es mi culpa. No he visto alguien de mi equipo que se lesione tanto.
— ¿Crees que controlas tus músculos? ¿Sus roturas?
Pensé en el dolor. De cada vez que el conocido pinchazo venía de mi muslo, la parte trasera de las piernas o las rodillas. Pensé en aquel castigo.
— No debería contarte esto — El psicólogo, al que ya conocía de hace tiempo, me miraba atentamente —. Creo que... Creo que mis actos hacen que me ocurra esto.
— ¿Actos en el fútbol? ¿Jugar peligrosamente?
Negué con la cabeza rápidamente y la agaché, avergonzado.
— Actos de mi vida en general — mascullé —. Tal vez estoy haciendo algo que no debo.
— ¿Drogas?
Seguí negando y el psicólogo dejó de preguntar. Apuntó algo en su libreta.
— ¿Eres religioso, Pedro?
Abrí los ojos de par en par y negué con más énfasis aún.
— No, no lo soy. Mi única religión es el fútbol, si somos honestos.
— Entonces, supongo que tu familia sí que lo es, ¿verdad? — dio toquecitos con el bolígrafo que sostenía —. Tus ideas de un castigo divino deben venir de algún lado.
Mis padres eran cristianos, sí. Y de pequeño, íbamos de vez en cuando a la iglesia, hasta que empecé a ir al campo de fútbol, y ya no tuve tiempo para seguir yendo.
— Que sepas que el castigo divino no existe, y no es por negar las creencias de nadie — siguió diciendo el psicólogo —. El único castigo que puedes sufrir es el impuesto por ti.
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La siguiente que vez que vi a Unai, era Septiembre. Había pasado ya más de un mes desde nuestra última quedada en Los Ángeles, y como vernos en el campo era imposible por mi parte, decidí aparecer un domingo que tenía libre por Bilbao.
Había visto esta ciudad muchas veces, cuando habíamos venido a jugar. Sin embargo, no había venido nunca por puro turismo, y verla así, sin ningún tipo de presión, hacia que me pareciera más bonita de lo que recordaba.
El portero vivía en un barrio a las afueras, lleno de inmensos jardines y casas con piscina. Pensé en lo absurdo que era tener piscina con ese clima. Era septiembre, pero ya empezaba a helar y yo iba cubierto de un abrigo invernal.
— Es raro verte aquí — dijo Unai, cuando abrió la puerta. Estaba igual de guapo que siempre. Todo el frío que sentía se fue de una. Volvía a estar con él. Volvía a estar en casa.
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Amor entre partidos (PEDRI + UNAI SIMÓN)
FanfictionHistoria que abarca desde 2021 hasta la actualidad. Pedri es un novato y joven promesa del fútbol. Todos sus sueños se están cumpliendo, y aún así, siente que algo se le escapa de las manos. En un partido de enero, conoce a Unai Simón, un portero de...