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7 de febrero del 2075. Hace 2 años.

Llegué a Nueva Eridu en busca de una nueva vida. Mi hogar anterior era un pequeño pueblo, perdido a unas horas en avión desde aquí. En aquel lugar no tenía estabilidad, ni emocional ni económica, así que reuní todo lo que tenía y compré un boleto de avión. Era un riesgo, pero estaba decidido.

El avión estaba a punto de aterrizar. Mis ojos permanecían cerrados, intentando descansar del largo viaje. Mi cuerpo estaba tranquilo, pero una preocupación sutil se enroscaba en mi pecho, impidiéndome relajarme por completo.

— Señores pasajeros, preparen sus pertenencias y gracias por volar con nosotros —anunció el piloto por el altavoz.

Abrí los ojos lentamente, sintiendo el leve ardor de haberlos mantenido cerrados demasiado tiempo. Los froté con suavidad y me levanté para alcanzar mi maleta en el compartimento superior.

El aterrizaje fue suave, y pronto todos los pasajeros comenzamos a abandonar el avión. Mientras caminaba entre la multitud, me pregunté cuántos de ellos tendrían ya un destino claro. Yo no tenía nada, salvo una maleta con unas cuantas prendas y mi currículum, con la esperanza de encontrar un trabajo que me permitiera empezar de nuevo.

Al salir del aeropuerto, la luz del sol me deslumbró. Todavía estaba adormilado, y el contraste con el bullicio de la ciudad me desorientó. Sin saber hacia dónde ir, tomé una decisión impulsiva: dirigirme a la comisaría más cercana y entregar mi currículum para intentar convertirme en agente de policía. No tenía muchas expectativas, pero al menos era un punto de partida.

El edificio de la policía destacaba en la calle. Era moderno, pero conservaba un aire intimidante que parecía decirte que mejor no cruzaras sus puertas como detenido. En la entrada, un cartel pegado a la puerta de cristal llamó mi atención. Me acerqué para leerlo.

"Se informa a la ciudadanía que..."

— ¿Necesitas ayuda? —Una voz femenina me interrumpió desde atrás, haciéndome girar de golpe.

— ¿Eh? —dije, un poco desconcertado. Mi mirada se posó en su uniforme; era una oficial de policía. Carraspeé, tratando de recuperar la compostura—. Oh, sí. Me gustaría dejar este currículum para las pruebas de agente.

Ella sonrió ligeramente, con un gesto que me hizo sentir un poco menos nervioso.

— Sígueme. Ven a mi oficina —dijo, girándose para caminar hacia el interior del edificio.

La seguí en silencio, observando el entorno mientras ascendíamos por las escaleras. Era un lugar lleno de actividad. Vi todo tipo de agentes: algunos humanos, otros que parecían ser semihumanos. Había escuchado rumores sobre ellos en mi pueblo, pero nunca había visto uno de cerca. Parecía que aquí convivían de forma natural.

Después de subir varias plantas —demasiadas, para ser sincero—, llegamos a una oficina en el quinto piso.

— Aquí estamos —dijo, abriendo la puerta y haciéndome un gesto para que entrara.

La oficina era sorprendentemente acogedora. Había estantes llenos de libros y fotos familiares. Me senté frente a su escritorio, nervioso, mientras ella cerraba la puerta y ocupaba su silla al otro lado.

— Bien, muéstrame ese currículum —dijo, apartando algunos papeles que desbordaban su escritorio.

Sin dudarlo, saqué el currículum de mi maletín y se lo entregué. Ella lo tomó y comenzó a leerlo en silencio. Cada tanto, levantaba una ceja, lo que aumentaba mi ansiedad.

— Ya veo... —murmuró finalmente, rompiendo el silencio.

La miré, tratando de descifrar su expresión, pero no parecía positiva.

Echoes of Steel and Feline HeartsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora