1. JEON

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El sonido del despertador marcaba el inicio de un nuevo día, pero los ojos de Jungkook se habían abierto desde mucho tiempo atrás. Tenía en su pecho una extraña inquietud y necesidad de estar atento. Cada poro de su piel le decía que se quedara con su pequeño hijo: Beomgyu Jeon, aunque nada pasó esa noche.

El insomnio se estaba volviendo recurrente. Era molesto. Su trabajo le exigía un poco de presentación y él había desarrollado una costumbre de autocuidado gracias a uno de sus mejores amigos.

«Jin me matará si ve estas ojeras», pensó cuando se vio en el espejo de su baño.

Como costumbre, fue a la habitación de su hijo para confirmar que estuviera bien aun cuando hace menos de una hora lo había hecho.

El pequeño Jeon estaba dormido en su cama con muchas almohadas y algunos peluches a su alrededor para que no se cayera en caso de que se moviera muy cerca de la orilla. Su cuarto estaba lleno de cochecitos y colores en el suelo. Tenía dibujos pegados en los marcos de la ventana que daban al patio trasero. La luz de noche con forma de luna rebotaba en el rostro del niño, volviéndolo aún más angelical de lo que ya era.

Era una copia fiel de su padre en la infancia.

Jungkook salió de la habitación y se dispuso a ir a la cocina para preparar algo de café y poder empezar con su rutina habitual. Necesitaba energía, pero extrañamente, el olor del café lo llenaba de una total calma, por lo que, las veces en las que estaba lleno de estrés, la casa siempre olía a café y las jarras estaban en la mesa amontonadas. Un vaso era suficiente para él, pero el olor era un poco— o quizá demasiado indispensable— en algunos momentos. Aquello se lo debía a alguien que le había dado todo el amor del mundo pero también el mayor sufrimiento que alguna vez sintió. 

Una vez que el hombre obtuvo su taza de café humeante y dio el primer trago, se sintió mucho mejor, el olor envolvía todo el lugar y Jeon se sintió mucho más tranquilo, era como si el olor del café ahuyentara sus preocupaciones y temores.

Después de unos minutos, se dispuso a hacer ejercicio, por lo que se quitó su camiseta del pijama gigante y se quedó con el pantalón. Había una gran alfombra en la sala destinada para aquello. Más que cariño por el deporte, era disciplina. No había ningún día en el que no hiciera por lo menos una hora de ejercicios para aliviar la tensión, cosa que normalmente le funcionaba, pero parecía que esta vez no era el caso.

Incluso después de la ducha, la inquietud seguía ahí.

Con la piel goteante se dirigió de nueva cuenta a la cocina y empezó a escoger los ingredientes necesarios para hacer su desayuno y el de su pequeño, sonrió cuando encontró algo de tocino en su refrigerador.

El joven padre decidió hacer un desayuno americano: huevos revueltos, tocino, jugo de naranja y algunas tostadas con mantequilla y otras con chocolate como postre. Él sabía que, durante el proceso de preparación, el olor despertaría al pequeñín, por lo que antes de que sirviera la comida, un Beomgyu adormilado con los ojitos hinchados y cerrados estaba rodeando la pierna descubierta de Jungkook en un abrazo.

—Buenos días papi...— fue lo primero que dijo que el pequeño.

—Buenos días bebé, ¿ya tienes hambre?­— Jungkook tenía una sonrisa en los labios. El niño ni siquiera estaba despierto del todo y ya estaba listo para comer. Le recordaba tanto a él mismo.

Beomgyu asentía con la cabeza y se mantenía aferrado a la pierna de su padre. Seguía teniendo los ojos adormilados y llevaba su sábana favorita en una mano.

—¿Qué pasa, pequeñín?— dijo Jeon al notar que su bebé lo abrazaba con fuerza.

—Me gusta abrazarte y hueles muy rico hoy...—fue lo que dijo el niño con una sonrisita pegada al muslo de su padre. Lo olisqueaba como si fuera un cachorrito.

El corazón de Jungkook se encogió debido al amor que sentía por su pequeño, incluso la forma en la que le había dicho aquello le hizo pensar como si su voz tuviera miel y azúcar desparramada. A pesar de la dulzura del momento, le quedó un regusto amargo, al igual que muchos recuerdos del pasado.

Últimamente, parecían llegar de la nada, y lo abrumaban. Por más que quiso bloquear esa línea de pensamientos y sus correspondientes sentimientos, ahí estaban y latían como un segundo corazón, uno oscuro, lento y algo agrietado. 

La forma en que su hijo hablaba le hacía recordar a alguien más.

«—¿Y esto?—había preguntado su versión joven.

—No es nada...—le había contestado el joven rubio mientras lo abrazaba.

—¿Estás seguro?

Jungkook recordaba claramente el cosquilleo de su estómago debido al enamoramiento que tenía y sobre todo, la impresión de aquellas palabras.

—Oh vamos, está bien. Te extrañé y no dejé de pensarte. Amo como es que mis manos se acoplan perfectamente en tu cintura y como mi barbilla siempre termina en tu hombro. Me gusta abrazarte y tu olor me vuelve loco, ¿cómo es que siempre hueles de esa manera tan deliciosa? Creo que te amo Jeon Jungkook», fue lo que le contestó el rubio un día después de su primera cita en un restaurante hermoso en Busan que no había visitado en mucho tiempo.

Recordaba la alegría del momento, el calor de sus mejillas y esas ganas inmensas de querer gritar y llorar de emoción. Ahora sólo sentía un nudo en la garganta. Sólo era una frase, dicha con mucho amor, pero le dolía.

«Me gusta abrazarte y hueles muy rico hoy».

Beomgyu se separó de su padre. El niño notó una mueca rara en su rostro. El sonido de una silla siendo arrastrada, trajo a Jungkook al presente. Vio al niño subirse— treparse, en realidad—, y luego estirarse como un gatito. Se veía más despierto. Jungkook lo observaba con evidente asombro. El pequeño crecía a paso veloz. 

—¡Papi, el tocino!

Eso fue suficiente para que el adulto reaccionara y las lágrimas que estaban a punto de caer, se detuvieran.

«¿Cómo es que se parece tanto a él si nunca se han visto?».





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HEARTBEAT (JIKOOK)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora